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La Inflación En La Argentina

manuelsito2 de Junio de 2014

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Antes de comenzar con el pleno desarrollo del tema, expondremos las principales causas por las que se produce el fenómeno inflacionario:

 Inflación por exceso de demanda: Cuando la capacidad productiva de un país, los recursos disponibles (capital físico, recursos naturales, mano de obra, capacidad empresaria) están empleados o utilizados a pleno y el valor producto generado por las empresas alcanza o está cercano a un máximo, puede ocurrir que esa oferta de bienes y servicios ubicada en un límite superior, no alcance a satisfacer el valor del gasto total deseado por los consumidores, como por las empresas que invierten o el gobierno.

 Inflación de costos: En este caso, el proceso inflacionario se inicia en el mercado de un factor de la producción o de un insumo crítico, sin sustitutos próximos, que integran de un modo generalizado los costos de las empresas y en donde el poder monopólico de los oferentes imponen un precio que está por encima de la productividad que las empresas obtienen de su utilización, que es indicativa del rédito que obtienen por la participación en la producción de tal factor o insumo crítico. Es evidente que un proceso inflacionario de este tipo, requiere la presencia de estructuras de mercado monopólicas u oligopólicas. Inicialmente, para posibilitar que los precios de los insumos críticos superen a los de su productividad, y luego para posibilitar que las empresas puedan trasladar los mayores costos sin que por ello queden fuera del mercado. Ambas circunstancias no se producirían en mercados competitivos.

 Inflación estructural: El precio relativo de un bien puede mejorar por aumento en el precio absoluto de uno de los bienes comparados y si el precio absoluto del otro bien no desciende compensatoriamente, el promedio de ambos precios será mayor que en la situación inicial. Los precios relativos mejoran siempre mediante suba de precios absolutos de los bienes favorecidos sin que se produzcan bajas en los precios absolutos de los otros bienes con demanda declinante.

Ahora sí, para poder comprender de mejor forma el transcurso económico de la última década en nuestro país, es necesaria una breve explicación del periodo anterior, sirviendo como introducción al tema central.

La economía de Argentina se beneficia de enormes recursos naturales, una población sumamente alfabetizada, un sector orientado a la exportación agrícola y una base industrial diversificada. A principios del siglo XX, la República Argentina era uno de los países con mejores perspectivas del mundo, sin embargo, atravesó por depresiones económicas que afectaron su desenvolvimiento.

Esta economía tuvo variaciones de precios claramente superiores a las verificadas a nivel internacional, a partir de mediados del siglo pasado. Más precisamente, puede decirse que Argentina desde 1949 (luego de la crisis de su Balance de Pagos del año anterior) comenzó a padecer un proceso de inflación crónico que perduró por muchas décadas. Dicha historia puede dividirse sintéticamente en varios periodos:

1948-1974: La tasa promedio de inflación (medida por el entonces denominado Índice de Costo de Vida) fue de aproximadamente un 28% anual, aunque registraba bruscas fluctuaciones. Así por ejemplo en 1958 fue del 31.6 % y en 1959 saltó a un 113.7%, cayendo a un 27.3% en 1960.

1975-1985: desde el “Rodrigazo” (Junio de 1975) hasta el lanzamiento del Plan Austral la inflación en Argentina se manifestó con tasas de crecimiento elevadísimas que superaban los tres dígitos anuales.

1985-1989: Anunciado en junio de 1985, cuando la inflación de aquel primer semestre ya llegaba al 303.9 %, el Plan Austral logró estabilizar la economía sin provocar efectos recesivos. El tránsito desde una tasa mensual del 30.5% en junio a sólo 1.7% en Febrero de 1986 fue un éxito muy significativo del programa implementado.

Sin embargo la alegría duró poco tiempo y nuevamente los precios comenzaron a crecer. La experiencia que le siguió al Austral (el Plan Primavera) fracasó y Argentina comenzó a transitar un camino con un destino final hasta entonces desconocido: la hiperinflación.

A continuación citaremos al diario crónica hablando de la situación inflacionaria en 1989:

“Al abrirse los negocios se hizo evidente que durante el feriado de ayer las infernales máquinas remarcadoras no se tomaron descanso y que no perdonaron ninguna mercadería. (…) En las carnicerías de barrio, la nalga y la bola de lomo que el lunes costaban 104 australes el kilo, están hoy a 140.” Crónica, 26 de mayo de 1989.

Según fuentes de la Secretaría de Programación Económica- INDEC, el índice de precios al consumidor para el año 1989 fue de 4923,6 (en 1988 había sido de 387,7 y en 1990 de 1343,9). De febrero a agosto de 1989 la inflación superó el 2300 %.

En el mes de julio de 1989, el incremento del índice de precios al consumidor alcanzó un 196,60 %. Se fue Alfonsín y la llegada de Menem al gobierno morigeró las tasas de inflación, pero no por mucho tiempo.

Después de haber bajado a un 6.5% en Noviembre, en Diciembre creció un 40.1%, en Enero de 1990 un 79.2% y en Marzo del mismo año ya superaba el 95%. Aunque poco recordados, Menem enfrentó dos picos hiperinflacionarios (y tres cambios de Ministros de Economía) hasta la puesta en marcha del Plan de Convertibilidad.

Desde la puesta en vigencia de la Convertibilidad la estabilidad de precios caracterizó la evolución de la economía argentina, aunque dicha política económica generó efectos negativos en otros aspectos. Tanto este plan de convertibilidad como la hiperinflación que avasalló al pueblo argentino trajo consecuencias tanto económicas como indefectiblemente sociales. En el transcurso de este periodo el porcentaje de pobreza, indigencia, y desempleo aumentaron considerablemente. Al término del mismo se cayó en la cuenta de un país devastado económicamente, por la pérdida de la industria nacional y el aumento de la deuda externa, entre otros factores.

La crisis del 2001, que no puede ser interpretada con independencia de las decisiones adoptadas en los noventa, y el camino elegido con posterioridad han conducido a la economía a la situación actual.

Ahora bien, los períodos inflacionarios de las décadas del '70, '80 y principios de los '90 pueden explicarse por la monetización del déficit fiscal.

No obstante, esta interpretación no es aplicable a la Argentina de los últimos años.En la situación de alto desempleo del año 2002, había un amplio margen para ejecutar políticas públicas keynesianas que fomentaran la demanda agregada. En efecto, en un escenario donde la economía subutilizaba sus recursos, un incremento de demanda aumentaba la producción prácticamente sin impacto sobre los precios. Una vez que la economía alcanza una situación de relativo pleno empleo, la oferta agregada tiende a ser vertical, es decir, el aumento de la demanda agregada no genera un incremento en la producción sino que, como sostiene la teoría monetarista, se refleja mayormente en aumentos de precios. Y aquí puede detectarse la causa de la inflación que actualmente aqueja a la Argentina.

Según la versión oficial del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), en 2007, la tasa de inflación fue del 8,5 por ciento. Sin embargo, la inflación real habría alcanzado el 26 por ciento en 2007, según un documento elaborado por una comisión técnica del INDEC, compuesta por técnicos desplazados de sus puestos por mantener su independencia frente al gobierno nacional.

Por otro lado, las expectativas de inflación para 2008 alcanzan el 34,7 por ciento, según la encuesta del Centro de Investigación en Finanzas (CIF) de la Universidad Torcuato Di Tella.

Así, de acuerdo con Samuelson, Nordhaus y Pérez Enrri, la Argentina ha entrado en inflación galopante.Estas altas tasas de aceleración de los precios acarrean graves consecuencias económicas, pues erosionan las tres funciones básicas del dinero: reserva de valor, unidad de cuenta y medio de pago. En primer lugar, la inflación galopante reduce significativamente las remuneraciones reales de los sectores de ingresos fijos (asalariados, jubilados y pensionados) y eleva las líneas de pobreza e indigencia. En segundo lugar, reduce el contenido informativo de los precios y distorsiona las decisiones de consumo, producción e inversión, por lo cual los agentes buscan mecanismos para reducir los costos del fenómeno como acortar el plazo de los contratos y establecer actualizaciones monetarias periódicas.De esta forma, si el gobierno tiene deudas en moneda local, tiene incentivos a licuarlas generando más inflación.A medida que crece la inflación, se reduce la demanda de dinero que es la base sobre la cual se cobra el impuesto inflacionario. Así, cada vez se necesita una mayor tasa de inflación (la tasa del impuesto) para obtener por esa vía un cierto nivel de recursos para el Estado.

No obstante en 2003 el país comenzaba a salir de una de las peores crisis económicas a causa de un modelo de valorización financiera impuesto por la dictadura militar en 1976, y profundizado en la década del ’90, el cual se comenzó a cambiar por un modelo industrial, basado en el empleo y en el fortalecimiento del mercado interno, a través del aumento del empleo y del poder adquisitivo de los salarios. Por esa decisión, Argentina acumula diez años consecutivos de expansión, con significativas caídas en los índices de desempleo y pobreza y con mejoras sustanciales en la distribución del ingreso, aunque con implicancias sobre los precios,

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