Pedagogía De La Presencia
Enviado por mariabelenbello • 30 de Octubre de 2013 • 5.353 Palabras (22 Páginas) • 1.282 Visitas
Pedagogía de la presencia.
Introducción al trabajo socioeducativo junto a adolescentes en dificultades.
Antonio Carlos Gomes Da Costa. Losada. Unicef. Buenos Aires. 1995.
Esta obra es consecuencia del enorme proceso de movilización social en el campo de los derechos de la infancia que se desarrolló en Brasil en los últimos años.
Antonio Carlos construye un territorio para el diálogo; un lugar donde educandos y educadores en circunstancias especialmente difíciles enfrentan el desafío de la libertad en la más paradojal de las situaciones: privados de libertad. Uno, el educando, privado de la más elemental de las libertades; el otro, el educador, privado de las razones para entender la libertad. Pedagogía de la presencia es un catálogo de razones para entender la libertad.
La Pedagogía de la presencia tiene como punto de partida un universo, oscuro, marginal y relegado como lo es el de los adolescentes infractores. Es una propuesta (re)educativa para jóvenes infractores.
PARTE 1: Educación y presencia: De la soledad al encuentro.
1-Presencia: una necesidad básica.
Es creciente el número de adolescentes que necesitan de una efectiva ayuda personal y social para la superación de los obstáculos que impiden su pleno desarrollo como personas y como ciudadanos. El primer paso, y el decisivo para vencer las dificultades personales es la reconciliación del joven consigo mismo y con los otros: ésta es una condición necesaria para el cambio en su forma de inserción en la sociedad. No se trata, por lo tanto, de resocializar (expresión vacía de significado pedagógico) sino de ofrecer al joven una posibilidad de socialización que le permita concretar un camino más digno y humano para la vida. Sólo así se podrá desarrollar las promesas (las posibilidades) traídas consigo al nacer.
La mejor manera de ayudar a desarrollar las posibilidades de cada persona es hacerse presente en la vida del educando. Nada puede reemplazar la frescura y la inmediatez de la presencia solidaria, abierta y constructiva del educador ante el educando.
2-Aprender a hacerse presente.
La capacidad de hacerse presente en forma constructiva en la realidad del educando no es un don, ni una característica personal intransferible de ciertos individuos, algo profundo e incomunicable. Por el contrario, ésta es una aptitud posible de ser aprendida, mientras exista, por parte de quien se propone aprender, la disposición interior (apertura, sensibilidad, compromiso) para ello. En efecto, la presencia no es algo que se pueda aprender sólo en el nivel de la mera exterioridad.
3-Camino de emancipación.
En general, los educadores que se enfrentan con adolescentes con serios problemas de conducta, siguen algunos de los siguientes enfoques básicos:
Amputación: a través de abordajes correccionales y represivos, de aquellos aspectos de la personalidad del educando considerados nocivos para sí mismo y para la sociedad. Este enfoque produjo dos tipos de personas: los rebeldes (conductas violentas) y los sumisos (frágiles, vulnerables, inseguros).
Reposición: a través de prácticas asistencialistas, tanto de los aspectos materiales y paternalistas como en los que se refiere a la dimensión emocional. Trata de ver a la persona desde el ángulo de lo que ellos no son, de lo que ellos no traen, de lo que ellos no tienen. Genera dependencia.
Adquisición: por el propio educando, a través de un abordaje autocomprensivo y orientado a la valorización y fortalecimiento de los aspectos positivos de su personalidad, del concepto de sí mismo, de la autoestima y de la autoconfianza necesarios para la superación de sus dificultades. De esta manera los jóvenes han recobrado la confianza en sí mismos y se han descubierto capaces de luchar y progresar conjuntamente con los otros. Se trata de una propuesta de educación emancipadora. La pedagogía de la presencia se propone viabilizar este paradigma emancipador.
4-Al encuentro de sí mismo.
Estudiar su situación, comprenderla y actuar constructivamente en relación con ella, dando la posibilidad al adolescente para que se enfrente con su realidad de forma cada vez más madura, es la tarea que, en orden de importancia, antecede a todas las demás. Su realización permite al educando superar el aislamiento y la soledad.
5-El adulto en el mundo de los adolescentes.
La presencia de los adultos en el mundo de los jóvenes en situación de dificultad personal y social no debe ser, como es habitual entre nosotros, intervencionista y limitada. El estar junto al educando es una acto que contiene consentimiento, reciprocidad y respeto mutuo. La razón fundamental será siempre la liberación del joven.
No es un consejo lo que el adolescente busca ahora, sino reciprocidad, simpatía, amistad. La tarea del educador será siempre comunicar al joven los elementos que le permitan comprenderse y aceptarse y comprender y aceptar a los demás.
6-Conocer el pasado.
Es una obligación del educador adquirir una información correcta sobre los diversos tipos de dificultades que afectan a los jóvenes y, cuando sienta que es necesario, debe encaminarlos hacia tratamientos específicos en los ámbitos de la medicina, de la psicología y aun de la psiquiatría. Ninguna medida de este tipo lo librará del deber de intentar una aproximación más concreta hacia el adolescente, para ver en él lo que hay de más personal y lo que se encuentra más allá de su problema.
El educador tiene que poder situar al educando en una historia singular, única, que es la suya, permitirá, entonces, retirarlo del rótulo, de la categoría que amenazaba aprisionarlo.
7-Adolescencia y soledad.
En el origen de las condiciones que encaminan a numerosos jóvenes hacia la asocialización y la delincuencia encontramos un sentimiento de abandono, de (des)vinculación, de (des)encuentro, de soledad, de aislamiento, de (in)comunicabilidad. Cada adolescente en dificultades intenta, a su manera: 1 disimular, 2 compensar, 3 protestar. Las manifestaciones varían, pero estas tres fases del proceso son factibles de ser detectadas.
La primer fase tiene en vista retener la presencia que se escapa, caracterizada por exigencias apropiadas o inapropiadas. La segunda fase esta caracterizada por los pensamientos oscuros, el rechazo del medio. La tercer fase esta caracterizada por el momento en que el joven busca otras presencias, yendo al encuentro de los que, son víctimas del sufrimiento, de la misma soledad. Es entonces que, generalmente, el educador es llamado a intervenir.
8-Mucho más allá de la adaptación.
Hoy se piensa la socialización como una perfecta identidad entre los hábitos
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