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Hombres Tras El Divorcio


Enviado por   •  1 de Septiembre de 2013  •  1.677 Palabras (7 Páginas)  •  307 Visitas

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Los padres tras el divorcio.

El divorcio impone dos tareas a los adultos. La primera es reconstruir su vida de adultos, aprovechando positivamente las segundas oportunidades que brinda el divorcio. La segunda es cumplir las funciones de padre o madre, después del divorcio, protegiendo a los hijos del fuego cruzado entre los ex cónyuges y prodigándoles cuidados y afecto.

Reconstruir la vida.

Cualquiera que sean las razones que les impulsan a divorciarse, la mayoría de las personas que ponen fin a su matrimonio lo hacen con la esperanza de mejorar su calidad de vida y la de sus hijos. Esperan hallar un nuevo amor, una relación mejor, una pareja sexualmente más estimulante, un compañero más comprensivo, un proveedor más eficiente. Si ello no ocurre, esperan vivir solos, pero llevando una vida en la que tengan la oportunidad de respetarse a sí mismos, estar tranquilos o, al menos, experimentar una existencia menos turbulenta, sin intromisiones ni sufrimientos. Para aquel que inicia los trámites, la expectativa de una nueva vida resulta ser mucho más importante que la crisis que produce el divorcio.

Para los adultos, el divorcio se percibe como una segunda oportunidad, existe la posibilidad de enamorarse, de hacer una elección más acertada, de recuperar la dignidad, de enmendar un error, de redefinir su condición de adulto y sus metas y aplicar lo que aprendió durante su primer matrimonio, existe la oportunidad de crecer psicológicamente y ser un padre o madre mejor, se forme o no una nueva pareja.

Sin embargo no existen pruebas de que el tiempo disminuya automáticamente la intensidad de los sentimientos y los recuerdos; que puedan superarse el dolor y la depresión, o que los celos, la ira y la humillación se desvanezcan.

Cuando el matrimonio ha sido prolongado, el sentimiento de identidad de un cónyuge está ligado al otro y al matrimonio, y hay que rescatar el yo.

Es más fácil que un adulto tenga éxito después del divorcio si tiene un pasado en el cual se ha destacado, algún punto de referencia que le recuerde su antigua independencia y sus éxitos previos. Son muchos los factores que condicionan nuestras segundas oportunidades: la edad, el sexo, el dinero, el aspecto físico, el coraje, la suerte y muchas de las decisiones que se toman según pasa el tiempo.

Las mujeres que se divorcian entre los treinta y los cuarenta años tienden a restablecer vínculos con viejas amistades y a buscar nuevos grupos y actividades, decididas a encontrar apoyo en otras personas. Al evitar el aislamiento social, muchas mujeres crecen psicológicamente. Esto no garantiza la felicidad, pero ayuda a mitigar el dolor.

Nada ayuda a recuperar con tanta rapidez y dicha la propia estimación y la felicidad del adulto divorciado como un romance o un segundo matrimonio afortunado.

http://crecercompartiendo.wordpress.com/2008/07/10/padres-e-hijos-despues-del-divorcio/

El día después del hombre que se divorcia

Según un mito muy difundido el hombre que se divorcia tiene "via libre": recupera su "libertad" de salir con cuanta mujer se le cruce, se aleja de sus responsabilidades familiares, se convierte en un alegre soltero. Este mito está alimentado por la conducta de algunos hombres que, efectivamente, actúan y/o se exhiben así. Pero, de ninguna manera, ésa es la realidad generalizada entre los hombres recién divorciados.

Lo que observo en mi contacto permanente con hombres a través de grupos, talleres y seminarios es distinto. Inmediatamente después de divorciados los hombres se enfrentan con situaciones y vacíos dolorosos. Como la costumbre indica que es él quien se va (o "debe" irse) del hogar común, el varón se encuentra con la pérdida de sus escenarios cotidianos, de sus rincones domésticos, de sus rutinas, de olores y aromas conocidos, de sensaciones asociadas a lugares. Si tiene hijos, pierde el contacto y los espacios comunes con ellos, pierde el día-a-día de su paternidad. El único lugar que sigue siendo suyo suele ser el espacio en el que trabaja (oficina, consultorio, estudio, fábrica, etc.) y lo más común es que se aferre a él: permanece más horas allí, se inventa tareas y compromisos laborales. Convierte a lo laboral y profesional en una especie de "muleta". Lo mismo puede ocurrir con ciertas relaciones que establecen mujeres: aunque ni lo digan ni lo hagan consciente, lo que buscan es "llenar" vacíos afectivos dolorosos y profundos y tratar de ratificar lo que muchos divorciados perciben como una herida en su identidad de hombres.

Por educación (y no por naturaleza) el varón está disociado de sus sentimientos. Ha sido preparado más para la acción y para la producción que para la emoción, la reflexión y la mirada interior. No aprendió (no le enseñaron, no tuvo modelos masculinos) a tomar contacto con sus sentimientos, a nombrarlos, a expresarlos. En consecuencia se siente confundido, desorientado, sin patrones de comportamiento sensible, ante una situación emocionalmente dolorosa como es el divorcio. Y apela a lo conocido: escapa de lo "blando", lo "femenino", bloquea sus partes sensibles y redobla lo "masculino". La consecuencia no la anulación del dolor, sino un sufrimiento silencioso, que se manifiesta en conductas que vistas desde afuera

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