EL LECTOR HUMANISTA

Anthony Grafton – El Lector Humanista

Anthony Grafton nació el 21 de mayo de 1950 en Estados Unidos, es un historiador estadounidense especialista en el Renacimiento. Profesor de la Universidad de Princeton y  miembro de la Academia Británica. Se educó en la Academia Phillips y en la Universidad de Chicago, donde se licenció y doctoró en Historia. Estudió un año en el University College de Londres y es considerado como uno de los grandes historiadores del Renacimiento y de la Historia intelectual europea.  Ha trabajado intensamente sobre Escalígero (1484–1558), y para poder juzgar sus méritos como erudito y exégeta de textos latinos tuvo que volcarse en el estudio del humanismo tardío; de modo que Grafton logró conquistar una inusual familiaridad enciclopédica con la producción de varios autores de los siglos XV y XVI, que le han servido para seguir sus estudios.

En su capítulo “El lector humanista” el cual forma parte del libro de Cavallo y Chartier  “Historia de la lectura en el mundo occidental”  hace referencia a un nuevo tipo de lectura a la cual denomina “lectura sin intermediarios” y a la manera de leer de los humanistas.  Nombra los hábitos de lectura en la época Medieval en donde se accedía a los clásicos compuestos de glosas de una manera homogénea, atemporal y sin tener presente el contexto  y advierte que son las autoritates a las que hay que acceder canónicamente para hallar una verdad como si fuera un sistema único. Destaca a los lectores humanistas por leer textos originales antiguos sin intermediarios y por poseer un contacto más cercano ellos  cuya acción provoca un  diálogo con los mismos. Es decir, devolverles la vida, sacarles esa atemporalidad y reconstruir su contexto. Esa relación de cercanía que se establece con el contenido también se observa en el formato de los libros los cuales dejan de ser folios enormes de la Antigüedad y comienzan a ser más fáciles de manejar debido a que los humanistas  no aprobaban  la idea de no poder acceder al texto clásico de manera directa. Por otro lado, Grafton habla de la materialidad de los libros y de las comparaciones con los textos de la Edad Media no solo por el formato sino también por el tipo de letra. Con respecto a esto último, hará referencia al trabajo de una serie de eruditos de la época los cuales no sólo recrearon el mundo antiguo con imágenes que les parecían coherentes y agradables sino que son responsables de una gran cantidad de avances en cuanto al tipo de letra de sus copias de los manuscritos la cual se distinguía por ser más elegante y redondeada cuya grafía invitaba mucho más a la lectura.

Grafton se refiere también a la circulación de los libros, a los empresarios, a los comerciantes, a los clientes,  a la imprenta encargada de la reproducción y a los libreros. Aseguraba que los dos primeros tenían un rol fundamental y protagónico en el formato de dichos libros debido a que eran los que les daban instrucciones a los copistas, a los cajistas y a los iluminadores en el momento de tomar las decisiones correspondientes. Por su lado, los clientes influían en tanto que los libreros y los empresarios también iban a tratar de satisfacer las demandas o los gustos de estos clientes. En ese sentido el autor hace hincapié en lo que implicaba el estatus socioeconómico de un determinado grupo de clientes. Las ediciones no eran las mismas para el pueblo que para determinados tipos de clientes lo cual requiere de una dinámica, es decir  estrategias de venta adecuadas para responder a los gustos de los compradores. Otro de los puntos que incluye el autor en su capítulo es la creación de la imprenta y con ella el surgimiento de la reproductibilidad lo cual lleva a la venta por mayor y al avance de la reproducción mecánica que deja atrás a lo artesanal.  Él sostiene por un lado, que los lectores con poder adquisitivo podían encuadernar los libros a su modo así como también incluir varios tipos de decoraciones convirtiéndolo así en un objeto de distinción y por el otro que los que dominan la producción y la venta de los mismos son los libreros. Ellos no solo operan en la selección sino también en las cuestiones estéticas, es decir en el aspecto de los libros, en sus apariencias y en la producción de copias para las librerías lo que hoy conocemos como los imprenteros. Una vez que los clientes tenían en sus manos los libros, éstos sufren una especie de metamorfosis debido a la relación  totalmente personal de cada  lector con el libro. La lectura en voz alta de dicho libro causa placer en el lector humanista ya que es un aspecto formal que lleva a aprender y a estudiar el texto lo cual provoca distintas interpretaciones de los textos clásicos y poseer el contacto directo. Es por eso que el autor propaga la importancia del ordenamiento de los libros para que los lectores pudieran consultar varios de manera conjunta, acceder al conocimiento de los clásicos, realizar anotaciones y comentarios personales tan elaborados. Sin embargo y para finalizar, Grafton expresa que si bien los humanistas aborrecían esas  notas marginales que realizaban los medievales, terminan aplicando la misma actitud que ellos.

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