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Bebé In Vitro


Enviado por   •  15 de Julio de 2015  •  2.330 Palabras (10 Páginas)  •  233 Visitas

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Cuando Gerardo y Marcela iban de compras al supermercado sabían que estaba terminantemente prohibido pasar por el pasillo de artículos para bebé, el solo hecho de ver los paquetes de pañales les sacaba las lágrimas. Ambos sabían que existía una solución a su pesar, pero fuera de Costa Rica. Al momento de recibir a su hijo en brazos segundos después de nacer, Marcela Leandro, vio reflejado en los ojos de Rubencito el resultado de la perseverancia acompañada del amor. Atrás quedaron viajes, tratamientos médicos y señalamientos.

Dos años atrás, en el 2006, el matrimonio Mejía Leandro se sentía fortalecido, consolidado y los movió el deseo de tener un hijo para poder compartir el cariño que los unía. Iniciaron con el proceso, hicieron de todo, posiciones específicas, Marcela se puso almohadas debajo de los glúteos y se quedaba quieta 10 minutos después de finalizar el acto, también usaron la Naprotecnología, pero pasaron los días, meses, años y Marcela no lograba quedar embarazada, ella sabía que dentro de su cuerpo las cosas no marchaban bien.

En un frío consultorio de la Clínica de Infertilidad del Hospital México, Gerardo y Marcela recibieron la respuesta a la interrogante que ambos en la soledad de sus almas se preguntaban: ¿Qué estará pasando? Una endometriosis severa (quiste hemorrágico en cada uno de los ovarios) era la responsable de poner en pausa el sueño de ser padres.

El mundo se les vino abajo a ambos, sin embargo, una esperanza se asomaba: “Hay que operar inmediatamente para remover esos quistes pero hay una probabilidad de 80% de que se le extraiga el útero y los ovarios”, dijo el doctor que estaba llevando el caso.

Dentro del organismo de Marcela, la endometriosis había construido una tela de araña que cubría sus tejidos y había pegado su útero al intestino, la trompa de Falopio derecha al otro extremo del útero totalmente atrás y la izquierda al intestino.

La operación que estaba para dos horas se extendió 4, todo salió bien, pero otro inconveniente se sumó al sueño de este matrimonio herediano: Marcela tenía hidrosalpinx (alteración en la que las trompas de Falopio se encuentran dilatadas y bloqueadas con líquido en su interior) en ese momento ella se preguntaba qué más podría esperar, se sintió abrumada por el último diagnóstico: “Tras de cuernos palos” fue lo primero que pensó.

Con una endometriosis y el hidrosalpinx por un lado y con un plazo de 6 meses para lograr concebir un bebé por el otro, Marcela y Gerardo, le pusieron empeño a las ganas de formar una familia, pero a pesar de todos los esfuerzos, no sucedió.

Regresaron a la Clínica de Infertilidad del Hospital México, y el mismo médico que le había realizado meses atrás el procedimiento a Marcela fue contundente en el resultado: “Tenés 0% de probabilidad de hacerte inseminación artificial a causa de las trompas”.

El galeno, cerró el expediente no sin antes escribir una nota fuera: “Hay que hacer Fecundación in Vitro (FIV)”. Sin ninguna pena el médico, con una mirada desafiante y con un tono de voz con una marcada indiferencia les dijo: “por cierto ese procedimiento no se hace en Costa Rica porque está prohibido tienen que ir a Panamá o a Colombia”.

En Costa Rica, el 14 de octubre de 1995 nació el primer niño concebido mediante la FIV, sin embargo, el 15 de marzo del 2000, la Sala Constitucional anuló el decretó 24029-S que regulaba la técnica, los magistrados consideraron que esa técnica era inconstitucional porque atenta contra la vida humana. Su opositor más férreo fue el magistrado Rodolfo Piza Escalante, que fiel a su fe religiosa, tomo la cuestión de la FIV como algo personal, y aseguró que mientras él estuviera vivo nadie se realizaría esa técnica en Costa Rica.

Gerardo, especialista en Bioética, salió del consultorio desconcertado, algo mareado, buscó un baño para vomitar, sintió que el mundo se le vino al suelo, un escalofrío lo estremeció. El sentimiento de impotencia de no saber dónde realizar el procedimiento y tener que viajar a otro país lo llevó a sentir rabia contra los magistrados, tenía muchas ganas de ir a la Sala IV a decirle sus verdades. Estar en la situación y no poder hacer nada es una sensación horrible.

Mientras que la tristeza atrapó a Marcela, la noticia le cayó como un balde de agua fría, enojo, rabia, dolor ocuparon sus pensamientos, pero la carga más pesada fue el sentimiento de culpa, si ya de por sí el proceso es estresante para la pareja, es más para quien tiene el problema. Y ella lo tenía. Se sentía culpable de que Gerardo no pudiera tener hijos le decía: “Gerardo, búsquese a otra, tranquilo vea tenga un hijo y yo se lo cuido y lo traemos y lo cuidamos o divórciese de mí”. También se responsabilizaba de no darle nietos a sus padres. No entendía que estaba pasando, lo tenía todo: un hogar, una profesión, una familia unida, se preguntaba: “¿Por qué a mí, es injusto?” Y se respondía de inmediato “si yo no voy a ser mala madre”. Camino a casa, Marcela solo pensaba en los costos, el médico que le iba a realizar la técnica, elegir el país, si iba a funcionar o no.

La ley de Murphy se hizo presente mientras no se practicaron la FIV, en todas las películas salía una mujer embarazada y las invitaciones a varios te de canastilla se multiplicaron. En la calle Marcela se encontraba con colegiales embarazadas, y sentía rabia: ellas sin planificar tal vez en su primera vez embarazadas y ella profesional, con un matrimonio estable y nunca iba a ser madre.

Y es que el propósito de vida de Marcela era tener una carrera primero y luego ser madre, la endometriosis le pasó factura, todo por seguir los estándares de la cultura. Por eso ahora hay muchas mujeres que encaran a la infertilidad.

Gerardo no desistía de sus ganas de sentir el calor de un hijo sobre su pecho, inició la búsqueda de médicos que practicaran técnicas de reproducción asistida, así fue como llegó donde el doctor Ariel Pérez, quien se convirtió en un pilar en el proceso. Marcela se sintió apoyada y aunque ella es médico, ya no se trataba de una profesional de la salud, ahora era una mujer que quería tener un hijo.

Luego de evaluar todas las posibilidades de formar una familia, incluyendo la adopción de la cual Marcela no se sentía en capacidad de realizar, decidieron ir a Panamá a realizarse la FIV, con una probabilidad de 40% de lograr el embarazo. Marcela lo pensó bastante mientras que Gerardo ya estaba decidido. Esa decisión coincidió casualmente cuando se realizó la audiencia ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en 2008.

A partir de ahí se comenzó a hablar más sobre el tema de FIV en el país porque cuando Gerardo y Marcela comenzaron con el propósito de realizarse esta técnica

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