Darwinismo
Vanesitaacosta16 de Noviembre de 2014
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Son los inicios del siglo XIX. Es un siglo marcado por una creciente transformación de occidente, la burguesía consolida su poder y deriva hacia posturas cada vez más conservadoras. La ciencia se fortalece cada vez más, bajo un paradigma derivado de la física mecanicista de causas y efectos, de cuerpos muertos, fortalecida por la filosofía positiva, basada en la experiencia y los hechos comparables, que entrega su sentido más preciado a la próxima etapa de las ciencias y, a la postre, al núcleo del desarrollo de occidente. Al mundo moderno. Grandes ciudades albergan fabricas y decenas de personas, amarrando entre si, el nudo del trabajo. Aprisionado a este nudo; hambre y miseria, desigualdades, situaciones propias de un aglutamiento syugeneri llamado sociedad.
El sentido de la vista no es indiferente a situaciones que escapan de un medioevo dotado de perfectos simbolismos, de realezas adoradas que mostraban dedicación en cada detalle, haciendo felices a súbditos contempladores. Las luces se apagan en la ciudad, el verde se cambia por el gris y la magia se debela ante los ojos llorosos de un niño, que ya no es tan niño para afirmar su vida; que puede que sostenga a duras penas o desvanezca bajo ella.
El arte se sensibiliza; de los héroes apasionados e idealistas de la literatura romántica, a un personaje común, propio de la época, con los que el lector se identifica. De la pintura llena de personajes cercanos al cielo, a otra más próxima al suelo. Desde ahí se puede palpar la realidad que el artista intenta retratar, con un lápiz, con un pincel, empapado en crítica.
Stendhal: “ novela: espejo que se pasea por un camino real. Tan pronto refleja el cielo azul como el fango de los cenagales del camino. El hombre que lleva el espejo será acusado por vosotros de inmoral. ¡El espejo refleja el fango y acusáis al espejo! Acusad más bien a la carretera en que está el cenagal, o mejor aún, al inspector de caminos, que permite que el agua se encharque y lo forme”.
A todo esto le llamamos la corriente del realismo, siendo la máximo exponente el género literario de un Gheto que relata la vida de un fausto; un héroe que se debate entre sus sueños y el amor. Nos refleja el mundo dirigido a un caos que ordena progresivamente, nudo tras nudo, un montón de puntos que conforman el enorme tejido social.
Junto a la observación, el método. Los personajes realistas son afectados por situaciones propias de la vida común; malestares, enfermedades, grandes traumas, la locura, etcétera. Enormes enigmas de la ciencia, preguntas trascendentales, situaciones ficticias, resuelven y generan bajo letras, problemáticas propias de la acumulación de saberes. Es el naturalismo, corriente próxima al realismo, que agrega este plus al arte en general.
Seguramente los personajes que albergan la problemática del Darwinismo y posterior Darwinismo social leyeron u observaron tales obras. que agudizaron su sentido, que los llevaron a observar su entorno más próximo, en el caso de unos, y se adentraron a los lugares más inhóspitos, con grandes viajes transoceánicos en el caso del tripulante del “Beagle”.
Pero, qué ocurre cuando desarrollamos una lectura de la naturaleza. En el caso de las ciencas duras, la objetividad ordena a la propia subjetividad, dejándola casi como un mero espectador. En el caso de las tempranas e inmaduras ciencias sociales, la subjetividad pasa a formar un papel protagónico y más aún si las mismas ciencias duras sirven de ejemplo para respaldar nuestro juicio subjetivo bajo observaciones metódicas, objetivas.
Thomas Malthus
Economista británico de la escuela clásica, discípulo de Adam Smith. Estudió en Cambridge donde se graduó en matemáticas y se ordenó religiosamente como pastor de la Iglesia Anglicana. En 1805 fue nombrado profesor de historia moderna y economía política del East India Collage, con lo que, de hecho, fue el primer profesor de economía política de la historia.
El pesimismo de la escuela clásica queda expresado claramente por Malthus. La población y la riqueza pueden crecer, pero hay un límite, alcanzado el cual, se llegará a un estado estacionario en el que la vida será miserable, mera supervivencia.
Malthus y el impacto del Ensayo Sobre el Principio de la Población
Malthus es probablemente el nombre que más “suena” en asociación con la demografía. Se le menciona en los libros de texto y en los manuales de teoría económica; tanto Darwin como Wallace le señalan como una de las influencias que les llevaron a concebir la teoría de la evolución de las especies; Karl Marx polemizaría agriamente con sus ideas años después, y todo el p pensamiento que ha fundamentado la ofensiva a favor de la planificación familiar y el control de la natalidad durante el siglo XX ha sido llamada “neomaltusianismo". En términos historiográficos se ha convertido en el punto de referencia para separar un antes y un después en los textos en los que se estudian temas relacionados con la población.
Toda esta notoriedad tiene su origen en una de sus obras, el (Ensayo sobre el Principio de la población tal como afecta al futuro progreso de la Sociedad), cuya primera edición data de 1798. Lo paradójico de tanta repercusión "demográfica" es que no se trata de una obra técnica, prácticamente no incluye ideas nuevas, no utiliza apenas análisis demográfico y sus afirmaciones más relevantes prácticamente no tiene fundamento empírico. Sin embargo fue un éxito editorial al poco de ver la luz, tan comentado y debatido que, desde 1803 hasta 1830 Malthus produjo seis ediciones más, en las que incluyó cada vez más argumentos y datos empíricos, convirtiéndola en una obra voluminosa. El verdadero motivo de tanta resonancia es que, al ser publicada, constituía una obra de absoluta actualidad y relevancia política.
El contexto político al que responde la obra de Malthus y que tanto éxito editorial le va a suponer es, en el ámbito del imperio británico, el debate público en torno a las "políticas sociales" tanto en las islas como en las colonias y, en el contexto europeo, el reciente estallido de la revolución francesa (1789). Ambos forman parte de proceso histórico de largo alcance, por el cual capas sociales cada vez más amplias están aumentando su protagonismo y su peso en las decisiones públicas. Malthus, en esta disputa, tiene claro su lugar. Es conservador en el sentido más genuino, y escribe un libro para demostrar a todo el mundo que las ideas que impulsan el cambio político son un error criminal.
En particular Malthus venía manteniendo una disputa intelectual con algunos ilustrados acerca del futuro humano. El iluminismo, el racionalismo, la ilustración, eran el fundamento de un esperanzado modo de entender la capacidad de la humanidad para progresar y para extender y democratizar tales mejoras, y alcanzar más altas cotas de felicidad y de justicia. En la base de tan atractivas ideas resultaba fácilmente visible una confianza en la igualdad, la bondad y la racionalidad de los seres humanos que a Malthus le parecía irresponsable, característica de la frivolidad del pensamiento francés frente al rigor del británico. Y el Ensayo fue su respuesta:
Resumen de la obra
(a partir de la edición Malthus, T. R. (1984), Primer Ensayo sobre la Población, Madrid, Alianza Editorial
El Ensayo adopta la forma característica de las obras científicas del momento. La vanguardia intelectual de esa época está convencida de que, partiendo de algunos axiomas indiscutibles, pueden deducirse lógicamente enunciados que describen fielmente la realidad.
Con gran rigor, Malthus sintetiza tanto sus propósitos como sus argumentos desde el principio, en un capítulo inicial. Tras exponer sus primeros contactos con el perfectibilismo y el modo en que le empieza a suscitar dudas, acaba haciendo una declaración explícita contra tales ideas y anuncia que va a demostrar su falsedad. Y ahí empieza su argumentación “lógica”. En este caso, se proponen dos postulados básicos:
“Primero: el alimento es necesario a la existencia del hombre”
“Segundo: la pasión entre los sexos es necesaria y se mantendrá prácticamente en su estado actual”
Inmediatamente después añade lo que podría considerarse un postulado adicional, a saber, que. Los dos postulados básicos son intemporales y seguirán teniendo vigencia siempre, y que “…la capacidad de crecimiento de la población es infinitamente mayor que la capacidad de la tierra para producir alimentos para el hombre”.
Una vez sentadas las bases Malthus empieza a extraer deducciones supuestamente derivadas por pura lógica:
“Esto implica que la dificultad de la subsistencia ejerza sobre la fuerza del crecimiento de la población una fuerte y constante presión restrictiva”.
Y no hay remedio. El “exceso” genésico comparativo respecto al carácter limitado de los alimentos es común a la reproducción de toda vida, animal o vegetal, y el inexorable equilibrio se traduce en derroche de simientes o en enfermedad y muerte (y también en miseria y vicio, en el caso de los seres humanos).
Y por fin llega la conclusión incuestionable que Malthus está buscando desde el principio para oponerse al “irresponsable” optimismo ilustrado:
“Esta natural
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