Por Que No Leen Los Jovenes
macamila7 de Mayo de 2015
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¿Por qué los jóvenes leen mal?
Por CARLOS SÁNCHEZ LOZANO
“Lo que me maravilla de los libros que me gustan es que me abren puertas, me muestran rincones que yo no conocía de mí o que tenía miedo de explorar. Y es que es bueno ser capaz de abrir las propias puertas”.
Antonio Lobo Antunes, escritor portugués
¿Por qué le alarma a una sociedad que sus jóvenes no lean?
En la encuesta sobre hábitos lectores y consumo de libros en Colombia (Fundalectura, Cerlalc, Cámara Colombiana del Libro, 2001) los jóvenes no aparecen como buenos lectores. La gran mayoría aparece en la franja de los “no lectores habituales” (21%). Y su consumo de libros por año genera preocupación: 1 libro/ año (que incluso puede ser el texto escolar). Las respuestas “No me gustan”, “No los entiendo”, “Prefiero gastar el tiempo libre oyendo música”, son recurrentes en la franja 12-17 años.
La tendencia según la cual leen incluso más los niños que los jóvenes aparece no solo en Colombia sino en gran parte de países europeos. Un estudio de 2003 en España concluye: “Es evidente la preocupación por la tendencia a la baja de los índices de lectura de libros, especialmente entre la población más joven”. En la Encuesta Nacional de Cultura de Colombia (2002), sin embargo, de parte de los jóvenes encuestados, hay una actitud prospectiva que es positiva: “Nos gustaría leer más”.
En consecuencia no podemos –a veces se hace- hablar de un franco distanciamiento de los jóvenes hacia los libros ni concluir que la cultura audiovisual o internet los atrapó volviéndolos alfabetos funcionales, dominados por las nuevas tecnologías. “Autistas, ignorantes y ciegos”, según los definiera en un acre comentario un novelista francés. En nuestro medio, a diferencia del español, por citar un caso europeo, no hay políticas públicas que estimulen la circulación ni promoción de los libros y el sistema escolar no es particularmente el espacio propicio para generar en los adolescentes acercamiento o construcción del hábito lector.
Muchas escuelas y colegios carecen de libros, de biblioteca, de bibliotecario, de docentes lectores habituales. El hogar tampoco es el lugar de origen de una actitud lectora. Según la encuesta citada al comienzo, el 85 por ciento de los colombianos, tienen menos de 5 libros en su casa: la mayoría textos escolares, libros de referencia, atlas, libros de colección o libros viejos.
Apenas hasta hace dos años, el Plan Nacional del Libro y Bibliotecas, promovido por la Presidencia de la República y el Ministerio de Cultura, empezó a dotar las bibliotecas municipales, pero incluso todos estos esfuerzos parecen insuficientes para enfrentar la cruda realidad: el nuestro no es un país lector. Y en el caso de los adolescentes es todavía más claro el diagnóstico: nadie, o a casi nadie, le importa su construcción como lectores.
Si bien no contamos con un estudio confiable que nos ayude a entender la actitud de los adolescentes frente a la lectura (otro vacío: no hay investigación académica o empírica sobre el tema), nos toca, forzosamente, lanzarnos al campo de las inferencias e intentar escribir un perfil ideal de nuestros chicos y chicas como lectores. Hay algunas conclusiones –netamente provisionales- que se pueden sacar (espero no ser tan atrevido):
• Los jóvenes sí leen y escriben. Que no muestren interés hacia lo que el sistema escolar exige escribir y leer, es otro asunto.
• Los jóvenes carecen de espacios de diálogo y de información (publicaciones, programas de radio de televisión, internet, etc.) para hablar con los adultos o con sus pares sobre libros escritos para su franja.
• El medio escolar, muchos profesores, con su actitud enfermiza de obligar a leer “los clásicos” están fomentando animadversión hacia los libros y la lectura.
• Es necesario entender de una vez por todas que los jóvenes de hoy conviven con diversas tecnologías de información (la televisión, el cine, los videojuegos, internet, la radio). El libro ya no es el objeto sagrado de información que fue para dos generaciones atrás.
• Si existen opciones de diálogo y de acercamiento sincero con los adultos, no autoritaria ni basada en argumentos del tipo “lea para que no se vuelva idiota”, podría empezar a construirse entre los adolescentes una actitud más atenta hacia la lectura de los libros y revistas.
• Cada joven es un lector único y resemantiza de un modo personal lo que lee. Los jóvenes –en un sentido- no son “lectores críticos”, objetivos, pues lo que buscan en los libros es un “yo” sincero que les hable a “ellos” como sujetos exclusivos.
• No hay canon de lectura ni de libros entre los adolescentes. Puede ser tan embriagador –y decir tanto- Paulo Coelho como Franz Kafka. Es labor de los mediadores de lectura –el docente, bibliotecario- ayudarlos a avanzar en la calidad de sus lecturas, que no es otro modo, que ayudarlos a construirse como lectores adultos.
• Los adolescentes nunca olvidan un buen docente o un bibliotecario que les abre las puertas a la lectura.
Los jóvenes, la realidad y sus escenarios
• En este momento un muchacho le dispara a otro en una comuna del distrito de Aguablanca, en Cali.
• Un joven desplazado, con el corazón destruido y la ira más absoluta en el corazón, planea vengar la muerte de su padre.
• Una adolescente guerrillera lee un libro que por casualidad cayó a sus manos. Sueña en que otros de sus compañeros tengan oportunidad de leer ese libro fascinante que ella lee.
• Una jovencita le presta a otra la novela Eso no me lo quita nadie de Ana María Machado. Le dice: “Súper, hermana”.
• Un muchacho que asiste a una conferencia del escritor colombiano Efraim Medina levanta la mano y le dice: “Su libro Yo tuve un amor y tuve que matarlo, me cambió la vida”. Yo, que también asisto a la misma conferencia, no pido la palabra y grito: “¡Ese libro es una mierda!” Los jóvenes se me vienen encima a comerme vivo.
• Una adolescente, que sospecha estar embarazada, reflexiona sobre un pasaje de Deshojando margaritas de Walter Riso. Hay algo en esas trescientas palabras que la detienen a tomar una decisión.
• Un joven de quince años, que desertó de las AUC, y ahora se encuentra en un hogar de refugio del ICBF en un plan de reintegración a la sociedad, oye fascinado como Beatriz Elena Robledo le lee La hija del espantapájaros de María Gripe. Llora cuando Beatriz dice: “Terminó”.
• En una aula de clase mientras la profesora de español ordena leer El Quijote para dentro de 15 días y extractar los personajes principales y secundarios, los temas claves, el tiempo y el espacio, y hacer un comentario escrito sobre la obra, una adolescente le pasa a otra por debajo del pupitre Juventud en éxtasis de Carlos Cuauthémoc Sánchez.
• Un adolescente que sabe que no podrá terminar la secundaria porque ha muerto su madre, quien sostenía la casa, mira a través de una ventana hacia la calle. Pero en verdad está mirando hacia dentro.
• Mientras que un adolescente está frente a un televisor concentradísimo intentando no dejando matar su personaje del videojuego, otro que hace una pausa en su lectura de El retrato del artista adolescente, lo mira, lo mira.
La hora de las propuestas
No podemos quedarnos en la mera enumeración de los problemas o del diagnóstico, sino que es necesario que pasemos a una fase prospectiva de trabajo. Algunas de mis propuestas en favor de construir una cultura lectora en los jóvenes son las siguientes:
1) Hacer una reflexión sistemática (que puede ser una encuesta acompañada de análisis) sobre la forma como los jóvenes se están acercando a los libros en el sistema escolar.
2) Determinar a través de un Decálogo (a mí me gusta mucho el número 10) el modo como el aula y la biblioteca escolar y la pública pueden significar un espacio de libertad y de acercamiento reconstructivo a la lectura. Se incluye aquí la idea de hacer un Rincón de lectura para los jóvenes en cada colegio y en cada biblioteca.
3) Elaborar los perfiles de lectura de la heterogénea gama de adolescentes.
4) Reconocer las rutas culturales a partir de las cuales los jóvenes se pueden acercar a los libros considerando que los adolescentes son seres en construcción (no niños, pero tampoco adultos), que intentan configurar su identidad. Esta identidad –frente a sí mismos, y frente a la realidad- puede adquirir una dimensión crítica si está en diálogo con los libros y si hay mediadores (el docente, el bibliotecario, los padres, un librero) que facilitan su acercamiento a ellos. Un adolescente que lee es diferente al que no lee; el primero tiene más referentes para intentar entenderse y comprender de un modo más crítico la realidad que lo rodea, “el jardín que debemos cultivar y que nos tocó en suerte”, como dice Voltaire.
5) Determinar la viabilidad de algunas estrategias de promoción de lectura en el aula y en la biblioteca.
6) Colaborar en la actualización del catálogo de libros y lecturas (ficción y libros informativos) ofrecidas a los usuarios adolescentes.
7) Estimular la elaboración de una página web para promover la lectura entre adolescentes, bibliotecarios y maestros de adolescentes.
Las frases que guiaron este texto
He ahí, pues, algunos de los aspectos que trataremos en la jornada que sigue. Únicamente me gustaría agregar que los jóvenes no son marcianos y que, como usted o como yo, tienen una gran necesidad de saber, una necesidad de decir bien las cosas y de decirse bien, una necesidad de
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