Globalización y equidad de género
Enviado por alnema12 • 29 de Marzo de 2019 • Ensayo • 1.957 Palabras (8 Páginas) • 206 Visitas
Universidad de Cartagena
Facultad de Ciencias Humanas
Programa de Lingüística y literatura
Seminario de Autor X semestre
Alexander Neira Marimón.
GLOBALIZACIÓN Y EQUIDAD DE GÉNERO
Cuando hablamos de Globalización nos remitimos a la idea de aperturas económicas, de avances tecnológicos a gran escala, de interconexión planetaria, hablamos de un mundo en el que las fronteras entre los países se trascienden con el objetivo de impulsar la libre circulación de los productos, las inversiones, los capitales, las ideas, las comunicaciones, la cultura, los paradigmas sociales, e incluso de persona como en el caso de la Unión europea, un mundo donde las culturas se encuentran y se nutren mutuamente.
Con la globalización, la economía del mundo crece gracias al intercambio de bienes y servicios que beneficia a un gran número de personas -no a todas- y que sin duda satisfacen las necesidades que el mundo de hoy exige.
Si bien es cierto en el mundo se ha logrado alcanzar un alto grado de conocimiento, de capacidad tecnológica y de gran acumulación de recursos materiales, resulta paradójico que tantos avances no logren satisfacer las necesidades humanas e incluso básicas de la mayoría de la población mundial. Sin restarle importancia al fenómeno de la globalización, podemos determinar que su manejo y concentración de los grandes beneficios en unos pocos, genera desigualdades económicas, culturales, generacionales, ambientales, sociales, políticas y por supuesto las desigualdades entre los géneros.
Entendemos como una razón para que esto se dé, que la globalización se une con las políticas del neoliberalismo, y como asegura Licinia Sofia Moniz D'Alves “al banquete neoliberal no todos están invitados” (Agenda Latinoamericana 2006) Así entonces, el capitalismo como sistema económico imperante y motor de la globalización, y del que las feministas aseguran es patriarcal, pretende el lucro y la satisfacción de las necesidades de unos pocos, -los de la elite- y se olvida del resto, el resto que es la mayoría de la población mundial que cada día esta mas empobrecida y olvidada. Podríamos decir que a la par de la globalización económica, tecnológica y de recursos materiales, se está produciendo la globalización de la pobreza y la desigualdad para un gran número de países en el mundo, predominantemente los del sur.
La globalización ha estructurando de forma muy profunda nuestros modos de vivir y principalmente nuestro modo de pensar, nuestros modos de concebir y relacionamos con el otro. Actualmente parece haber dos grupos de seres humanos, los globalizados incluidos-conectados, es decir, los que hacen parte del hemisferio norte-occidental. Y los del sur, desconectados, excluidos no globalizados. En ese sentido vemos que el ciudadano modelo global de hoy, es el varón, blanco, adulto, clase media o alta, y culto. El mundo de lo femenino queda excluido o relegado a niveles inferiores. (Moniz D'Alves, 2006)
En este contexto, es inevitable que la brecha entre los géneros sea cada día es más grande, y que las relaciones sean más desiguales, entendiendo el género como el tipo, o los tipos de relaciones que se establecen entre hombres y mujeres, amparadas en las características, los roles, y las oportunidades que socialmente se le asignan a unos a y a otros, lo que quiere decir, que lo que somos como hombres y mujeres está determinado en gran medida por condicionamientos sociales y no biológicas. El género es además una variable socio-económica donde influyen la clase social, la etnia, la religión, el entorno económico, la edad, etc., elementos que se usan como pretextos para justificar los desequilibrios de oportunidades entre los géneros.
Estas construcciones sociales e históricas, han procurado siempre ventajas y privilegios a lo masculino. Por esta razón se considera que el género es un elemento fundamental en las relaciones humanas y sociales, y desde el cual se ejerce poder.
Bajo esta visión se reserva prioritariamente para el hombre, la esfera pública de la producción; y, para la mujer, la esfera privada de la reproducción y el cuidado de los otros. Es por esta razón que se ha naturalizado casi que exclusivamente para las mujeres, la responsabilidad de la crianza de los hijos y de las tareas domesticas. Esta circunstancia ha determinado un desigual acceso a los recursos, aún si estos provienen de ellas, debilitando su autoestima, haciendo que muchas veces pierda la confianza en sí misma y en sus capacidades para el desempeño social y sobre todo laboral. Esto a su vez las hace más vulnerables a la violencia familiar y sexual.
La definición de roles empieza desde la infancia, y se constituye en la base de la construcción y consolidación de la identidad, acerca de lo que le corresponde ser y hacer a mujeres y hombres. Esta definición de roles determinara a su vez las relaciones con padres, madres, y luego con esposos, esposas o demás compañeros y compañeras, que luego se trasladan a otros ámbitos como lo educativo y laboral donde se debe interactuar además con las condiciones y exigencias económicas y productivas, produciéndose así la división sexual del trabajo.[1]
En el campo laboral por ejemplo vemos que la mano de obra de base, formal, calificada, estable y bien remunerada está integrada mayoritariamente por hombres, mientras que la mano de obra informal, temporal sin protección, en condiciones precarias, y de poca remuneración está dirigida a las mujeres; y aun cuando la mujer esté dentro de la primera clasificación la valoración por lo general no va a ser igual, y su remuneración por el mismo trabajo va a ser inferior.
La tradicional e injusta separación de roles donde se considera que trabajo es solo aquel que reporta ganancias a nivel monetario, y las labores de las mujeres en el hogar -además de la injusticia de que tengan que ser solo ellas las que las realicen- se les ha considerado, como algo improductivo y que demanda poco esfuerzo.
Con el fenómeno de la globalización lo laboral ha venido tomando otras dimensiones, y ante la ola creciente de desempleo, las mujeres han venido vinculándose en gran número al mercado laboral, a veces más que los hombres. Según datos del Banco Mundial, esto en el caso de América Latina se debe a que los países han flexibilizado el mercado laboral ofreciendo más oportunidades a las mujeres, sobre todo países como Chile, Guatemala, Honduras, Perú. Y algunos con significativos avances como Argentina, Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela. (López, 2004)
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