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LA SOBREPROTECCIÓN DE LOS PADRES Y MADRES DE FAMILIA EN EL DESARROLLO DE LOS APRENDIZAJES DE LAS NIÑAS Y NIÑOS

Dieguitobello12 de Noviembre de 2013

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LA SOBREPROTECCIÓN DE LOS PADRES Y MADRES DE FAMILIA EN EL DESARROLLO DE LOS APRENDIZAJES DE LAS NIÑAS Y NIÑOS

1.1. Concepto de autoestima

La autoestima “es un conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamiento dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser y de comportarnos y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter. En resumen, es la percepción evaluativa de nosotros mismos”. (Vicente Bonet, 1997).

La autoestima es la valoración, positiva, que nos hacemos de nosotros mismos. Para la psicología, “se trata de la opinión emocional que los individuos tienen de sí mismos y que supera en sus causas la racionalización y la lógica”. (Jiménez, 2001).

En otras palabras, la autoestima es la valoración del conjunto de nuestros rasgos corporales, mentales y espirituales que forman la personalidad. Dicho sentimiento puede cambiar con el tiempo: a partir de los cinco o seis años de edad, un niño comienza a formar el concepto sobre cómo es visto por el resto de la gente.

El mantenimiento de una buena autoestima es imprescindible en cualquier psicoterapia, ya que suele constituirse como un síntoma recurrente en distintos problemas conductuales. Por eso, los psicólogos consideran que la autoestima es la función del organismo que permite la autoprotección y el desarrollo personal, ya que una baja autoestima afecta la salud, las relaciones sociales y la productividad.

El concepto de autoestima es muy importante en el campo de la psicopedagogía que considera a la autoestima como la causa de las actitudes constructivas en los individuos y no su consecuencia. Esto quiere decir que, si un estudiante tiene buena autoestima, entonces podrá alcanzar buenos resultados académicos.

La autoestima también suele ser un valor analizado desde la autoayuda, con miles de libros que enseñan cómo protegerla e incentivarla; sin embargo algunos psicólogos e investigadores consideran que la autoayuda es perjudicial para el individuo, ya que promueve un perfil narcisista que afecta las relaciones sociales.

Las personas con una autoestima alta saben qué cosas pueden hacer bien y qué pueden mejorar; se sienten bien consigo mismas, expresan su opinión con libertad, saben identificar y expresar sus emociones a otras personas, participan en las actividades que se desarrollan en su entorno... Les gustan los retos y no les temen, se valen por sí mismas ante las situaciones que se les presentan.

Las personas con autoestima positiva son solidarias, creativas y originales, luchan por alcanzar lo que quieren, disfrutan de las cosas divertidas de la vida, se alegran de que a los demás les vaya bien, comparten sus sentimientos, se aventuran en nuevos objetivos, son organizadas y ordenadas en sus actividades, no tienen miedo a preguntar cuando no saben algo, defienden su posición ante los demás, de forma asertiva, reconocen sus errores cuando se equivocan, no les molesta que digan sus cualidades, pero tampoco que los adulen, conocen sus cualidades y saben sobreponerse a sus defectos, son responsables de sus actos, son líderes naturales.

Las personas con autoestima baja son indecisos, tienen miedo a equivocarse, piensan que no pueden, que no saben nada, que no lo van a conseguir, no valoran sus talentos ni sus posibilidades, tienen miedo a lo nuevo y evitan los riesgos, son muy ansiosos y nerviosos, lo que les lleva a evitar situaciones que les dan angustia y temor, son muy pasivos, evitan tomar la iniciativa.

Quienes tiene una baja autoestima son personas aisladas, tiene muy pocos amigos o casi no tienen, no les gusta compartir sus sentimientos, evitan participar en las actividades grupales, se dan por vencidas antes de realizar o iniciar cualquier actividad, no están satisfechas consigo mismas, piensan que no hacen nada bien, no conocen sus emociones, por lo que no pueden expresarlas, debido a que no tienen valor, les cuesta aceptar que las critiquen, les cuesta reconocer cuando se equivocan, manejan muchos sentimientos de culpa cuando algo sale mal.

1.2. ¿Qué es la sobreprotección?

Según Margarita Mendoza Burgos (2007), la sobreprotección es uno de los criterios equivocados más comunes en la crianza y educación de los hijos; sobreproteger a los hijos es evitar que el niño asuma los deberes, libertades y responsabilidades propias de la fase de desarrollo correspondiente según su edad cronológica, con la intención de que tengan una vida más fácil, cómoda, feliz, y exenta de riesgo. La consecuencia de ello es que el niño o la niña no aprenden a desenvolverse con normalidad en las circunstancias habituales y cotidianas.

Todo en exceso es malo inclusive el cariño, existen padres que por su excesiva demostración de cariño hacia sus hijos llegan a sobreprotegerlos y esto les causa daño. Un niño que ha crecido en un ambiente de excesiva atención, una preocupación asfixiante o con los deseos de los padres convertidos en obligaciones y expectativas demasiado altas para la capacidad del hijo, puede traer grandes problemas en su edad adulta, ya que no podrán solucionar los problemas solos y siempre buscarán dependencia de alguna persona.

Los hijos sobreprotegidos en la etapa infantil son niños caprichosos, cuando llegan a la adolescencia se vuelven grandes maestros de la manipulación, las primeras y principales víctimas son sus padres a quienes constantemente les mienten y cuando llegan a la edad adulta no harán nada sin la opinión de sus padres y serán personas inseguras, incapaces de tomar decisiones por sí mismos.

1.3. La sobreprotección y la dependencia como modelos de crianza.

En muchos padres sobreprotectores a criterio de Roudinesco (2003) “hay una segunda intención que se mueve en la frontera de lo consciente y lo subconsciente y es la comodidad que les supone eximir de riesgos a sus hijos para no tener que estar pendientes ellos, esto es más frecuente en la adolescencia”. En algunos casos hay una tercera intención, que es la de sabotear el proceso natural hacia la independencia del hijo, para que siga de algún modo dependiendo de él, de modo que se le hace anormalmente dependiente para tenerlo siempre cerca.

El hijo siente, en principio, seguridad y comodidad ante esas situaciones y las acepta en forma consciente; pero inconscientemente se está iniciando un proceso de tácita rebeldía y de pérdida de autoestima. Ello es debido a la sensación de infravaloración por la falta de reconocimiento de los padres, así como de las crecientes capacidades y necesidad de autonomía que se experimenta a lo largo del desarrollo.

Poco a poco, especialmente al llegar la adolescencia, sostiene Suárez Melo (2006) “se va dando cuenta de que la mayoría de sus compañeros manejan con solvencia y seguridad en sí mismos ciertas situaciones ante las que él siente un temor cada vez mayor”. En este punto y aunque aún no es capaz de encontrar una explicación y mucho menos una solución, ya es plenamente consciente de su inseguridad y deficiencias, por lo que su autoestima desciende aún más. Si la situación persiste a lo largo de la adolescencia, un día será un adulto con problemas de difícil solución.

La felicidad en la niñez expone G. Morrison (2005) “no consiste en tener una vida fácil, sino plenitud afectiva, capacidad para superar los crecientes retos de todo tipo que se presentan y conciencia del éxito real (no ficticio) en dicha tarea”. La misión de los padres no es sólo criar hijos felices, sino también formar futuros adultos felices.

La niñez y la adolescencia son procesos evolutivos continuos en los que la persona constantemente descubre cosas nuevas y enfrenta nuevos retos. Algunos de estos retos no están exentos de riesgos que deben asumir, porque precisamente eso hace madurar a la persona y le proporciona autoestima e independencia.

1.4. Consecuencias de la sobreprotección

Uno de los signos que caracteriza a los niños sobreprotegidos, describe Maestre Castro (2009), “es la dificultad para resolver problemas propios de su edad, razón por la cual les falta estrategias orientadas a abordar y resolver los problemas que se le van presentando, por eso los niños sobreprotegidos por lo general se resisten a trabajar en el aula”. Pueden tener otras consecuencias, lo cual dependerá de cada caso en particular; entre las más comunes están:

• Sentimientos de inutilidad y dependencia: los niños sobreprotegidos sienten que son inútiles para realizar actividades por sí solos por lo tanto son dependientes de sus padres, y a la falta de estos sufren.

• Resistencia al trabajo: los niños sobreprotegidos no quieren trabajar en el aula porque están acostumbrados a que todo se les dé haciendo.

• Rebeldía y agresividad: los niños sobreprotegido tienen un trato hostil cuando no les salen las cosas como ellos quieren o cuando o se les hace lo que ellos piden.

• Falta de iniciativa propia, creatividad, seguridad y autoestima: los niños esperan que todo se les dé haciendo, incluso hasta una pequeña oración gramatical y en su defecto lo poco que hacen siempre están preguntando si está bien.

• Insatisfacción por sus propios logros: quienes adolecen de sobreprotección jamás piensan que pueden hacer algo bueno, creen que lo que hacen no está bien.

• Desinterés por conocer sus talentos y habilidades: los niños sobreprotegidos no se interesan por actividades como la música, el dibujo, la danza porque a su propio juicio no tienen habilidades.

• Indiferencia

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