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Problemas Clinicos Neurologicos


Enviado por   •  18 de Octubre de 2012  •  13.514 Palabras (55 Páginas)  •  606 Visitas

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Problemas Clínicos En Neurología

NOTA PARA EL LECTOR: Este espacio de la Revista está dedicado a los problemas clínicos nenrológicos más frecuentes en la práctica médica general. Es nuestra intención que estos temas sirvan al neurólogo para la docencia dirigida al médico general o de otras especialidades, con la finalidad de optimar la calidad de la atención de estos problemas en los servicios médicos de salud de primer nivel. El esquema que se sigue es en realidad un puente entre teoría y práctica, y comprende tres puntos básicos respecto de la actuación del médico: 1, Cómo delimita el problema clínico en cuestión; 2, Cómo diagnostica la enfermedad causal subyacente, y 3, Cómo organiza su estrategia de atención del paciente en el servicio respectivo. Cabe advertir que artículos como el presente, de ningún modo sustituyen al dominio de los contenidos teóricos que se exponen en los textos y la literatura pertinentes. Una constante revisión crítica de los mismos es indispensable para adaptar el conocimiento nosológico general y abstracto de la enfermedad a la estrategia de atención del enfermo individual y concreto.

ATENCIÓN AL PACIENTE CONFUSO

*Pedro Ortiz C.,

El paciente confuso siempre requiere atención médica urgente; por eso el médico tiene que acudir a donde él se encuentra, o tiene que recibirle en un servicio de emergencia. Hasta donde podemos intuir, es posible que el paciente confuso no tenga cómo ni de qué preocuparse; pero los miembros de su familia sin duda vivirán una situación de angustia que luego podría convertirse en una desgracia. Por su parte, el médico tiene ante sí uno de los problemas clínicos más serios y difíciles de resolver, pues sabe que un paciente que está confuso, es posible que pase al coma, y sabe que éste tiene estrecha relación con muerte cerebral. De otro lado, todos saben que un estado de confusión o delirio es también afín a la locura, y que estos cuadros son expresión de alguna enfermedad cerebral que puede dejar las formas más incapacitantes de secuela, como son las que afectan el nivel más superior de organización de una persona que es su conciencia.

En efecto, si alguien se da cuenta que una persona en la plenitud de sus capacidades, bruscamente cambia su modo de ser, y comprueba que está confusa o delira, no le será difícil imaginar que algo riesgoso está sucediendo con esa persona, y con toda razón se pensará que ella tiene una enfermedad mental o una afección grave del cerebro. Desafortunadamente, no todos saben que estos trastornos se deben a alteraciones del cerebro que pueden ser totalmente reversibles, siempre y cuando se atienda al paciente en forma oportuna y se haga todo lo debido a favor de él.

Desde el punto de vista médico, ya es tradicional estudiar los estados confusionales dentro de la categoría de los trastornos de la conciencia, junto a los de obnubilación, estupor, coma y otros estados afines. Sin embargo, es preciso reconocer que en este contexto el concepto de conciencia ha sido tomado en su significado más simple, más común. Por eso es fácil captar el sentido de estar confuso, obnubilado, inconsciente, de haber perdido el sentido, de tener compromiso del sensorio, pues todos estos términos significan no darse cuenta, no pensar con claridad. De allí la facilidad de la interpretación clínica de estos estados, aunque la existencia de una extensa y variada terminología médica al respecto, sobre todo en los círculos psiquiátricos, todavía expresa nuestras dificultades teóricas acerca de la verdadera naturaleza y significación de los procesos cerebrales subyacentes a las perturbaciones de la actividad consciente.

Lo que está claro es que estos disturbios de la conciencia se deben a una reducción de la actividad metabólica y/o funcional del cerebro, por lo que en la atención práctica del enfermo parecería que no se necesita de una exacta respuesta a la pregunta qué es en realidad la conciencia. Pero la desventaja de mantener ese vacío conceptual es que podría perderse la comprensión cabal del sistema integrado de la persona, de tal modo que mientras se atiende la alteración patológica, podría pasarse por alto el otro aspecto de la realidad que es el conjunto de los procesos internos normales del paciente, procesos que se deben cuidar tanto como los afectados por la enfermedad. En otras palabras, el cuidado de los tejidos y los sistemas sanos de un enfermo -que comprende la prevención y la atención precoz de las complicaciones no sólo de su enfermedad, sino también de los procedimientos del examen y el tratamiento-, no debe ser consecuencia colateral que se desprende del tratamiento de sus procesos patológicos actuales, sino que ambos son aspectos de la atención integral de una personalidad como es el enfermo.

Sin embargo, un enfoque de esta naturaleza requiere de una correcta concepción acerca de qué son realmente los hombres, ya que la atención médica no debe ser cuestión de arte práctico ni consecuencia de idealizaciones acerca de la dignidad humana en abstracto, sino una cuestión científica y ética en que está de por medio la integridad y la dignidad de un individuo humano concreto, situación que es aún más patente cuando la vida de esta personalidad depende de todo cuanto pueda hacer por ella el médico u otro trabajador de salud.

Debemos remarcar entonces cuan importante es que el médico disponga de una correcta concepción acerca del nivel más superior de la estructura de una personalidad que es su conciencia, y que ello le sirva para valorar debidamente el impacto que pueden causar los trastornos que la afectan. Al respecto, hemos sugerido en otro lugar que la conciencia es toda la información social que cada persona ha sido y es capaz de incorporar y codificar en su neocórtex cerebral a lo largo de toda su vida, y que esta es la clase de información en base a la cual el individuo humano se convierte en personalidad. Y si una persona se ve privada, aunque fuese en parte o por un tiempo breve, de esta clase de información -es decir, de sus capacidades afectivas, cognitivas y conativas: de sus sentimientos más superiores, de sus conocimientos y habilidades, de sus aspiraciones e ideales-, ya no será difícil imaginar cuan importante es cuidar de su integridad emocional, intelectual y moral puesta en riesgo por la enfermedad de su cerebro.

De otro lado, el hecho de que un paciente confuso tenga una alteración, reducción o pérdida de su actividad consciente, ya de por sí significa que él no podrá tomar decisiones, y que todo cuanto pueda hacerse por esta persona es de exclusiva responsabilidad de quienes le atienden, de quienes además saben o deben saber que una enfermedad cerebral de esta naturaleza puede dejarla con una forma o grado de discapacidad que, como acabamos de

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