Modelo De Trabajo Social
camillus7 de Diciembre de 2012
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INTERVENCIÓN SOCIO COMUNITARIA EN TRABAJO SOCIAL
PONENCIA SEMINARIO LATINOAMERICANO DE TRABAJO SOCIAL:
María Teresa Marshall Infante
Escuela de Trabajo Social
Pontificia Universidad Católica de Chile
Santiago, 15 octubre de 1998.
INTERVENCIÓN SOCIO COMUNITARIA EN TRABAJO SOCIAL
Esta ponencia presenta una reflexión sobre las características actuales de las intervenciones socio comunitarias; toma como punto de partida el análisis del contexto actual, identifica las características de los procesos de intervención, comenta los modelos prevalentes y finalmente establece los desafíos y perspectivas de desarrollo en el momento actual.
I. Contexto en el cual se desarrollan las intervenciones socio comunitarias de trabajo social:
El punto de partida es abordar el análisis del contexto en el cual se desarrollan las intervenciones comunitarias, y en éste hay que considerar: la situación de pobreza, la expresión de los actuales problemas sociales, las perspectivas de participación social y el desarrollo de las instituciones y programas sociales. Comprender - aunque sea de manera breve - estas cuatro dimensiones nos permite situar el objeto, los modelos y los desafíos de la intervención socio comunitaria.
a) La situación de pobreza en los noventa:
Caracterizar el fenómeno de la pobreza es una preocupación actual, ya sea para apreciar su magnitud, ubicación y evolución; como para comprender el sentido y significado que le atribuyen quienes viven en estas condiciones. Dos visiones que se complementan. Las encuestas de hogares, (CASEN) tienen la ventaja de la visión global, de las proyecciones de tendencias, las posibilidades de análisis comparativos tanto en términos temporales, como locales e internacionales.1 Por otra parte, la mirada etnográfica recoge la voz del sujeto, captura sus propias percepciones y reconstruye la visión acerca de su propia situación. Es la información primaria, a veces caótica o casuística, pero que aporta las pistas y señala el recorrido interno necesario en el diseño y desarrollo de programas.
El análisis de la situación de pobreza en Chile utiliza las encuestas CASEN, que aportan la visión estadística2 a partir del método de línea de pobreza (LP). Este establece un límite absoluto, operacionalizado en el consumo de una canasta básica de alimentos3, que es el mínimo de ingresos por debajo del cual una persona no podría reproducirse biológicamente como un ser útil (indigencia), o no podría cubrir necesidades sociales mínimas o “básicas” (Martínez, J. y Palacios, M. 1995). Algunos autores han presentado críticas a este tipo de medición, por no considerar otras variables sociales relacionadas a la satisfacción de necesidades básicas o acceso a servicios sociales (Bengoa;J, 1996, Dockendorf, 1997). Sin embargo el sistema de medición LP aporta información comparable de los últimos doce años. Para comprender la actual situación de pobreza del país, es necesario partir cuantificando el fenómeno, analizar su evolución, su distribución en el país y las variables asociadas como educación y empleo.
América Latina se ha caracterizado históricamente por presentar una alta proporción de pobreza, según Cepal, en los años sesenta 51% de los habitantes vivía bajo línea de pobreza, cifra que disminuye a un 40% en la siguiente década. Pero esta tendencia a la disminución se estanca entre los setenta y los ochenta; y a partir de esa década se observa un aumento. En algunos países como el nuestro, se observó una marcada agudización en un contexto de fuertes cambios económicos y políticos, “en el período 1970 - 1987 la pobreza urbana más que se triplica - del 12% al 37% - la rural aumenta en 20 puntos porcentuales y la indigencia urbana se cuadruplica” (Urzúa, R. 1997).
La situación de pobreza ha sido una constante en la sociedad chilena, sin embargo la pobreza en esta década adquiere características particulares, dado por dos situaciones específicas, por una parte el ritmo de crecimiento económico y por otra la intervención de políticas sociales orientadas a superar la pobreza. Sin embargo, la pobreza adquiere un nuevo perfil. Se instala en determinados nichos, donde se hace persistente. A la vez, disminuye a ritmos desiguales según grupos, tipos de hogares y regiones.
En Chile, al año 1996, según el estudio Casen -VI4, la población en situación de pobreza asciende a casi 3 millones 300 mil personas, equivalentes a 700 mil hogares; que corresponde al 23,2% de la población del país y al 19,7% de los hogares. Del total de esta población pobre un 78,7% habita en zonas urbanas; aunque la incidencia relativa de la pobreza es mayor en las zonas rurales; donde el 30,6 de la población es pobre, en tanto que en zonas urbanas el 21,8 vive en estas condiciones. Por otra parte, la población en pobreza extrema, alcanza a un poco más de 800 mil personas, esto es un 5,8% del total de la población del país; y , en términos de hogares significa al rededor de 175 mil, es decir un 4,9%. La pobreza extrema o indigencia muestra también una proporción mayor en zonas rurales.
Entre los grupos sociales que presentan una situación más vulnerable, se encuentran especialmente los niños, jóvenes, mujeres jefas de hogar y desocupados. La diversidad de situaciones que presentan estos grupos sociales da cuenta de la heterogeinización de la pobreza.
Desde una visión que rescata la voz de los sujetos que viven situaciones de pobreza, es posible resumir algunos puntos centrales expresados en el Informe del Consejo Nacional para la Superación de la Pobreza (Santiago, 1996). Estos breves relatos hablan de una transmisión de la pobreza, en tanto historias que se repiten, que no son fáciles de cambiar, ya sea por características personales, por falta de educación o simplemente oportunidades. Los pobres no creen en las oportunidades, éstas serían para otros, el destino de ellos es el mismo y será el mismo para sus hijos. Se resalta que la pobreza de hoy en las ciudades se da en un ambiente de violencia y marginalidad, la ciudad ha ordenado y segregado, esta forma de vida es rechazada, por el contrario se anhela una vida digna. Los pobres identifican las situaciones de pobreza desde sus propios orígenes, se remonta a su infancia, la vivieron desde niños en las relaciones de familias donde había violencia, alcohol, maltrato y hacinamiento, se recuerda con nitidez la no satisfacción de necesidades elementales: la comida, la ropa, el frío. El ingreso al mundo laboral es visto como una experiencia que pone los límites, que fija un sentido y que ordena. El papel de la mujer es considerado protagónico, es ella la que saca la familia adelante en las peores circunstancias, la ausencia de la mujer agudiza la situación de pobreza, son quienes están dispuestas a hacer todo por sacar adelante su familia y son quienes además tienen una negativa visión de los hombres, al no ser capaces de cumplir esta función.
El estudio de Martínez y Palacios (1996) aporta elementos similares pero introduce distinciones necesarias de considerar, estos autores identifican tipos de pobreza o más bien diversas formas de aproximarse o representarse esta situación; identificando que la pobreza no es simple estrato sino un fenómeno cultural, recoge el postulado de la autoreproducción, transforma el estrato pobre con el estamento pobre y hace coincidir la situación de la pobreza con la cultura de la pobreza. Pero, las situaciones de pobreza son vividas por los sujetos de maneras diversas y que dentro de este estrato pobre subsisten dos culturas, aquella de la pobreza y su contraria que lucha por sobreponerse denominada cultura de la decencia. Es lo que los autores sintetizan en el “sobreponerse o dejarse estar”. Sobreponerse se refiere a los efectos degradantes propios de la pobreza, constituye un código moral y se construye a partir de cuatro virtudes: la honra, la honradez, la temperancia y la fe. La cultura de la decencia establece una diferenciación estamental y se construye a partir del riesgo o temor a la movilidad social descendente, es en oposición a este riesgo que se levanta esta resistencia, transformada en código cultural.
Este conjunto de antecedentes y explicaciones estaría indicando la heterogeneidad de la pobreza y existencia de un núcleo duro - crónico, que muestra menor sensibilidad a políticas y resultados económicos de orden macro y no respuesta a ofertas de las políticas sociales en curso. Frente a lo cual surgen dos preocupaciones centrales, por una parte, la necesidad de ampliar la visión conceptual sobre los fenómenos de pobreza, de modo que a través de distinciones más finas y certeras sea posible orientar el quehacer de políticas y programas sociales; y por otra parte, observar las orientaciones y prácticas de gestión de políticas sociales dirigidas a la superación de la pobreza.
Estas dos miradas, a la situación de la pobreza revelan tres aspectos necesarios de indagar, por una parte esta lenta reducción de la pobreza a pesar de una economía que ha crecido de manera rápida y sostenida y de una inversión social significativa; por otra parte la tesis de la existencia de una cultura de la pobreza identificada con un estamento pobre que no visualiza oportunidades de salida o de movilidad social; y, finalmente la constatación de una creciente brecha en la distribución de los ingresos que estaría llevando al establecimiento de desigualdades cada vez más complejas de superar.
Desde la lectura de las intervenciones socio comunitarias se debe tener una determinada visión de la pobreza: la pobreza se reproduce, la pobreza se hereda, superar la pobreza supone una estrategia no
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