SONRISAS ROTAS
Enviado por renzo200 • 11 de Julio de 2015 • 1.759 Palabras (8 Páginas) • 269 Visitas
¡SONRISAS ROTAS!
El intenso frio extracta la congoja de la noche que se ve entremezclada con la sonrisa fingida de un niño que deambula desesperado por las estrechas y peligrosas calles huamanguinas buscando la maldita droga para calmar la angustia que lo tiene aturdido, desesperado y transformado hasta el punto de cometer una barbarie que podría condenarlo, marginarlo y estigmatizarlo para toda la vida.
De pronto, ese endeble y frágil niño de tan solo nueve años de edad se sienta desesperado en el suelo y ante la mirada de los transeúntes inhala terokal acompañado de otros cuatro pequeños de 11, 12, 13 y 14 años de edad que han perdido la vergüenza y el miedo del qué dirán porque el vicio los tiene atrapados y buscan a como dé lugar calmar su angustia.
La noche pareciera que se dilatará más, mientras tanto, esos frágiles niños siguen drogándose, algunos buscan a sus víctimas para arrebatarles sus pertenencias generalmente son los parroquianos que salen en estado de ebriedad de los antros de perdición, mientras otros muy agotados duermen en medio de la inclemencia del tiempo.
Lo cierto, es que estos niños literalmente olvidados por sus progenitores han olvidado lo que significa un cuaderno, un lapicero, un libro, un cuento, un diccionario, porque la maldita droga se apoderó de ellos arrastrándolos a robar para conseguir dinero y correr a comprar pasta básica de cocaína, terokal y otras sustancias toxicas.
Pero, ¿Qué pasa con estos niños? ¿Por qué se refugian en las calles?, según datos de la Fiscalía de Familia, la mayoría de niños proceden de hogares disfuncionales, padres alcohólicos, padres drogadictos, madres dedicadas al meretricio, padres involucrados en bandas delincuenciales, hogares donde la violencia familiar es el pan de cada día, niños huérfanos, padres encarcelados y la falta de comunicación entre padres e hijos.
Mientras tanto, los niños que viven en las calles van en ascenso y la delincuencia crece más, porque los protagonistas de esta triste historia no sólo se drogan, roban y violan. Hoy muchos se han ensuciado las manos con sangre como relata José de 10 años de edad testigo presencial de un asesinato.
“Yo estaba con mis amigos por el jirón Manco Capac, era las dos de la madrugada, y vimos que dos de ellos peleaban con puñetes y patadas, pero César sacó su cuchillo de cocina y empezó a clavarle de frente en el corazón a nuestro amigo, le seguía clavando, le punzaba hasta que cayó y él que lo mató escapó y nos amenazó con matarnos si contábamos a alguien. Nadie quería acercarse a recoger a mi amigo, y seguía sangrando. Me asusté y decidí irme” relata José
José, a su corta edad, fue también testigo de violaciones y robos a mano armada, sin embargo, no ha servido de escarmiento para que decida retornar a la selva ayacuchana junto a sus padres que seguramente sufren por la partida inesperada de su hijo que ha cambiado los libros por la droga.
“Yo me escape de la selva porque mis papas me pegaban demasiado, ahora me dedicó a cantar en los carros y de pasito vendo caramelos a diez céntimos lo que gano es para comprar comida y terokal que me cuesta la lata tres soles en cualquier ferretería, a veces ya no quiero pero mis amigos me dicen que soy un tonto. Me dicen también que debo robar, pero cuando uno roba te lleva la policía y te hace barrer el patio y eso no quiero” atestigua, mientras desesperado se pone una galleta a la boca para calmar el hambre
José, es muy amigo de Ángel más conocido como “Duglas” de 9 años de edad, ellos viven con la abuela Francisca de 78 años una mujer muy sufrida que tuvo que hacerse cargo de su nieto tras la muerte de su hija y pese a su precaria situación económica los ayuda.
La oscuridad de la noche
Mientras la abuela descansa en los cueros de oveja y frazadas sumamente deterioradas, su nieto Ángel y José transitan en las peligrosas calles de Huamanga buscando el momento preciso para inhalar terokal, lo mismo que hacen otros niños que oscilan entre 8 y 15 años.
“Tengo que vender caramelos y cantar en los micros para recolectar dinero y comprar terokal a veces compró comida para llevar a mi abuelita. Tampoco estudio, porque no hay plata y prefiero cantar en los carros” relata Ángel.
Mientras Ángel describía ciertos pasajes vividos literalmente se me prendió el foquito y le pido que cante un tema dedicado a la abuela Pancha, él muy avergonzado y un tanto tímido se anima, instantes en los que, en mi condición de madre, me quiebro y derramo lágrimas al escuchar a Ángel que canta expresando tristeza en sus ojos.
“Maíz hermano granito eterno, jinete de rayos negros
abrigo de niños tristes, si al silencio te condena ruges en las cataratas
y eres fuego. Si padeces en las grutas alza tus brazos poblados y así vuelves
Aunque el tirano te muerda, siempre serás maíz maíz, aunque te arranquen los ojos
siempre serás maíz maíz. Himnos de bravas calandrias wacchapa kallpan wañupi cauasa chinki
Pancito de la ternura humilde oro de mil corazones
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