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La generación de la etnicidad en los Andes ecuatorianos: forjando representaciones de las mujeres nativas en el mercado urbano (RESUMEN)


Enviado por   •  16 de Noviembre de 2018  •  Resumen  •  2.863 Palabras (12 Páginas)  •  172 Visitas

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La generación de la etnicidad en los Andes ecuatorianos: forjando representaciones de las mujeres nativas en el mercado urbano

    Este artículo explica que dentro de la construcción de identidad en los Andes, varios investigadores explican que las prácticas cotidianas de las mujeres indígenas marcan lo limites que distinguen entre un grupo étnico con el otro. Estas distinciones depende de una cierta convergencia de categorías étnicas y de género en las que las mujeres indígenas sirven como iconos visuales de la “indignidad”. Los cuerpos físicos de estas mujeres se convivieron en lugares de control social práctico.

    Tanto es las prácticas lingüísticas conservadoras de las mujeres andinas como de su frecuente preservación de los vestidos propios de sus comunidades así como sus códigos, vestimentas y estilos de adorno corporal, las mujeres sirven como principales vehículos de la identidad étnica, identidad  que es vital para la reproducción de la cultura de este grupo étnico.

    Dentro de un análisis de identidad de las mujeres andinas que realizan los etnógrafos se ve el contraste con relatos  que diversos miembros del grupo nativos ofrecen explicando lo que son como grupo. Asimismo análisis auto-etnográficos permiten conocer modos culturales o tratar de afirmar una asociación entre la herencia cultural y un territorio específico.

    Se toma como ejemplo una comunidad andina campesina de Quimsa, Ecuador que evoca un sentido de identidad étnica homogénea y así ocultar las diferencias existen entes dentro de esta cultura. En Quimsa  las practicas discursivas dominantes masculinas se basan en “la imagen de la mujer campesina nativa”. La figura de la mujer campesina tiene asignado el rol central de guardián de la identidad del grupo.

     El cuerpo femenino tiene un valor simbólico y tanto como el comportamiento como el código de vestir están regulados por las prescripciones sociales. El cuerpo femenino es mostrado en diferentes actos como danzas o reuniones políticas como el modificado de “la auténtica tradición quimseña”.

    La figura de la mujer es representada en diferentes momentos en una posición estable en el espacio, la mujer campesina permanece constante  como guardiana de la tierra, y la lastre inamovible de las familias y unidades domésticas.

    La mujer campesina sirve como representación para una identidad indígena “autentica” con una herencia cultural  no irreprochable por los procesos históricos de la colonización o el desplazamiento geográfico, esto permitirá explicar a los discursos políticos sobre las comunidades indígenas. Hoy en día el probar ser indígena permite muchos beneficios como: asegurar la supervivencia de grupos minoritarios, un derecho legal sobre el territorio o para la elección de puestos estatales. Los quimseños a menudo no tienen otro recurso más que invocar su “esencialismo estratégico”. Los nativos de Quimsa recurren a un recurso estático y esencialista de su cultura, enestos retratos, la mujer  campesina, representa la unidad y la delimitación de la cultura quimseña.

   Este análisis etnográfico lo que se trata de explicar es ver como esta cultura homogénea donde yuxtapone construcciones dominantes femeninas junto a formas divergentes de auto-representación confeccionadas por migrantes se va desplazando  y transformando es situaciones y son negociadas dentro de relaciones de poder.

   La autora comienza analizando una “zona de frontera” establecida por una familia de la elite ecuatoriana. El patriarca de esta familia, promueve el turismo étnico, relacionándolo con las mujeres nativas, que han sido arredentarias de haciendas en Quimsa, con nuevos puestos de trabajo en el área turística. Se pudo observar que elementos como la relación servil producto del periodo colonial como el sistema de haciendas del área rural de Quimsa proyectaron un modelo simbólico para las relaciones de trabajo establecidas entre las mujeres indígenas  y los operadoras extranjeros del hotel. Esta iniciativa del patriarca d la familia, permitió la ola de emigración de los campesinos de Quimsa hacían Quito. Tanto hombres como mujeres campesinas participaron de la emigración temprano a  la ciudad.

   Asimismo la autora estudió el modo en la que las elites dominantes retocaron aspectos de las identidades étnicas y el género de las mujeres que encajen con imágenes de “indiadidad”. Describirá la capacidad de los “poderosos” para reconfigurar la identidad a partir de definiciones dominantes.

Transformaciones en una sociedad agraria

   Durante el final del siglo XIX, tres grandes haciendas, incluyendo a La Miranda de la familia Rodríguez, tenían el control de la mayor parte de la tierra en la parroquia. Estas explotaciones se caracterizaron por una forma de relaciones de trabajo serviles conocida como el “huasipungo”, un sistema de arrendamiento. Los campesinos de la hacienda atados por diversas formas de obligaciones y deudas de peonaje a la hacienda, trabajaban para el patrón y a cambio de esto tenían derechos sobre “huasipungos”, pequeños lotes de tierra de la hacienda que utilizaban para residir y para realizar una agricultura de subsistencia.  

   En la década de los cincuenta del siglo XX, una legislación agraria reformista buscó liberar a los campesinos indígenas de estas obligaciones laborales y requirió a los terratenientes comenzar a pagar salarios y a redistribuir parte de su tierra entre los antiguos arrendatarios. Muchos grandes propietarios temieron que sus haciendas pudieran ser objeto de invasiones o de expropiación estatal a favor de las empobrecidas comunidades campesinas. Fue durante este particular hecho histórica cuando el paisaje ecuatoriano se rediseño, dándole importancia a los emprendimientos turísticos. A causa de esto varios propietarios vendieron la mayor parte de sus tierras, reteniendo solamente una pequeña área cercana al casco de las mismas. Estos espacios fueron convertidos en hosterías destinadas a un turismo étnico e histórico.  

   Don Rodríguez un influyente político ecuatoriano y un prominente terrateniente en Quimsa, promovió el turismo de lujo como una estrategia de desarrollo innovadora diseñada para proveer alternativas económicas para campesinos con pocas tierras cuyas familias estuvieran atadas por relaciones de trabajo por deudas a su hacienda. Como un experto interprete de la cultura indígena, Rodriguez era capaz de traducir tradiciones nativas a un lenguaje que podía ser decodificado por el dueño del hotel. Tenía conocimiento de los gustos estéticos de los turistas y hombres de negocios norteamericanos, europeos y ecuatorianos que frecuentaban el hotel. Ideas de la cultura nativa figuran predominantemente en todas sus formulaciones y buscó hacer encuadrar las identidades étnicas y de genero de las quimseñas para que estuviesen de acuerdo con “imágenes estereotipadas de indianidad”. Rodríguez considero a las mujeres indígenas como los principales vehículos para la representación tanto de la “otredad exótica” como de la “diferencia racial” y argumentó que ellas debían tener preferencia por los trabajos del hotel sobre los hombres nativos ya que Rodríguez afirmaba que las mujeres indígenas eran más “nativas” y por lo tanto más “autenticas” que sus contrapartes masculinos en Quimsa.

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