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El fenómeno de la muerte


Enviado por   •  25 de Julio de 2014  •  Examen  •  1.474 Palabras (6 Páginas)  •  268 Visitas

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1. El fenómeno de la muerte

¿QUÉ es la muerte?

La humanidad ha venido haciéndose esa pregunta desde el principio. En los últimos años he tenido la

oportunidad de plantearla ante gran número de auditores, desde mis alumnos de psicología, filosofía y

sociología, hasta los que me han escuchado en organizaciones religiosas, en mis debates en la televisión, o los

que lo han hecho en clubes cívicos y en las sociedades profesionales de médicos. Por la experiencia que he

obtenido en esos años de exposición, puedo decir que el tema excita poderosos sentimientos en individuos

emocionalmente diferentes y de muchas clases sociales.

A pesar del interés, sigue siendo cierto que a muchos de nosotros nos es muy difícil hablar de la muerte, y

ello principalmente por dos razones. Una de ellas es de carácter psicológico y cultural: es un tema tabú.

Tenemos la sensación, quizá sólo subconscientemente, de que cualquier forma de contacto con la muerte, por

muy indirecta que sea, nos enfrenta con la perspectiva de la nuestra; la hace más cercana y real. Por ejemplo,

la mayor parte de los estudiantes de medicina, yo incluido, han descubierto que incluso el encuentro remoto

con ella, que se produce en la primera visita a los laboratorios anatómicos nada más entrar en una facultad de

medicina, provoca fuertes sentimientos de inquietud. En mi caso, la razón de esa respuesta me parece ahora

obvia. Con la perspectiva de los años pasados me doy cuenta de que no me sentía implicado con la persona

cuyos restos estaba viendo, aunque también había algo de eso. Lo que vi sobre la mesa fue el símbolo de mi

propia mortalidad. En cierta manera, quizá sólo preconscientemente, por mí mente debió cruzar este

pensamiento: «A mí también me ocurrirá.»

Asimismo, hablar de la muerte puede considerarse, a nivel psicológico, como otra forma de aproximación

indirecta. Sin duda, mucha gente siente que hablar de ella equivale a evocarla mentalmente, a acercarla de tal

forma que haya que enfrentarse a la inevitabilidad de propio fallecimiento. Por tanto, para ahorrarnos el

trauma psicológico, decidimos evitar el tema siempre que nos sea posible.

La segunda razón de la dificultad de discutir la muerte es más complicada y se relaciona con la naturaleza

del lenguaje. En su mayor parte, las palabras del lenguaje humano aluden a las cosas que hemos

experimentado con nuestros sentidos físicos. Sin embargo, la muerte es algo que recae más allá de la

experiencia consciente de la gran mayoría de nosotros, pues nunca hemos pasado por ella.

Si hemos de hablar de ese tema, tendremos que evitar los tabúes sociales y los dilemas lingüísticos

profundamente arraigados derivados de nuestra inexperiencia. Lo que a menudo terminamos haciendo es

utilizar analogías eufemísticas, compararla con cosas más agradables de nuestra experiencia, con cosas que

nos son familiares.

Quizá la analogía más común sea la comparación entre muerte y sueño. Morir, nos decimos, es como

dormirse. Esta figura del lenguaje es muy común en el pensamiento y lenguaje de cada día, así como en la

literatura de muchas culturas y épocas. Incluso era corriente en la Grecia clásica. En la Ilíada, por ejemplo,

Homero llama al sueño «hermano de la muerte», y Platón, en su diálogo la Apología, pone las siguientes

palabras en boca de Sócrates, su maestro, que acaba de ser sentenciado a muerte por un jurado ateniense:

[Si la muerte es sólo dormirse sin sueños], debe ser un maravilloso premio. Imagino que si a alguien se le

dijese que escogiera la noche en que durmió tan profundamente que ni siquiera soñó y la comparase con el

resto de noches y días de su vida y que dijese entonces, tras la debida consideración, cuántos días y noches

más felices había tenido, creo que... [cualquiera] se daría cuenta de que esas noches y días son fáciles de

contar en comparación con el resto. Si la muerte es así, la considero ventajosa, pues todo el tiempo, si la

miramos de esa forma, puede tomarse como una sola noche .1

1 Platón, Los últimos días de Sócrates. Traducido directamente de la versión inglesa de Hugh Tredennick (Baltlmore: Penguin Books,

1959), pág. 75.

La misma analogía encierra nuestro lenguaje contemporáneo. Consideremos la frase «hacer dormir».

Cuando se lleva un perro al veterinario para que lo haga dormir (que lo mate), nos referimos a algo muy

distinto a cuando decimos lo mismo a un anestesiólogo con respecto a un familiar. Otros prefieren una

analogía diferente, aunque de algún modo relacionada. El morir, dicen, es como olvidar. Al morir se olvidan

todas las aflicciones; se borran todos los recuerdos dolorosos.

Por antiguas y extendidas que sean, ambas analogías, la del «sueño» y la del «olvido», son totalmente

inadecuadas para confortarnos.

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