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Más sobre el bullying


Enviado por   •  17 de Septiembre de 2014  •  Trabajo  •  1.527 Palabras (7 Páginas)  •  188 Visitas

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Más sobre el bullying

Visto en su complejidad, el acoso escolar o bullying vincula a los niños violentos o violentados con otros personajes frecuentemente adultos, y con instituciones como la familia, la escuela, los medios de comunicación, que participan en este tipo de violencia humana. La víctima y el victimario del bullying son chivos expiatorios de una violencia que ellos no iniciaron y en la que ni siquiera tienen mucho que ver.

El bullying tiene sus víctimas y victimarios preferidos, personas que no son queridas en el seno familiar, que sufren violencia física o moral. Pueden ser víctimas si son tímidas, con poca autoestima e inseguras; o victimarios si aprendieron a ejercer violencia. Pero también personas que no se caracterizan por ser propensas a sufrir este tipo de violencia lo pueden resentir: por el hecho de ser diferentes y, por tanto, ideales recipientes de la envidia y la tensión social. Puede sucederle a alumnos destacados por sus méritos académicos, o a alumnos con signos visibles criticados socialmente (los morenos o los güeros, los de dientes chuecos, los gordos o muy flacos). Desde luego, los recién llegados, los discapacitados, los homosexuales o a los exitosos en sus relaciones sociales. Los hijos de prostitutas o los que tienen religión diferente pueden ser agredidos moral o físicamente.

Es un fenómeno susceptible de ser conocido y detectado a través de indicadores diversos (la actitud triste o miedosa de las víctimas, por sus ausencias repetidas, su desgano para asistir a la escuela, síntomas psicosomáticos repetidos como el vómito o la denuncia de las víctimas, entre otras conductas posibles). Sin embargo, puede ser ocultado por el silencio cómplice de la propia víctima o de los testigos y hasta de maestros y autoridades.

<em>bullying</em>

Quien agrede acosa a la víctima cuando ésta se encuentra sola, en los baños, en los pasillos, en el comedor, en el patio. Los maestros y autoridades escolares, muchas veces, no se dan por enterados.

No se trata de un simple empujón o comentario, se trata de una actitud intimidatoria recurrente que puede provocar severos daños emocionales a la víctima.

La situación no es más grave por la presencia de violencia física. Puede ser grave aunque sólo exista violencia moral. Ésta puede provocar daños terribles. El líder violento puede ser un alumno, un maestro o una autoridad. Cuándo estos últimos están involucrados, la situación es muy difícil de detectar y resolver.

El concepto de bullying se ha extendido a los hogares con el ciberbullying (mensajes electrónicos intimidatorios o difusión de fotografías). Incluso se utiliza para señalar situaciones de violencia entre pares adultos en otros contextos.

Algo que tampoco se dice y que hace más complejo el análisis es que nuestras sociedades históricas le rinden culto al “bulleador”, al victimario. Vivimos en un mundo en el que ser violento, bajo cualquiera de sus formas, es un valor social. No es lo mismo ser victimario que víctima. Aquél muestra una conducta que reconocemos y puede gustarnos. El que la ejerce está en camino de ser un triunfador, ya sea bajo la forma de sicario, funcionario en ascenso o líder empresarial. Sabe imponerse, desplazar, dominar.

En un caso que no incluimos al final del texto, un niño que nos permitió entrevistarlo durante uno de los diplomados y que logró salir de una espiral de violencia nos dice:

Hacerle la vida imposible a los demás era diversión para mí, sin importar la reacción o consecuencia, sentía y creía tener ese poder de hacer y deshacer, de creerme el incansable, orgulloso, importante y soberbio, sabía que iba a causar impresión, quería que dijeran, Marco hace muchas cosas PEGA, ROBA, AMENAZA, FUMA, TOMA Y ES RESPETADO, miren, le va muy bien…

Más adelante afirma: “cuando iba en 4° de primaria con mis amigos haciendo travesuras, golpeando, extorsionando y peleando, queriendo imitar lo que veía en los videojuegos.”

La resiliencia15, una salida

Existen diversas posibilidades para que alguien con una historia y un contexto que lo hacen proclive a la violencia, pueda modificar su aparente destino. Una de ellas debiera ser la escuela y el maestro, si se ocupan con genuino interés del aprendizaje y comprensión del niño o joven, si la educación que recibe le permite reflexionar sobre su propia vida y si la información que posee le permite vislumbrar su salida a la situación que lo atrapa. Por desgracia, esta formulación sencilla se convierte en el gran tema, ante la cultura uniformadora dominante.

Afirmamos, líneas atrás, que las escuelas presas de la ciencia especializada suelen adoptar explicaciones parciales y adoptar medidas uniformes para enfrentar la violencia en cualquiera de sus formas.

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