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Vida Y Virtud


Enviado por   •  19 de Junio de 2013  •  2.226 Palabras (9 Páginas)  •  291 Visitas

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VIDA Y VIRTUD. (FRANCISCO DE ASÍS).

Enemigo de la vanagloria

Verano, 1221)Después del capítulo general, repuesto un poco de su enfermedad, Francisco emprendió una gira apostólica por el centro de Italia. Fue tal vez en esta ocasión cuando, un día, después de predicar delante de la catedral de Terni, el obispo despidió al pueblo diciendo: "Desde que el Señor plantó y edificó su Iglesia, no ha dejado de adornarla con hombres santos que la hacen crecer con sus palabras y su ejemplo. Ahora, en nuestros días, la ha enriquecido con un hombre sencillo, humilde e iletrado. Por eso debéis honrar y amar al Señor, evitando todo pecado, ya que 'con ninguna nación obró así". Tanto agradaron a Francisco estas palabras, que se echó a sus pies, exclamando con satisfacción: "¡Messer, nadie en el mundo me ha honrado tanto como tú ahora. Los demás dicen que soy un santo y alaban a la criatura, no al Creador. Tú, en cambio, has sido discreto, sabiendo distinguir lo que es precioso de lo que nada vale.

Todo el esfuerzo de Francisco iba dirigido a edificarse a sí mismo sobre la humildad aprendida de Cristo, por eso sólo miraba a sus fallos y su mayor ilusión era crecer en la virtud. Humilde en el vestir, en los sentimientos y en la valoración de sí mismo, aparecía ante los demás como el menor de los menores. No había arrogancia en sus palabras, ni afectación en sus gestos, ni ostentación en sus obras. De buena gana se sometía a los demás, dejándose guiar mejor por el consejo de un compañero que por el suyo propio; y prefería la crítica a la alabanza, porque aquella le obligaba a corregirse, mientras el elogio lo ponía en peligro de caer.

Austeridad en el comer

(Otoño, 1221).>Del 1 de noviembre al 25 de diciembre Francisco hizo la cuaresma de San Martín en Poggio Bustone, cerca de Rieti y, por su enfermedad, los hermanos le condimentaron algunos platos con tocino. Mas, cercana ya la Navidad, mientras predicaba a un grupo de comarcanos, les dijo: "Sé que venís a verme con gran devoción, porque me consideráis un santo; pero yo confieso ante Dios y ante vosotros que durante la cuaresma he tomado alimentos con tocino". Más tarde, diría también a sus compañeros: "En los eremitorios, como en cualquier otro lugar, quiero ser ante Dios tal como la gente me ve, pues si ellos me consideran santo y no vivo como tal, sería un hipócrita".

Porque le parecía imposible satisfacer al cuerpo sin condescender con el placer, las pocas veces que tomaba alimentos cocidos los volvía insípidos echando agua fría o ceniza. Fray Bonaparte, que cocinó para él en un eremitorio, se quejaba diciendo: "yo me fatigo con tanto interés por prepararte algo bueno que te alivie, y tú me lo estropeas todo. Y yo sufro por eso". A lo que replicaba el santo: "Tú haces bien lo que haces, pero yo también hago con buena intención lo que creo es mi deber".

Austeridad en el vestir

Después de Navidad estuvo en la ermita de San Eleuterio, cerca de Contigliano, entre Rieti y Greccio. Como hacía un frío intenso, él y su compañero reforzaron sus túnicas por dentro con unos remiendos, mas él no quedó satisfecho: "He pensado -decía al compañero- que tengo que ser un modelo para todos. Aunque mi cuerpo no lo necesite, no puedo olvidar que mis hermanos pasan la misma necesidad que yo y no pueden remendar sus túnicas. Creo que tengo que ponerme en su lugar y sufrir sus mismas privaciones. Así las sufrirán mejor". Un día, juzgando que sus hermanos se excedían en el comer y en otras cosas, exclamó: "¿Acaso creen que mi cuerpo no necesita un régimen especial? Sin embargo, debo ser modelo y ejemplo para todos y quiero usar alimentos y ropas pobres y vulgares, y estar contento con eso".

La Regla permitía el uso de una segunda túnica sin capucha, en caso de necesidad, y los enfermos podían tener un hábito más suave, a condición de que fuese por fuera áspero y vulgar, porque Francisco recordaba que Cristo alabó al Bautista por la aspereza de su vestimenta, y añadía: "Sé por experiencia que los demonios sienten horror por la aspereza y tientan con más fuerza a quienes viven entre placeres". A quienes no soportaban la asperaza en el vestir los reprendía duramente, en público. Y para avergonzarlos con el ejemplo, en la parte delantera de su túnica llevaba cosida una pieza muy basta de saco.

Como solía regalar el hábito a quien se lo pedía por amor de Dios, a veces le resultaba muy difícil encontrar otro, porque lo quería muy pobre y remendado. Jamás quiso uno nuevo; prefería cambiarlo por la túnica vieja y remendada de otro hermano. Un día le preguntaron cómo podía soportar el frío con ropa tan escasa y él respondió: "No es tan difícil, si estamos inflamados por dentro con el deseo del reino".

El clérigo Tomás de Split, que lo conoció en Bolonia, dará testimonio de la sucia vestimenta de Francisco. Sucia porque sólo tenía una túnica y, según un breviario del 1254, la usaba de día para vestir y de noche para dormir sobre ella, de ahí que, tuviese que sacudirla frecuentemente con un bastón, para librarla de la polilla

Austeridad en el dormir

San Francisco solía dormir sobre una estera de junco o sobre la túnica extendida en el suelo. Por almohada colocaba un tronco, una piedra o un trozo de paño. Muchas veces dormía sentado, apoyado contra una pared. Si hacía frío, se cubría con su propia ropa. Cuando se acostaba, procuraba hacer ruido, para que sus compañeros percataran. En cambio, cuando se levantaba a medianoche para rezar maitines, lo hacía con mucho sigilo.

A pesar de ser tan riguroso, a sus hermanos recomendaba siempre prudencia y les aconsejaba: "El comer, el dormir y otras necesidades del cuerpo deben ser atendidas discretamente, para que el hermano cuerpo no se queje, diciendo: 'Si no me das lo necesario, no puedo tenerme en pie, ni darme a la oración, ni alegrarme en las pruebas, ni hacer otras buenas obras". Pero añadía enseguida: "Si eres moderado con tu cuerpo y lo cuidas de manera honesta y conveniente y, no obstante, el hermano cuerpo resulta perezoso, negligente o somnoliento en la oración, vigilias y otras obras buenas, debes castigarlo como a una bestia de carga". Esta fue su filosofía, que le permitió alcanzar un perfecto dominio de sí mismo.

Ciencia y virtud (El novicio y el salterio)

Por este tiempo, un novicio amante de la lectura, que apenas sabía leer, aprovechó la llegada de Francisco a su eremitorio para

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