No Mas Doctor
Enviado por andresfz • 30 de Mayo de 2012 • 2.366 Palabras (10 Páginas) • 400 Visitas
A mí no me digás más doctor
La tarde que José María Peláez Herrera le dijo a Mañe Insignares , “A mí no me digás más doctor,” supe exactamente que en Colombia, doctor no es tanto una voz sustantiva sino adjetiva, es más lo que califica que lo que nombra, más cuando revela el estigma del subdesarrollo, la pobreza y la manifestación de un problema actitudinal, cultural y educativo. Subdesarrollo, pobreza, que no tiene nada que ver con lo económico. Conociendo como conocí al Maestro Peláez Herrera, supe también que su negación a aceptar tan protocolario epíteto no obedecía a algo distinto que a la manipulación del término y de algunos otros términos en el transcurso de la historia. En medio de la acalorada tertulia cuyo tema central era precisamente el significado de la medicina y del término doctor en la obra del Nobel colombiano, le repitió: “Mañe, te lo ruego, no sigás diciéndome doctor”. Platiquemos como lo que somos y nada más. Dejá la doctoritis a un lao y echemos pa´lante, mirá que la tertulia está bien buena bobo… no te la vayás a tirá.” Retomando al Nobel en Del amor y otros demonios, José Ma., dirigiéndose a Mañe, agregó: “Cuanto más transparente y menos lambón seás en el discurso, más se te verá la poesía. A mí me podés decir Joso, como me llaman mis amigos, Profesor, o Padre Peláez, aunque ya no lo soy, bueno qué carajo, eso no importa, pero lo fui…” Yo, a pesar de la crudeza del Maestro, estuve muy de acuerdo con el tratamiento. Siempre he visto con recelo a la persona que exige hasta con los ojos que le digan doctor dizque por razones de esfuerzo, sacrificio y trabajo perdurable ante una lámpara con un texto bajo ella, durante cinco años de universidad. Con el mismo recelo veo a aquellos que van llamando doctor a todo mundo, lo cual identifico como parte de una cultura que denota subordinación mental y cultural. En realidad, afirma Olmedo Vargas, ex – rector de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, UPTC, doctorado en Economía , “se relaciona con lo que nos enseñaron en la época colonial de no mirar a los ojos al señor o al patrón”. A éste, según esas señales equívocas de relaciones interpersonales, había que saludarlo con la cabeza gacha y diciéndole Don, Señorito o Doctor, que era lo máximo en adjetivación. Porque es que llamar doctor a alguien, más cuando no posee las condiciones profesionales, éticas o morales, lo hace sentir engañosamente encumbrado en su ego y eso, decía el Maestro Peláez, hay que combatirlo. Nada mejor que respetuosamente y con cariño, sin servilismo, llamar a una persona por su nombre. Recuerdo ahora otra gran tertulia, lo de gran, es más por la tristeza que me causó la noche que un mediocre profesional de la ciudad, cuya real riqueza es la acumulación de capital y nada más, le exigió a mi querido y buen amigo Patrocinio Ararat que en vez de llamarlo con el diminutivo de su nombre le dijera así, con mayúscula, Doctor.
-¡Pobrecito – me dije-. Tranquilo Patro en éste podemos confiar siempre.
-¿Por qué, Negro?
-Porque es una mala persona y las malas personas, como alguna vez lo afirmara el gran escritor norteamericano William Faulkner, no cambian jamás.
Deplorable, hasta punible tanta ignorancia ávida de titularismo. Lo inmerecido anhela y hasta exige que le digan “Doctor”.
El título de doctor vale en el currículo para conseguir empleo más que para fortalecer el diálogo cortés, cariñoso, amable, entre los miembros de una comunidad que como la nuestra (la colombiana) hipócritamente cree incentivarlo a partir de un concepto burocrático y politiquero sin poner en claro la referencia lingüística a la que debemos acercarnos cuando de él se trata.
Según la Real Academia Española de la Lengua, doctor (Del lat. doctor, -ōris). significa:
1. m. y f. Persona que ha recibido el último y preeminente grado académico que confiere una universidad u otro establecimiento autorizado para ello.
2. m. y f. Persona que enseña una ciencia o arte.
3. m. y f. Título que da la Iglesia con particularidad a algunos santos que con mayor profundidad de doctrina defendieron la religión o enseñaron lo perteneciente a ella.
4. m. y f. En lenguaje usual, médico, aunque no tenga el grado académico de doctor.
Digamos que extensivamente doctor, según los patrones etimológicos del profesor Max Gómez Vergara en Tunja, es el médico, la persona que ha estudiado cómo curar: Nos decía este gran Maestro, en la UPTC, que en Latín Medieval, doctor era el erudito, la persona que a partir del verbodocere(enseñar), vocablo de donde proviene doctor, docente, dócil (que recibe fácilmente la enseñanza), doctrina, decorar, es capaz de instruir, formar, dejar aprender, que su origen era indoeuropeo y nacía de la palabra dok o dek que significa hacer o lograr que se acepte. De la misma raíz poseemos en español las palabras, como ya mencioné, decorar, decoro. De la raíz deks, también nace diestro, que está a la derecha. De la misma familia : decente, digno, disciplina, discípulo, heterodoxo, ortodoxo, paradoja, sinécdoque, entre otras.
La doctoritis, vista desde los escalones piramidales de la mediocridad es una inflamación del alma, es una patología que afecta la calidad de alma de los miembros de una nación. Su uso y abuso demerita a quienes en verdad son doctos en su quehacer profesional y personal. Ser doctor, entonces, es un valor del corazón, del alma, del espíritu y no está precisamente en los años dedicados a la supuesta investigación después de un pregrado, ni en un cartón. De esos, aunque hayan pertenecido a las mejores universidades nacionales y extranjeras, hay pocos en el país. Muy pocos.
“Y es que a pesar del déficit histórico de personal capacitado al más alto nivel académico y científico que indica, por ejemplo, que en el país apenas el dos por ciento del profesorado universitario cuenta con título de doctorado, en tanto que el promedio en América Latina es el 6 por ciento, con Chile y Argentina a la cabeza con 12 por ciento, Venezuela 6 por ciento, México 3 por ciento, la tendencia de la mayoría de las gentes es la de dirigirse a los demás con el término de doctor, esperando que estos a su vez le devuelvan el halago. Este intercambio de llamados les excita y les hace sentirse mejor.
Mientras en 2003 Estados Unidos reportó 44.410 nuevos doctores, Canadá 8.874, España 7.539, Brasil 6.890, Corea 6.102, México 1.249, Colombia sólo registró 44, dice un estudio de la Universidad de Antioquia. El mismo estudio dice que en el 2003 el Alma Máter otorgó en maestrías y doctorados, estímulos, becas y exenciones por un valor aproximado a los $558 millones y en 2004 por un valor cercano a los $611 millones,
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