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Pensando el pueblo feminista hoy.


Enviado por   •  23 de Octubre de 2016  •  Trabajo  •  2.621 Palabras (11 Páginas)  •  211 Visitas

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Pensando el pueblo feminista hoy: aportes desde la lectura de “Los movimientos de mujeres en Argentina y la emergencia del pueblo feminista” por Di Marco, Graciela.

Fernandez Rivas, Angélica                28994096

Juan Ghielmetti                                36069906

Mendoza, Alejandra                        20863768

Vázquez Herrera, Paula DNI:         35.996.347

2016

La conformación de un pueblo feminista, al decir de Graciela Di Marco, es producto de reunir en la lucha por la legalización del aborto (“demanda que condensa la lucha por la ciudadanía de las mujeres, esto es, ejercer la libertad sobre sus propios cuerpos[1]) otros reclamos tales como el trabajo digno o la denuncia contra la violencia hacia las mujeres.

Esta demanda como pueblo feminista, categoría acuñada por la autora, ataca las bases del discurso del patriarcado y es fundamentalmente un anhelo profundo por una sociedad laica y plural que sobrepase “los discursos de la hegemonía patriarcal representada hegemónicamente por la jerarquía de la Iglesia católica”. (Di Marco, 2010)

La construcción de ciudadanía en las mujeres recorre un camino histórico prolongado ya que el sistema patriarcal como organizador de las prácticas sociales es anterior al capitalismo y se arraiga en nuestra cultura occidental como ningún otro sistema, penetrando en nuestros supuestos básicos y en nuestra cotidianeidad.

En el ensayo analizado, Di Marco apunta a reflexionar sobre cómo las relaciones de género operan en las instituciones, las organizaciones y fundamentalmente en los sistemas simbólicos, haciendo énfasis en la fuerte influencia del integrismo católico argentino y su ataque permanente sobre los derechos de las mujeres. En otras palabras, la lucha por el aborto legal plantea una reformulación de las categorías de Justicia y Ciudadanía.

Resulta importante en el análisis pensar la noción de Derecho. Tomando los aportes de Carlos Dasso, “durante los siglos XVII, XVIII y la primer mitad del S XIX, la función de las leyes según lo concebía la ilustración, no era garantizar cierto número de libertades, sino asegurar la propiedad, porque era la propiedad y no la ley la que garantizaba la libertad”.[2]Los derechos se presentan como una relación de poder. Tenía derechos quien poseía propiedad.  Avanzado ya el siglo XIX se trabajó en la reivindicación por los derechos del hombre y el ciudadano, sus derechos políticos y “por la reducción de la desigualdad de clase a través de los derechos sociales (siglo. XX)”[3].

No obstante, entendemos que esta conquista de derechos no refiere a las mujeres ni apela a una cuestión comunitaria. Luis Quevedo afirma que “cuando los franceses decían <> no hablaban de las mujeres, eran declaraciones que se referían al hombre como ser contrapuesto a la mujer” (Quevedo, 1996). La Modernidad se encargó de exaltar las capacidades de los varones en detrimento de las mujeres. Tanto esta matriz como la presencia de la Iglesia Católica en decisiones en esferas estatales, por ejemplo la educación, han configurado una identidad como Nación argentina que es preciso revisar y de-construir si queremos avanzar en un debate fraterno y desprejuiciado.

A partir de la lectura de Diana Maffía en su intervención en un taller de Géneros y Educación Popular, podemos reflexionar que el feminismo crítico se piensa desde una visión “comunitarista”.[4] Esto significa que “para llegar a ser individuo primero hay que ser recibido amorosamente por una comunidad y segundo, tiene que tener derecho a desplegar su identidad”. De esta manera se presenta un conflicto respecto a las múltiples identidades que habitan a una persona y en cómo garantizar estos derechos dado que, por ejemplo, “desde el punto liberal se considera que obligar a una mujer a usar chador es una cosa espantosa y hay que prohibirla” (Maffía, 2007), sin embargo hay mujeres islámicas que sostienen que el chador es una marca de identidad y obligarlas a eliminarlo es una exigencia imperialista. Entonces… ¿qué mujer tiene razón? Utilizamos este ejemplo para pensar que las mujeres del pueblo feminista son habitadas por múltiples identidades, complejidades y disputas, las cuales generan que la cuestión de sus derechos se vuelva imbricada y plena de desafíos.

Hacemos mención a esto también para marcar las múltiples tensiones que, entendemos, se construyen al interior del pueblo feminista: aquel conjunto de mujeres que han construido conciencia en una particular relación dialéctica individua-sociedad.

Por otro lado, un nuevo desafío se presenta al pensar si hoy en día, el pueblo feminista disputa el poder necesario para definir sus problemas comunes, cómo abordarlos, qué tratamiento se les dará, qué relaciones sociales nuevas es necesario (y se están intentando) construir como sociedad, etc. En otras palabras, pensar si hoy el pueblo feminista es parte del proceso de construcción de su derecho básico a tener derechos.  En ese sentido, Elizabeth Jelin apoyándose en Van Gunsteren, nos indica que existe cierto riesgo en reificar el concepto de “derechos de ciudadanía” y pensarlo como “un conjunto de prácticas concretas: votar en elecciones, gozar de libertad de palabra, recibir beneficios públicos en salud o educación (…)” (Jelin, 2003) invitándonos a pensar que si bien esto constituyen un eje en la lucha por la ampliación de derechos en un momento histórico dado, es menester entender que la ciudadanía hace referencia a “una práctica conflictiva vinculada al poder, que refleja las luchas acerca de quiénes podrán decir qué en el proceso de definir cuáles son los problemas comunes y cómo serán abordados”.  

La consigna acuñada en mayo de 2005 a partir de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito fue Educación Sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir. La misma sintetiza una demanda del pueblo feminista, mujeres de la clase trabajadora, del campo de lo popular, mujeres de sectores medios e incluso abuelas y madres de Plaza de Mayo tal es el ejemplo de Nora Cortiñas.  

Esta demanda cohesiona diversos sectores refiriendo a cuestiones de democracia y equidad social, ya que en Argentina se calcula que alrededor de 500 mil mujeres recurren cada año al aborto clandestino, mostrando cómo la penalización no impide su práctica, sino que la hace peligrosa fundamentalmente en mujeres de escasos recursos. El aborto es parte de la cotidianeidad de medio millón de sujetas que año a año desoyen mandatos sobre sus cuerpos y sus vidas, trayendo al escenario público un tema crucial: la maternidad debe ser voluntaria, deseada, proyectada.

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