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Amadeo Va Al Colegio


Enviado por   •  20 de Junio de 2013  •  1.954 Palabras (8 Páginas)  •  1.415 Visitas

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Inmediatamente, una comisión parlamentaria se dirigió a Florencia para dar parte al duque; el 4 de diciembre acepta oficialmente esta elección, embarcando poco después rumbo a España. Mientras Amadeo I viajaba a Madrid para tomar posesión de su cargo, el general Juan Prim, su principal valedor, murió el 30 de diciembre por las heridas sufridas en un atentado tres días antes en la calle del Turco en Madrid.

Embarque del rey Amadeo en el puerto de La Spezia, Italia en 1870, obra de Luis Álvarez Catalá. En la carpa que aparece a la derecha, pueden observarse tanto las banderas como los escudos de los reinos de España e Italia.Amadeo desembarcó en Cartagena el 30 de diciembre, para llegar a Madrid el 2 de enero de 1871. Allí se dirigió a la Basílica de Nuestra Señora de Atocha para rezar ante el cadáver de Prim. Tras este amargo trago se trasladó a las Cortes, donde realizó el preceptivo juramento: «Acepto la Constitución y juro guardar y hacer guardar las Leyes del Reino», terminando el acto con la solemne declaración por parte del presidente de las Cortes: «Las Cortes han presenciado y oído la aceptación y juramento que el Rey acaba de prestar a la Constitución de la Nación española y a las leyes. Queda proclamado Rey de España don Amadeo I».

La llegada de Amadeo al poder lo único que consiguió fue unir a toda la oposición, desde republicanos a carlistas. Como ejemplo de ello baste reproducir unas líneas del discurso ante las primeras Cortes de la nueva monarquía del líder republicano Emilio Castelar y Ripoll (20 de abril de 1870):

Visto el estado de la opinión, Vuestra Majestad debe irse, como seguramente se hubiera ido Leopoldo de Bélgica (sic, por Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen), no sea que tenga un fin parecido al de Maximiliano I de México...

Amadeo tuvo grandes dificultades debido a la inestabilidad política española. La coalición de gobierno que había levantado Juan Prim se había fraccionado tras su muerte. La Unión Liberal, salvo Francisco Serrano y un pequeño sector, abrazó la aún expectante causa borbónica. Los progresistas se habían escindido en radicales, dirigidos por Ruiz Zorrilla, y constitucionalistas, encabezados por Sagasta.[3] Hubo seis ministerios en los poco más de dos años que duró su reinado, creciendo cada vez más la abstención, Tras un intento de asesinato contra su persona el 19 de julio de 1872, Amadeo I declaraba su angustia ante las complicaciones de la política española «Ah, per Bacco, io non capisco niente. Siamo una gabbia di pazzi — No entiendo nada, esto es una jaula de locos». La situación no parecía mejorar, debido al estallido de la Tercera Guerra Carlista y del recrudecimiento de la Guerra de los Diez Años en Cuba. Además, al empezar 1873, la coalición gubernamental, presa de fuertes fricciones entre los partidos que la conformaban, se separó definitivamente, presentándose por separado a las elecciones.[3]

La guinda la puso un conflicto entre Ruiz Zorrilla y el Cuerpo de Artilleros. El presidente había manifestado su decisión firme de disolver dicho organismo militar, bajo amenaza de dimitir, y el ejército propuso a Amadeo I que prescindiera de las Cortes y gobernara de manera autoritaria.[4]

La tradición madrileña asegura que al mediodía del 11 de febrero de 1873 al rey Amadeo I le comunicaron su «despido» mientras esperaba su comida en el restaurante del Café de Fornos; de inmediato, anuló el pedido, pidió una grappa, recogió a su familia, renunció al trono[5] y, sin esperar la autorización de los diputados (según exigía el artículo 74.4 de la Constitución de 1869), se refugió en la embajada italiana.

Amadeo escribió su mesaje de renuncia, que leyó su esposa. No lo dirigió al Presidente del Consejo de Ministros, sino a la representación de la Nación. Decía así:

“Al Congreso: Grande fue la honra que merecí a la Nación española eligiéndome para ocupar su Trono; honra tanto más por mí apreciada, cuanto que se me ofrecía rodeada de las dificultades y peligros que lleva consigo la empresa de gobernar un país tan hondamente perturbado. Alentado, sin embargo, por la resolución propia de mi raza, que antes busca que esquiva el peligro; decidido a inspirarme únicamente en el bien del país, y a colocarme por cima de todos los partidos; resuelto a cumplir religiosamente el juramento por mí prometido a las Cortes Constituyentes, y pronto a hacer todo linaje de sacrificios que dar a este valeroso pueblo la paz que necesita, la libertad que merece y la grandeza a que su gloriosa historia y la virtud y constancia de sus hijos le dan derecho, creía que la corta experiencia de mi vida en el arte de mandar sería suplida por la lealtad de mi carácter y que hallaría poderosa ayuda para conjurar los peligros y vencer las dificultades que no se ocultaban a mi vista en las simpatías de todos los españoles, amantes de su patria, deseosos ya de poner término a las sangrientas y estériles luchas que hace tanto tiempo desgarran sus entrañas. Conozco que me engañó mi buen deseo. Dos largos años ha que ciño la Corona de España, y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados, tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la Nación son españoles, todos invocan el dulce nombre de la Patria, todos pelean y se agitan por su bien; y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible atinar cuál es la verdadera, y más imposible todavía hallar

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