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Humanidad Dividida


Enviado por   •  31 de Marzo de 2014  •  8.538 Palabras (35 Páginas)  •  192 Visitas

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Redu cción de la Pobreza

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo

Hu manidad dividida:

Cómo hacer frente a la desigualdad

en los países en desarrollo

Al servicio

de las personas

y las naciones

Humanidad dividida: Cómo hacer frente a la desigualdad en los países en desarrollo 1

Panorama General

PANORAMA GENERAL

La desigualdad en la sociedad no es un fenómeno nuevo. Aun así, puede tener consecuencias terribles. Si no

se corrige, tal y como se demuestra en el presente informe, puede socavar las propias bases del desarrollo y

de la paz.

Durante los últimos decenios, el mundo ha sido testigo de impresionantes avances en los promedios

de múltiples indicadores de prosperidad material. Por ejemplo, el producto interior bruto (PIB) per cápita

en países de ingresos bajos y medios ha aumentado más del doble en términos reales desde 1990. En el

mismo período, la esperanza de vida en los países en desarrollo ha aumentado de 63,2 años a 68,6 años.

Sin embargo, esto es solo una parte de la situación. A pesar de que el mundo es globalmente más rico que

nunca, más de 1200 millones de personas todavía viven en condiciones de pobreza extrema. El 1 por ciento

de la población más rica del planeta posee en torno al 40 por ciento de los activos mundiales, mientras que la

mitad más pobre no tiene más de un 1 por ciento. Si bien se ha producido una disminución total en las tasas

de mortalidad materna, las mujeres que viven en zonas rurales todavía tienen el triple de probabilidades de

morir durante el parto que aquellas que viven en centros urbanos. La protección social se ha extendido, pero

la probabilidad de que las personas con discapacidad incurran en gastos de salud catastróficos es hasta cinco

veces mayor que la media. Cada vez más mujeres forman parte del mercado laboral; no obstante, siguen

estando representadas de manera desproporcionada en el empleo vulnerable. La humanidad sigue estando

profundamente dividida.

Las tendencias recientes tampoco son muy alentadoras. Durante los últimos dos decenios, la desigualdad

de ingresos ha aumentado en promedio dentro de los países y entre ellos. Debido a esto, una mayoría

considerable de la población mundial vive en sociedades con una mayor desigualdad que la que existía hace

20 años. En especial, en algunos lugares del planeta las diferencias de ingresos son cada vez mayores—y con

ellas también ha crecido la brecha en la calidad de vida entre ricos y pobres—a pesar de la inmensa riqueza

propiciadas por tasas de crecimiento espectaculares. De hecho, el mayor incremento en la desigualdad de

ingresos ha tenido lugar en los países en desarrollo que lograron graduarse a una clasificación de ingreso más

alta. El progreso económico en estos países no ha mitigado las disparidades, sino que las ha agravado.

El mundo es hoy más desigual que en cualquier otro periodo desde la Segunda Guerra Mundial. No obstante,

existen indicios claros de que esta situación no puede sostenerse mucho más. La desigualdad ha puesto en

peligro el crecimiento económico y la reducción de la pobreza. Ha frenado el progreso en educación, salud y

nutrición para grandes sectores de la población, hasta el punto de socavar las propias capacidades humanas

necesarias para lograr una buena vida. Ha limitado las oportunidades y el acceso a recursos económicos,

sociales y políticos. Y aún es más: la desigualdad ha provocado conflictos y ha desestabilizado la sociedad.

Cuando los ingresos y las oportunidades solo aumentan para unos pocos, cuando las desigualdades perviven

a lo largo del tiempo, del espacio y a través de las generaciones, aquellos que están marginados, a los que se

excluye sistemáticamente de los beneficios del desarrollo, en algún momento harán frente a ese «progreso»

que les ha ignorado. Es más que probable que las cada vez mayores privaciones en tiempos de abundancia

y las diferencias extremas entre los hogares acaben deshaciendo el tejido que mantiene a la sociedad

unida. Esto resulta especialmente problemático si tenemos en cuenta que, a menudo, son precisamente los

marginados quienes suelen pagar el precio más alto por los conflictos sociales. Pero quizás lo más importante

es que la desigualdad extrema contradice los principios más básicos de la justicia social, partiendo de la base

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Panorama General

de que, según reconoce la Declaración Universal de Derechos Humanos, «todos los seres humanos nacen

libres e iguales en dignidad y derechos».

Sin embargo, también hay buenas noticias. La alta desigualdad no es inevitable. Las crecientes diferencias de

ingresos, riqueza u otros aspectos del bienestar no son un precio inevitable que haya que pagar a cambio del

desarrollo. De hecho, a lo largo de los últimos años, muchos países han logrado reducir considerablemente

la desigualdad de ingresos y en otros aspectos gracias a una combinación de políticas económicas y sociales

progresistas, a menudo acompañadas de un aumento en la participación y el empoderamiento de quienes

habían sido excluidos durante el proceso de desarrollo. Se puede aprender mucho de esas experiencias y

aplicarlas a otros contextos en los que la desigualdad todavía es un problema.

Las causas de la desigualdad excesiva son bien conocidas. Existen aspectos concretos de la globalización—

como la integración financiera regulada inadecuadamente o los procesos de liberalización del comercio,

cuyos beneficios se han distribuido de manera muy desigual entre los países y dentro de ellos—que han

desempeñado un papel importante para determinar la

tendencia ascendente observada durante los últimos

decenios. Pero también han tenido una gran importancia

las decisiones en política interior, como las intervenciones

que debilitaron las instituciones del mercado laboral o que

provocaron una reducción de las inversiones públicas en

sectores clave como la salud, la educación o la protección

social. A menudo, diversas barreras económicas, sociales y

culturales que dificultan la participación política de varios

segmentos de la población han agravado estos procesos.

Además, las políticas y actitudes discriminatorias que

marginan a la población según el género

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