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TRES VIDAS


Enviado por   •  5 de Julio de 2014  •  5.542 Palabras (23 Páginas)  •  253 Visitas

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El día de hoy está lleno de recuerdos de mi vida de trabajo y de las personas a quienes he conocido durante mi carrera. Hoy se recibe Javo∗ de licenciado en administración; cuando lo conocí era solo un chamaco de apenas 17 años sin rumbo en la vida... parece que fue ayer. Hoy Javo tiene 40 años, dos hijos en un matrimonio estable y es gerente de ventas. Cuando lo conocí era un mensajero atolondrado, sin miedo a nada y sin un proyecto definido. Supe que venía de un barrio bravo y que su padre era zapatero. Platicando con Javo me di cuenta que su padre había sido alcohólico, y aún cuando había superado el vicio, las consecuencias eran notorias en la calidad de vida de su familia. Javo tenía siete hermanos y todos tuvieron que trabajar desde chicos, pues lo que ganaba el padre no les alcanzaba.

A Javo lo conocí por Pepe, el contador en la empresa. Requeríamos un mensajero para el área de ventas y Pepe sabía que Javo necesitaba una chambita para poder ayudar en su casa. Después de entrevistar a Javo le di una oportunidad y entró a trabajar con muchas ganas. Uno de los primeros servicios que le pedí fue que entregara un pedido urgente; confié en él porque me aseguró que sabía manejar. Fue una suerte que llegara bien la entrega, pues un par de días después, mientras Javo suplía al chofer, me di cuenta que no sabía conducir. Su osadía y disposición para aprender pronto, aunque a veces lo metían en aprietos, le fueron de gran ayuda.

Cuando un par de años más tarde me había cambiado de trabajo y necesité otro mensajero, le hablé de nuevo a Pepe pues su primera recomendación me había servido de mucho. Pepe me recomendó ahora a Mauricio. El nuevo mensajero resultó ser amigo de Javo, eran vecinos de colonia y habían crecido juntos. Pese a su origen común, poco a poco conocí algunas diferencias importantes. Por ejemplo, Mauricio solía animar los lunes con historias de fiestas que él había transformado en trifulcas cualquier fin de semana. Javo en cambio había dejado atrás los ambientes de violencia. Era curioso que la vida hubiera puesto a dos amigos trabajando conmigo en actividades similares pero en lugares diferentes.

∗ Todos los nombres y apodos han sido cambiados para proteger las intimidades de los personajes.

Pepe, el contador que me recomendó a Mauricio y a Javo, se había quedado en el anterior trabajo, donde lo promovieron a gerente administrativo. Como los padres de Javo y Pepe eran amigos, ambos se frecuentaban y era así como me enteraba de su vida. En ese momento sabía que Pepe tenía un trabajo estable y bien remunerado y que todo parecía sonreírle en la vida.

Hoy me pregunto, a 20 años de distancia, qué hace que unos prosperen y otros no. En ese entonces conocía a tres personas que vivían en un medio social similar, y luchaban por hacerse de un lugar en la vida. Tenían sus diferencias, claro, pues cuando me presentaron a Pepe él ya era licenciado en contabilidad, mientras que Javo y Mauricio eran apenas dos chamacos que todavía iban y venían por la adolescencia. Hoy Pepe está muerto. Mauricio ha estado varias veces en la cárcel, y supe que lo abandonó su esposa por maltrato. En este momento Javo ya ha hecho su protesta como licenciado.

A Mauricio, al igual que a Javo, hubo que mandarlo a clases de manejo. Al igual que a Javo se le insistió en que hicieran la preparatoria. A Javo le costó mucho trabajo, pues no era muy dado al estudio, pero me consta que su empeño dio buenos frutos y pudo terminar la prepa abierta. Mauricio, aunque más listo, estaba menos dispuesto al estudio, y cuando lo mandaba a la escuela, me enteraba que no iba, y que el tiempo que le daba lo empleaba en vagar en la colonia.

Al pasar el tiempo ambos crecieron y se enamoraron de unas chicas. Mauricio se casó primero y Javo un año después. Recuerdo que poco antes de su boda, Javo me aseguró que algún día terminaría una carrera y sería un buen ejemplo para sus hijos. De manera que no me sorprendí cuando Javo decidió probar fortuna y se fue a trabajar a otra empresa; por tener habilidad para las relaciones públicas y ser muy amiguero se fue haciendo camino. En algún momento terminó como vendedor con una camioneta de reparto a su cargo. La camioneta le era cargada en la mañana y él iba de tienda en tienda colocando producto.

Mauricio siguió conmigo. Él era muy amiguero y con bromas se ganaba la estima de sus jefes; sin embargo, conforme tomaba confianza, iba haciendo su trabajo con menor puntualidad, sobre todo los lunes. Una de sus nuevas funciones era recoger la nómina en día de pago. Un día lo asaltaron después de cobrar la nómina en el banco. Llegó golpeado y sin el dinero después de horas de tardanza. Fuimos ese día a la delegación y después de un día muy largo al fin pudimos levantar el acta, misma que enviamos al seguro para reclamar el monto de lo robado. La pérdida no ascendió a más del deducible.

Los problemas de puntualidad de Mauricio se hacían más frecuentes, hasta que llegó el día en que tuve que regresarlo a su casa porque llegó borracho. Fue la primera vez, pero estaba muy lejos de ser la última. El gerente administrativo por aquel entonces le había tomado afecto y le perdonaba todo, hasta que un día llegaron unos judiciales y se lo llevaron. El mismo gerente administrativo lo ayudó a salir de la cárcel; todos estábamos sorprendidos. Mandé llamar a Mauricio a mi oficina. Después de un rato de plática, me contó que se lo habían llevado por problemas con su esposa.

— Ire inge....le pego porque no me late que nomás esté ahí en la casa.

— O sea que te demandó por lesiones...

— Sí, ¿usté cree? Esas cosas son de familia y pa que se queden dentro. O usté dígame qué tenía que ir con su papá a denunciarme.

— ¿Has estado tomando, verdad Mauricio? Y ya tomado siempre te pones violento, de seguro. Dime ¿por qué no tratas de dejar el alcohol?

— Trato inge, incluso ya ve que hasta estuve jurado y no aguanté, pues los cuates me jalan duro.

— ¿Eres alcohólico de plano? ¿Sientes que tu cuerpo te pide alcohol para sentirse bien, si no te entra ansiedad?

— No, no es eso. La verdad que lo que me gusta es la baraja y ahí pus nos tomamos algunas copas

— ¿De la jugada sí te has hecho vicioso?

— Vicioso, vicioso no, pero sí me gusta mucho. Cuando quiera dejaré de jugar, en serio.

— ¿Por qué no te alejas de esos cuates que te llevan al alcohol? Sin duda todos esos moretones que a veces tienes se relacionan con ellos, ¿verdad? Mauricio, date cuenta que los verdaderos amigos no te muelen a golpes, ni te bajan tu dinero.

— Sí inge, voy a tratar, se lo prometo por mi mamacita que no vuelve a pasar.

Aunque estaba consciente de que su situación requería

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