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Cuestión de principios, de humanidad, de amor

luiferuc15 de Febrero de 2013

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Cuestión de principios, de humanidad, de amor…

La película me ha hecho reflexionar y tener aun más claro lo que siempre he pensado sobre la importancia del buen trato al paciente…

Aunque sea ficción no es nada totalmente alejado de la realidad, si bien es verdad que muchos profesionales tienen una actitud ejemplar, no pocos actúan de forma inadecuada sacando a relucir una prepotencia y una despersonalización que debería ser incompatible con el ejercicio de la medicina…

Debemos tener en cuenta que el paciente es alguien que con sus circunstancias su pensamientos, su cultura, sus principio y su estructura vital, que se ve alterada y nos pide que nosotros gracias a nuestros conocimientos pongamos todo de nuestra parte para ayudarle, con esto quiero decir que el paciente confía en nosotros y lo último que debemos hacer es tirar por el suelo esa confianza tratándolo como a un número o como a una parte de su cuerpo que está enferma…

Hemos de tener en cuenta que lo importante en la consulta no somos nosotros los médicos, lo importante en la consulta es el paciente, eso nunca se nos puede olvidar, nosotros estamos ahí por y para él. Pero esta despersonalización o trato a distinta altura no es solo algo exclusivo de los médicos, son muchas las personas que creen que por su posición social o laboral están por encima de los demás, típica imagen, desgraciadamente, de algunos profesores que sacan a la luz una falsa superioridad sobre el alumno y le dan un trato lejano y a veces despectivo.

El problema seguramente sea de base, de educación, de no tener claro que todos somos iguales y nadie es superior a nadie, es absolutamente reprochable creerse superior a quien necesita nuestra ayuda, y no solo porque un día necesitaremos la ayuda de alguien, si no por principios, por humanidad, por amor…

Simplemente intentemos tratar a los demás de una forma correcta, sana y humana y esto no es nada relacionado con la medicina, es algo vital; el respeto, la humildad y el volcarse con los demás es de lo más necesitado en este mundo loco en el que cada uno va corriendo sin mirar alrededor, simplemente miramos a nosotros mismos, a nuestros pies y lo peor de todo es que después nos extraña que tropecemos/estemos tropezando una y otra vez…

Fran Carballido

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No existen enfermedades, sino enfermos

No recuerdo quién era el autor de esta frase, pero me parece una buena forma de resumir la película.

El protagonista es un cirujano que sólo se dedica a curar la enfermedad, sin tener en cuenta los sentimientos de los pacientes. Se dice mucho que las especialidades quirúrgicas tienden más a curar la enfermedad en sí, y que las médicas conllevan más un seguimiento más detenido y prolongado del paciente. Mi opinión es que, en cierto modo, esto es verdad, pero el cirujano nunca puede tratar al paciente como una máquina, sino que debe tener siempre presente que es un ser humano. Por ejemplo, la comunicación del padecimiento de un cáncer (como es el caso de la película) debe hacerse con la más exquisita delicadeza y sensibilidad, ya que se trata de una enfermedad grave y que muchas veces lleva asociada la muerte.

En la película, el médico se siente despreciado cuando está en la situación de paciente. Recibe el mismo trato que él les ha dado en multitud de ocasiones a sus enfermos, y esto le hace reflexionar y cambiar su actitud en el futuro. Es decir, el cáncer de laringe que sufre le hace adquirir una actitud de empatía para con sus pacientes, algo que es fundamental en el ejercicio de la medicina. Esta actitud es primordial en nuestra profesión, y creo que la película “El doctor” refleja estupendamente lo que NO debemos hacer cuando ejerzamos. Es verdad que la medicina es una profesión bastante bien pagada y apetecible para mucha gente en este sentido, pero quien no sea capaz de tener empatía o quien infravalore la situación o preocupaciones de sus pacientes, siempre puede dedicarse a otra profesión en la que se trate con usuarios o clientes, no con personas enfermas…

En definitiva, el paciente es siempre un ser humano, con sentimientos, y debe ser tratado desde un punto de vista biopsicosocial (modelo holístico). Esto es fundamental en Medicina de Familia, especialidad que, por otro lado, es incompatible con un modelo exclusivamente biológico. Ángel Vélez Venegas, 6º Medicina, Hospital de Valme.

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Cómo no ser

La película trata sobre el cambio de punto de vista y sentimientos que sufre el protagonista al cambia su situación de ser un médico cirujano a ser un paciente. Al inicio nos presenta el trato con sus pacientes. La forma de dirigirse o referirse a ellos es jactanciosa, no le da ninguna importancia al sufrimiento de los pacientes. De hecho, pienso que realmente no es consciente de la existencia del mismo, creo que es incapaz de sentir una mínima empatía hacia ellos.

A mi parecer en la película existen dos puntos de inflexión. El primero de ellos es cuando el médico se convierte en enfermo al ser diagnosticado de cáncer de laringe. A partir de este hito empieza un proceso durante el cual sufre los mecanismos del sistema hospitalario, así como el trato por su médica (nos lo plantean como similar al que él ejerce sobre sus pacientes, pero en mi opinión no lo es tanto). El segundo punto de inflexión lo marcaría cuando el protagonista realmente toma conciencia de enfermo, del funcionamiento del hospital (pruebas, demoras, esperas,...), del trato que recibe y del sufrimiento que todo esto le provoca; y es a partir de ahí cuando se produce un cambia en su aptitud que se refleja en el trato hacia sus pacientes. Finalmente, podemos ver cómo el médico toma conciencia de la realidad de los enfermos y se implica en la ayuda para con ellos mucho más allá del trabajo técnico.

En el grupo de estudiantes/residentes a su cargo se identifican dos patrones extremos del profesional de la medicina: uno sería como nuestro protagonista al inicio y el otro al final. El personaje principal valora y reprocha a uno y otro según se identifica en el principio o al fin de la película.

Considero que esta película refleja una realidad que acostumbramos a ver en diferentes profesionales (las negativas y las positivas) y que nos sirve como muestra para decidir qué tipo de profesional queremos ser. Es la segunda asignatura de la carrera en la que vemos esta película y pienso que somos bastante afortunados por ello pues es una forma de aprendizaje dinámica y útil que debería ser mucho más aprovechada en la formación del sector sanitario en general y médicos en particular.

Alumna de 6º de Medicina en el Hospital de Valme. Promoción 2006 - 2012.

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La enseñanza es el proceso le ha servido para rectificar, para darse cuenta de la importancia que tiene la empatía hacia los pacientes, escucharlos, entenderlos, ...

La película bascula sobre el cambio de actitud de un médico extremadamente eficaz aunque inhumanamente insensible, el doctor Jack McKee, cuya falta de respeto en el interior del quirófano, cuando la vida de una persona pende de su mano, es a todas luces inadmisible. Su inicial papel de “malo” queda mucho más marcado cuando actúa su compañero (“el rabino”), que ha de soportar sus burlas por ejercer idéntica profesión desde lo que para cualquiera podría ser la perspectiva acertada. Esta “perspectiva adecuada” lo es, sin duda, porque escucha e informa a su paciente acerca de la intervención que va a llevar a cabo, las intenciones que tiene, los riesgos, etc, cuando éste se encuentra en un momento de máxima vulnerabilidad. Uno de los primeros mensajes que nos brinda este filme es que el paciente no es un espectador de la habilidad del médico, sino alguien a quien hay que hacer partícipe en todo momento de la propia enfermedad. Es evidente la cuestión que en este momento se pide valorar al espectador: la dualidad entre una actuación profesional intachable atada a un comportamiento humano miserable o el papel ligeramente más vano sostenido por una actitud incontablemente más humana. Para no dar demasiados quebraderos de cabeza, esta disputa con trazas casi éticas se facilita aplanando ligeramente los personajes (simplificándolos en un principio en “el bueno” y “el malo”) y otorgando al primero una labor más insignificante que al segundo (otorrino frente a cirujano), de forma que las balanzas se equilibren.

Como no podría forjarse un argumento sobre una injusticia inexpugnable, algo ocurre que fuerza un cambio en el protagonista. Una enfermedad convierte al cazador en presa y, vista como un suceso casi de buena fortuna, provoca que el Dr. MacKee, comience a ver la medicina desde otro punto de vista, que no es sino el punto de vista de todos los pacientes, el punto de vista desde el que todos los médicos sin excepción, también los cirujanos, deben ver la medicina. Gracias a esta providencial catarsis (a medias, pues el doctor sí que sufre la enfermedad), pasará de ser un cirujano frío y distante, a ser un profesional cercano y comprensible, y un buen padre y marido al mismo tiempo. El hecho de remarcar

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