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Literatura y política. La rentabilidad y la calidad en la literatura


Enviado por   •  7 de Agosto de 2024  •  Práctica o problema  •  1.031 Palabras (5 Páginas)  •  52 Visitas

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¿Para qué sirve la ficción?

La ficción sirve para ayudarnos a comprendernos a nosotros mismos, explorando nuestras contradicciones, miserias y grandezas de una manera que la ciencia y las estadísticas no pueden. A través de los relatos de ficción, expandimos nuestra experiencia, accediendo a mundos y vidas diferentes a la nuestra, lo que nos da un respiro de la realidad y nos revela aspectos sutiles de la condición humana. La ficción es un artificio que crea otros tiempos y espacios dentro de nuestro presente, facilitando la exploración de lo humano particular y permitiendo compartir experiencias y emociones con otros.

Una mirada sobre el mundo

La obra de un escritor se define por sus resultados, no por sus intenciones. Los buenos escritores se distinguen por ser diferentes entre sí y por resistir la uniformidad, buscando universalizar su experiencia personal. Al enfocarse en lo particular y personal, un escritor puede volverse universal, siguiendo la idea de "pinta tu aldea y pintarás el mundo". La creación literaria surge de lo específico, y al explorar lo pequeño, se revela lo amplio y metafórico. Así, un escritor expone aspectos profundos de la condición humana al desnudarse a sí mismo.

Un buen escritor se niega a escribir a demanda

Un buen escritor se resiste a escribir bajo dogmas estéticos o políticos y rechaza las demandas del mercado y las modas de lectura. En lugar de demostrar verdades, busca encontrarlas en el proceso de escritura, que es un camino de conocimiento. Un escritor valioso rechaza determinaciones previas, explorando su visión personal del mundo a través de una estética propia. El trabajo de un escritor no puede definirse de antemano, ya que el pensamiento se transforma durante la escritura, que es incierta y requiere cuestionar constantemente los propios atributos y condiciones.

Rentabilidad y calidad

La rentabilidad y la calidad en la literatura infantil y juvenil están frecuentemente en conflicto. Las editoriales priorizan la rentabilidad, condicionando a los lectores con información y contenidos predefinidos, y relegando la calidad literaria a un segundo plano. Los libros se diseñan para cumplir con las expectativas del mercado y ser comercialmente exitosos, lo que resulta en una literatura infantil y juvenil que evita incomodar y se adapta a las demandas comerciales. Esta tendencia lleva a la producción de obras políticamente correctas y adecuadas para la educación, pero que carecen de la profundidad y la resistencia a la norma que caracterizan a la verdadera literatura. Muchos autores e ilustradores, conscientes o no, contribuyen a esta situación, justificando la baja calidad de sus trabajos en función de la necesidad de vivir de su oficio.

Hacia una literatura sin adjetivos

Considerar la literatura infantil y juvenil únicamente en función de su audiencia es peligroso, ya que se basa en ideas preconcebidas sobre niños y jóvenes y crea un gueto de autores que no son leídos por un público más amplio. Si una obra no encaja con la imagen de lo infantil o juvenil que tienen el mercado, las editoriales, o la escuela, se considera inútil para esos lectores. Esto lleva a que la literatura para adultos se reserve ciertos temas y formas, mientras que la infantil y juvenil se vuelve demasiado funcional y utilitaria, convirtiendo ambas en aspectos de un mismo fenómeno.

Peligro

El peligro para la literatura infantil y juvenil es categorizarla primero como tal. Su calidad debe primar sobre su adaptabilidad a la audiencia. La especificidad del destinatario es sensible a influencias morales, políticas y de mercado, por lo que debe manejarse con cuidado.

La industria editorial

La presión por obtener beneficios rápidos en la industria editorial a menudo socava la calidad literaria y la diversidad. Construir lectores es un esfuerzo colectivo que involucra a diversos actores sociales. Confundir literatura con ventas perjudica el valor cultural de esta. Los buenos editores buscan calidad y diversidad en lugar de concentración de ventas, apostando por libros perdurables en lugar de series efímeras. Este enfoque es respaldado por editores pequeños y merece apoyo estatal diferenciado.

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