DESNUTRICION
Enviado por jackyjack • 26 de Agosto de 2013 • 2.368 Palabras (10 Páginas) • 271 Visitas
Herta Müller, la nobel de Literatura, describió el hambre que sentía uno de sus personajes en la novela El hombre es un gran faisán en el mundo. Una sensación similar invade el estómago de cinco de cada diez menores de cinco años en el país. Chicos con desnutrición crónica que engañan al erizo con tortillas, sal y hierbas. Uno de cada cinco, siente el dolor de las púas extendidas, no tiene nada que comer. Desde enero hasta julio de este año, medio centenar de niños fallecieron por causas relacionadas a la desnutrición aguda, reportó el Ministerio de Salud Pública.
Pero las cifras ya no impresionan a los expertos. Las muertes asociadas con la desnutrición en el círculo vicioso “malnutrición, enfermedad, malnutrición y muerte” son un fenómeno conocido desde la década del sesenta, recuerda Manolo Mazariegos, del Programa de Reducción de la Desnutrición Crónica del Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá (INCAP).Durante esos años se dieron a conocer decenas de investigaciones científicas, “pero los políticos no prestaron atención”, dice, y luego añade resignado, “es usual que los hallazgos se conviertan en políticas públicas una o dos generaciones después”.
Una Ley General de Enriquecimiento de Alimentos y sus reglamentos, se emitió en 1992. Trece años después, se aprobó la Ley del Sistema de Seguridad Alimentaria y Nutricional, Decreto 32-2005. A la fecha no existen documentos o bases de datos que den cuenta de los avances en el combate a la desnutrición.La Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Sesan) inició una herramienta, el Sistema de Información Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (SIINSAN) con estadísticas e informes sobre los avances y gastos. Comparar los censos de talla y peso en niños de primero primaria elaborados a través del tiempo, es suficiente para darse cuenta que en Guatemala el hambre es un compañero inseparable de la historia de las comunidades.
En San Juan Atitán, municipio de Huehuetenango, por ejemplo, 80 de cada cien niños estaba desnutrido en 1986. Quince años después, en 2001, la cifra era similar, 83 de cada cien. El último censo publicado en 2008 lanzaba una cifra alarmante, 91 de cada cien pequeños. “Las acciones de los gobiernos responden a la coyuntura, en vez de implementar procesos de desarrollo sostenible a largo plazo”, dicen expertos como Adrián Chávez, al frente del área de salud en el Instituto de Problemas Nacionales de la Universidad de San Carlos (Ipnusac).
Un rojo acusador colorea a Haití, Guatemala y Paraguay en el Mapa del Hambre, elaborado por el Programa Mundial de Alimentos. Sus vecinos, México y Chile tienen índices más bajos, menos de cinco personas por cada cien habitantes tiene hambre. ¿Cuál fue la fórmula para reducir las cifras? Veinte y 50 años de continuidad en las políticas para disminuir la desnutrición, responde Mazariegos.
El 6 de febrero del año pasado, el presidente Otto Pérez Molina juramentó al Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Conasan) que dirigiría las acciones del programa Hambre Cero. Diez días después viajó hacia San Juan Atitán, el primero de los municipios priorizados, para inaugurar el proyecto focalizado en Santiago Chimaltenango, San Miguel Acatán, San Mateo Ixtatán, y San Rafael la Independencia, de Huehuetenango. Nebaj, en Quiché, Comitancillo y Concepción Tutuapa, de San Marcos. Prometió carreteras, nuevas escuelas y proveer de insumos a las instituciones de salud, como medidas urgentes.
Un año y medio después, elPeriódico recorrió tres de los ocho municipios priorizados: Comitancillo, en San Marcos; San Juan Atitán, en Huehuetenango y Nebaj, en Quiché, para observar el impacto de Hambre Cero. Los comentarios se podrían comparar con el agua y el aceite: por un lado están los encargados al frente de las instituciones gubernamentales y los beneficiados por los programas que aseguran, todo marcha bien; por el otro, el subregistro, familias sin bienes, o asistencia gubernamental, que hacen malabares para alimentar a su familia con Q25 diarios.
Historias de personas sin un abrigo para vender y comprar alimento, como Katharina, la mujer de la novela de Müller. Madres con niños cuyos estómagos sufren el dolor agudo que provoca el hambre, como un erizo de púas extendidas.
Una familia promedio de San Juan Atitán, está integrada por seis hijos. El primer parto de las mujeres es a los 15 años.
Una construcción de cañas, de cinco por tres metros, resulta un lunar en la ladera de una montaña repleta de maizales. Para llegar hasta ella fueron necesarios 15 minutos en automóvil desde San Juan Atitán, municipio de Huehuetenango, y media hora a pie en un estrecho camino de tierra. Y más de 292 kilómetros desde la ciudad capital.
En la modesta construcción de la aldea Cuate, vive Walter, de tres años. Uno de los cinco niños con desnutrición aguda detectados hasta junio de este año. Verónica Gómez, delegada municipal de la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Sesan), buscaba a la madre del pequeño, pero había salido. En casa solo estaba María Aguilar Godínez, abuela del chico. No accedió a ofrecer una entrevista, pero comentó molesta que ninguno de los programas sociales los han ayudado. Carece de un terreno propio, fuente de empleo, y a veces, comida. La base de datos del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) indica un número: 1,834 beneficiarios del Bono Seguro, pero el nombre de Aguilar no figura en la lista.
Una ONG ayudó a la familia el año pasado pero terminó el proyecto y las bolsas de alimentos dejaron de llegar. No es posible arribar a las 32 comunidades, “los fondos no alcanzan y solo llegamos a 26”, explica Magdalena Ortíz, al frente del Mides en el municipio. Se enfrentan a otro problema, no existe equipo para actualizar la base de datos, la única computadora disponible no funciona, tampoco se cuenta con rotafolios, cartulinas o medios de transporte para los tres facilitadores contratados.
Combatir la desnutrición en Atitán parece una tarea utópica. Los caminos hacia las comunidades permanecen sin asfaltar, pese a ser el municipio priorizado. A cuatro de cada diez familias les falta agua y luz, según el Plan de Desarrollo Municipal. Y en todas las comunidades utilizan letrinas, no existe un sistema de drenajes. El municipio carece de agua segura o un plan de saneamiento ambiental; “medidas sencillas que pueden cambiar la historia de una comunidad”, en palabras de Mazariegos, el experto del INCAP.
En el municipio, donde nueve de cada diez menores son desnutridos crónicos, todos corren el riesgo de caer en un cuadro de desnutrición aguda, tomando en cuenta las condiciones
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