Sentencia
Enviado por canaguarita • 1 de Noviembre de 2013 • 2.890 Palabras (12 Páginas) • 277 Visitas
“Genocidio social”
, es la destrucción sistémica y sistemática de la condición social de capas crecientes
de la población, sean clases medias o bajas, condenándolas a una precariedad de supervivencia o
arrojándolas a la exclusión social. El sociólogo Daniel Feierstein lo sitúa en prácticas que arrasan la
identidad social correlativa a las relaciones sociales dadas por la inserción en el sistema y además
eliminan la autonomía individual.
Si hablo de genocidio social y no de crisis, es porque no está producido por la crisis. Está impuesto
aceleradamente por políticas neoliberales deliberadas y no es consecuencia directa del crash financiero
de 2008 en Wall Street y la City londinense.
Como no tengo tiempo aquí de argumentar lo que tantos estudios demuestran de la coalescencia entre
políticas neoliberales y estragos del capitalismo financiero, desde los 80 hasta el estallido de su burbuja
en 2008, y ahora en la recesión que agravan, solo os citaré la viñeta del Roto que lo resume: “La
operación ha sido un éxito, hemos logrado que parezca una crisis lo que ha sido un saqueo”. “Un
discurso pestífero enteramente al servicio del discurso capitalista”, este vaticinio de Lacan en el 72, me
parece se puede aplicar al cinismo y la corrupción de los gobiernos dominantes.
También con términos de Lacan, diría que los impactos subjetivos del actual genocidio social están
causados por los retornos de lo real del discurso capitalista, en ese falso y pervertido discurso del Amo
que no inscribe su real como imposibilidad. Que nada es imposible en el discurso capitalista lo prueban
los poderes políticos que en su pestífero discurso realizan el rostro mas inhumano del capitalismo
cuando éste requiere que su sed de beneficios rentistas succione la condición social de la gente a la que
dejan exsangüe en sus vidas. El significante PIGS (cerdos) que juntó las siglas de los países de Europa
del Sur, indicaba bien en que cochiquera iban a sumergir desde 2008 a estos países.
Lo real de ese sacrificio impuesto por el poder político-financiero que nos gobierna despoja ahora a los
individuos de su anterior estatuto en el discurso capitalista de productores y consumidores que mantenía
la máquina del capitalismo de producción. Como dijo el nada tonto inversor capitalista Warren Buffet,
los activos financieros han sido “armas de destrucción masiva de la economía capitalista productiva” y
las políticas salvadoras de la quiebra de los poderes financieros las generadoras de precariedad o
exclusión social para la población.
Entendamos, lo primero, con el psicoanálisis que los sujetos en sus estados de malestar están
doblemente condicionados por la identidad social dada - o exterminada - por el capitalismo y por el
ser sintomático particular que se cifra en el inconsciente que afecta a los individuos como sujetos.
El capitalismo de las últimas décadas imponía realmente a los individuos proletarizados el síntoma
social no tener discurso alguno con el que sostener un lazo social. Este fue el diagnóstico de Lacan en el
74. Pienso que fue la primera práctica social genocida del discurso capitalista acelerado por las
políticas neoliberales que dejaba a los individuos en anonimato y soledad. Ahora, desde las apresuradas
políticas decididas tras las crisis financiera de 2008, se les impone algo aún peor, ya no solo la carencia
de lazo social sino – otra vuelta de tuerca- la devastación de la identidad social individual, vuelvo a
decirlo, precarizándola o reduciéndola a la segregación de ser objetos de desecho del sistema:
desahuciados de él, o sin futuro en él.
El shock, lo traumático de ese real se experimenta en los afectos que produce en los sujetos, no su
particular condición de sujetos de un inconsciente, sino la creciente pérdida de su condición social .
Por tanto, voy a hablar ahora solamente de lo que en nuestra práctica psicoanalítica y en otros lugares
podemos acoger de esos afectos impuestos y de sus incidencias subjetivas. Cierto es, lo comprobamos
en la clínica, que no son separables de los malestares añadidos por las patologías particulares, pero hoy
aquí hablaré del estado de malestar que no es responsabilidad de los sujetos en su modo sintomático
de gozar de su inconsciente, sino de los gobiernos.
Está la angustia, afecto de lo real del viviente en su cuerpo, de un real excluido de lo Simbólico. No es
ya tanto la angustia ligada al agujero del goce, en la falta-en-gozar producida por los plus-de goce
mercantilizados o al sinsentido de la vida, sino mas una angustia como incertidumbre por la radical
falta del Otro que respondiera de la existencia del sujeto. Es la sensación de la amenaza del sin futuro
alguno de su vida. Es una angustia que se acompaña de impotencia subjetiva al no poder hacer nada en
la soledad del individuo para asegurarse un empleo o anticipar llegar a fin de mes sea estrechando los
gastos personales y familiares.
Angustia e impotencia en el desamparo social derivan, con el ingrediente de las ideaciones
fantasmáticas neuróticas, en toda clase de miedos que ofuscan al sujeto. Pero ha estado también el
miedo impuesto por las mentiras con las que los políticos neoliberales han sugestionado a los sujetos
para encubrir sus exacciones. Es lo que el sociólogo Gil Calvo ha llamado “ la política de la
intimidación punitiva” de la que es abanderada Merkel. Es promover un miedo distinto del que
siempre han alimentado los pupulismos. El que los populismos cultivan es miedo y odio al otro como
otro, al goce del Otro. Mientras que los políticos neoliberales europeos inducen el miedo y el odio a
nosotros mismos haciéndonos culpables de nuestra precariedad económica y social. Se ha proclamado
en la cruel ironía del “habeis vivido por encima de vuestras posibilidades” , “ se acabó la fiesta” y
“ahora os tragáis la amarga medicina”, el sacrificio expiatorio. Cruel ironía pues primero con una mano
que se pretendía limpia se ha incitado al endeudamiento crediticio a pagar con el trabajo y al consumo
de goce rentable para las empresas y a continuación sacar la otra mano, la sucia, para culpar al
endeudado y “austerizarlo”.
Pero como las mentiras con las que se aplica el “austericidio” ya han sido más que desveladas, cada vez
menos gente se deja culpabilizar por tales
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