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La Nueva Ruralidad


Enviado por   •  18 de Marzo de 2015  •  3.948 Palabras (16 Páginas)  •  339 Visitas

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¿La nueva ruralidad es un concepto útil para repensar la relación campo-ciudad en América Latina?

La relación campo-ciudad es ahora mucho más compleja y a la vez borrosa caracterizada por el intercambio desigual y la migración de los pobres del campo hacia las ciudades para conformar el ejército industrial de reserva.

La conceptualización de lo rural, como espacio ocupado por grupos sociales relacionados con la producción agropecuaria, en contraste con lo urbano como espacio ocupado por grupos sociales relacionados con la industria y los servicios, ya no tiene valor explicativo en el marco de la globalización del capital. La vida rural, tradicionalmente asociada a la actividad agropecuaria, abriga ahora una diversidad de actividades y relaciones sociales que vinculan estrechamente las aldeas campesinas con los centros urbanos y la actividad industrial. Ahora el campo no puede pensarse sectorialmente, sólo en función de la actividad agropecuaria y forestal, sino que debe tomar en cuenta las demás actividades desarrolladas por su población, tanto a nivel local, regional, nacional e internacional. Por su lado, la ciudad, otrora claramente diferenciada del campo, mantiene nuevas relaciones con su entorno rural, también menos dicotómicas, más complejas e interconectadas. El concepto de nueva ruralidad representa estas grandes mutaciones.

La “nueva ruralidad” es, entonces, una nueva relación “campo-ciudad” en donde los límites entre ambos ámbitos de la sociedad se desdibujan, sus interconexiones se multiplican, se confunden y se complejizan. Algunos autores que quieren destacar la importancia de los cambios vividos así como de las nuevas políticas propuestas hablan de la existencia de una nueva sociología rural latinoamericana.

Sin embargo, numerosos estudiosos reconocen que nuestras reflexiones tienen un fuerte sustento empírico mientras no hemos avanzado debidamente en la construcción de un marco teórico coherente, capaz dar una visión de conjunto y ordenada de esta nueva relación. Prueba de ello es la impresionante cantidad de términos conceptuales propuestos por muchos de nosotros, tanto por el lado de los especialistas del campo como por el lado de los especialistas de la ciudad. Sin ningún afán de ser exhaustivo recuerdo algunos tales como: desagrarización, pluriactividad, multifuncionalidad, rusticidad, rururbanización, rurbalidad, periurbanización, conurbanización, suburbanización, urbanización periférica, urbanización regional, contraurbanización, áreas urbanas de la ruralidad, periferia regional, yuxtaposición urbano-rural, urbanización difusa, espacios intermedios, territorios en transición, para citar algunos de los más socorridos. Sin duda esta profusión semántica refleja un verdadero esfuerzo de reflexión, pero muestra también nuestras dificultades para salir de lo empírico y proponer un marco conceptual novedoso.

Todos aceptamos que la expresión “nueva ruralidad” tiene un significado polisémico que limita su uso conceptual. Su virtud es que implica la existencia de cambios importantes en el campo que parecen marcar una nueva etapa en su relación con la ciudad y la sociedad en general, tanto en el nivel económico como social, cultural y político. Viejos procesos desaparecen o se desgastan, otros cobran mayor amplitud, otros más surgen con mucha fuerza en el escenario nacional.

Proponer un marco conceptual es una tarea excesivamente compleja que no pretendo resolver aquí. Hoy, simplemente, intentaré ordenar algunas ideas para precisar los siguientes problemas: 1) cómo y dónde surge la idea de la Nueva Ruralidad, 2) cómo y porqué se retoma esta idea en América Latina, 3) cuáles son los diferentes enfoques que existen respecto a ello en América Latina y, 4) cuáles son los problemas que abordamos de hecho bajo el tema de la Nueva Ruralidad.

1) cómo y dónde surge la idea de ueva Ruralidad

El término “ruralidad” no es nuevo. Se refiere al conjunto de la vida en el campo, que si bien se organiza en torno a la actividad agrícola, la rebasa ampliamente. Alude tanto a la complejidad de la organización social como a su capacidad de cambio. En Europa su uso se generaliza con la aparición de las teorías del desarrollo, desde principio del siglo XX, aunque con mucho más fuerza después de la segunda guerra mundial con la creación de los primeros organismos internacionales de desarrollo (ONU, UNESCO, FAO, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional). Se suponía que los países pobres iban a ingresar a la modernidad siguiendo el camino de los países ricos gracias al apoyo de estas instituciones internacionales y la aplicación de las tecnologías modernas, en particular con la revolución verde. El “desarrollo rural” era el objetivo de todos los gobiernos y de las instituciones internacionales. A su vez, en la academia se pasó de los “estudios agrarios” enfocados al problema de la tierra y de la producción a los “estudios rurales” que abarcan el conjunto de problemas presentes en el campo.

Así, la idea de la nueva ruralidad nace con un fuerte sesgo de economía política promovida por los organismos internacionales y gubernamentales nacionales encargados de promover el desarrollo rural en el mundo. La región del mundo en donde cobró mayor fuerza fue, sin duda, en la actual Unión Europea ansiosa por remontar los estragos provocados por la segunda guerra mundial. Había que modernizar profundamente la economía campesina, que poco había cambiado desde el fin del siglo XIX, para subsanar la escasez de alimentos y alcanzar el nivel de productividad de los Estados Unidos. Durante estos años, que corresponden a la recuperación económica y el Plan Marshall, las políticas europeas de fomento fueron productivistas, sin miramientos por la ecología. Aunque es difícil vislumbrar esta situación desde América Latina, había que resolver con urgencia un grave problema sino de hambre, por lo menos de mal nutrición generalizada debido a la destrucción física de la infraestructura productiva a causa de la guerra.

Sin embargo, hay que destacar que estas políticas fueron acompañadas por una gran inquietud de los gobiernos por la cuestión social: no sólo la agricultura debía modernizarse sino que el nivel de vida del campo debía equipararse al nivel de vida en la ciudad. Esto se logró gracias a las políticas compensatorias multinacionales que permitieron subsanar las enormes desigualdades sociales entre regiones.

En un segundo momento, a partir de la década de los ochenta del siglo pasado, una vez subsanado el retraso productivo de la agricultura pero reconociendo los obvios excesos de la tecnología productivista, la Unión Europea inició una nueva reflexión sobre el papel del campo frente a la ciudad. Lo novedoso fue reconocer que la

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