La Vida El Tiempo Y La Muerte
Enviado por lkiofg • 29 de Noviembre de 2011 • 6.458 Palabras (26 Páginas) • 786 Visitas
no provocado por su constante funcionamiento y su propia inutilización de energía, en el que se detendría y moriría. La termodinámica le indicó al hombre del siglo pasado que hay una flecha del tiempo que apuntaba desde un pasado hacia un futuro. Un sistema es cualquier cosa que elijamos como objeto de estudio. Consideramos que un sistema está aislado cuando no se le quita ni agrega nada y, además, cuando el medio en el que está no lo perturba. Cuando ya no haya desniveles (gradientes) ni ocurra ningún proceso neto, el sistema habrá alcanzado un equilibrio.
Se alcanza cuando toda la energía útil ha sido consumida y transformada en inútil, y cuando la entropía del sistema ha llegado a un máximo. Si el tiempo transcurría cuando aumentaba la entropía, ahora se ha detenido: en el equilibrio el tiempo del sistema no "fluye". El equilibrio es el estado más probable de un sistema.
Acerquémonos ahora a lo biológico. Antiguamente se consideraba que los sistemas biológicos estaban en equilibrio. Pero las moléculas de los organismos vivos contienen en sus enlaces muchísima energía potencial, el ordenamiento de sus moléculas es enorme, y se necesita muchísima información para especificar su articulación y su estructura. Los criterios del equilibrio servirían a lo sumo para estudiar un cadáver en un congelador, pero no a un ser vivo. Peor incluso si dejáramos un cadáver fuera del congelador se iría descomponiendo, lo que constituiría un proceso. De manera que el equilibrio no nos sirve ni siquiera para estudiar procesos post mortem, mucho menos para estudiar la vida. El que puso las cuentas en claro fue Erwin Schroedinger, un sistema biológico, planteó, no es un sistema aislado pues intercambia energía. Ni siquiera es cerrado, puesto que también intercambia materia. Por lo tanto, para hacer balances energéticos hay que considerar un sistema más amplio: el formado por el sistema biológico más su medio.
Análogamente, la explicación de la estrategia ganadora de los sistemas biológicos tampoco correría a cargo de los termodinamistas sino de los biólogos, pero, por lo menos, ahora las cuentas energéticas estaban aclaradas: para armar sus moléculas de proteínas, de ácidos nucleicos y todas las que los componen, los animales deben comer. Toda la cadena trófica depende en último término de los animales que ingieren vegetales, y estos vegetales crecen y se desarrollan gracias a la absorción de energía solar. Es el Sol quien, al fin y al cabo, paga todas las cuentas.
Al estudiar las estructuras disipativas, se llegó a la conclusión de que todo orden nuevo, toda estructura (química o no), tiene su origen en una crisis de un estado anterior. Las crisis no son, pues, los umbrales del caos, sino puntos en los que los sistemas sufren cambios estructurales drásticos, porque la estructura que tenían hasta entonces le resultaba muy costosa y no podían ya mantener su funcionamiento. Este estudio permitió entender otro aspecto notable: no son "cosas" sino configuraciones espaciales o temporales que adoptan los procesos. Es la reacción química la que se organiza con una forma, un tamaño, un color y una duración determinados. En realidad nadie encontró jamás una "cosa" estable en el Universo. En general llamamos "cosa" a una configuración de procesos cuyas escalas temporales nos resultan demasiado lentas.
La enorme complejidad de la vida en la Tierra hoy se entiende como una consecuencia del fluir de energía solar, que obligó a los sistemas químicos a adoptar un ordenamiento jerárquico. Cada nuevo nivel jerárquico apareció en un momento dado de la evolución. Hubo un momento en la historia del planeta en que no había glándulas de secreción interna, y otro a partir del cual ciertos animales ya venían equipados con ellas.
II. LA EMERGENCIA DE LA IDEA DEL TIEMPO
El cerebro no es un órgano del pensamiento, sino un órgano de la sobrevivencia, como las zarpas y los colmillos. Está hecho de tal forma, que nos hace aceptar como verdad cosas que sólo son ventajas. (ALBERT SZENT GYORGI)
El hombre tiene una paupérrima idea acerca de cómo funciona el cerebro, de qué es el pensamiento, de cuál es la relación entre mente y realidad; no tiene más que conjeturas sobre la índole del tiempo. Es común encontrarse con gente que afirma que el sentido del dolor, del tiempo y todas las facultades mentales que poseen los seres humanos irrumpieron de pronto un buen día, cuando el hombre hizo su aparición en el planeta; ignoran que el cerebro humano es el producto de largas edades evolutivas.
La superficie terrestre, ya con su biósfera a toda orquesta, cambia su aspecto dependiendo de la hora del día: se puebla con diferentes especies de animales que emergen de sus madrigueras con regularidad cronométrica para retornar a ellas al cabo de varias horas y, según la época del año, todo el paisaje cambia, pues tanto animales como vegetales aparecen o se transforman al paso de las estaciones.
Un organismo necesita coordinar los ritmos de sus distintas funciones y, también, estar él mismo coordinado con los ritmos del medio ambiente. En general se sospecha que algo es o puede actuar como reloj biológico cuando se le descubre una función autónomamente cíclica.
Podríamos decir, entonces, que los organismos, desde las conductas periódicas de sus reacciones moleculares; hasta el comportamiento de los unicelulares, y las integraciones multicelulares, están equipados con osciladores periódicos de frecuencias variadas, que se articulan y sincronizan con el medio para funcionar satisfactoriamente. Es como si nuestros relojes no sólo marcharan con energía solar sino que, además, la utilizaran para ponerse en hora.
En conclusión: en el momento en que la naturaleza desarrolló al hombre, ya sabía cómo equiparlo con un mecanismo de relojería autosincronizable. De modo que el mamífero que tenía la habilidad de generar el concepto de tiempo y de ordenar la realidad a lo largo de cadenas causales (un antes, donde ubica las causas, seguidas de un después, donde ubica los efectos) obtenía una realidad biológica mejor y tenía más posibilidades de sobrevivir.
También las culturas nahuas tienen un tiempo sagrado por excelencia, en el que todo existió por primera vez, cuando el Cosmos fue hecho a partir del Caos, y estuvo cargado de toda su fuerza vital. Ya en la era cristiana, Plotino, san Agustín y Santo Tomás de Aquino continuaron considerando la idea de un Universo permanente, perfecto y divino, habitado por las deidades, y otro cambiante, imperfecto y terreno habitado por los hombres. Caldeos y babilonios fueron elaborando la idea del Gran Año, una especie de hiperciclo
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