Teoria De La Arquitectura
Enviado por braulio90 • 20 de Febrero de 2013 • 1.834 Palabras (8 Páginas) • 715 Visitas
LA TEORÍA DE LA ARQUITECTURA AYER Y HOY.
La idea inicial de la materia, que nació en las Escuelas de Bellas Artes francesas, parecería suponer, con cierta ingenuidad, que existiera una “Teoría” general de la arquitectura separada de la práctica que se realiza en el taller. No debe olvidarse que la herencia neoclásica y ecléctica del romanticismo creó la idea de la arquitectura como actividad esencialmente artística, análoga a la pintura y la escultura en el método de aprendizaje. Es decir, resuelta en una enseñanza práctica llevada en el taller del maestro, donde el arquitecto se formaba paulatinamente en la experiencia, tal como el pintor y el escultor. Por esto, la idea de una Teoría de la Arquitectura fue el primer paso hacia una separación que quitó al arquitecto un poco del espíritu de libertad y autonomía propio del artista, pero en cambio le dio una nueva conciencia de su tarea y produjo un esfuerzo nuevo para el florecimiento de la arquitectura.
El texto que se usaba en el pasado era un clásico del arquitecto francés Gaudet, que en varios tomos proporciona una especie de enciclopedia de la Arquitectura. En ella figuran, en igualdad de tratamiento, los conocimientos técnicos de la construcción al lado de noticias de historia de la arquitectura, normas y ejemplos para composición monumental, datos sobre legislación y práctica profesional, todo lo que se suponía necesario para formar el bagaje cultural del arquitecto.
La introducción de esta materia teórica en la enseñanza de la arquitectura no se debía simplemente al deseo de ampliar la preparación del arquitecto Ya que el arquitecto, que utilizaba los recursos del dibujo y de la práctica de obra, pues a la enseñanza escolar se agregaba un periodo de práctica a las órdenes de un arquitecto más experto en la profesión.
De esta situación derivó la necesidad para los arquitectos de completar su preparación teórica, tanto técnica como cultural. Se crearon cursos que por su método analítico e informativo estaba evidentemente influidos por los de las escuelas de ingenieros, tratando de resumir en ellos los conocimientos culturales, técnicos y profesionales que pudieran afirmar la posición del arquitecto como profesional completo de la construcción.
El auge de las profesiones técnicas que se manifestó en las primeras décadas de nuestro siglo ha llevado a una sucesiva transformación en la preparación del arquitecto.
En primer término, el arquitecto, así como el ingeniero, considerados hasta entonces más bien como hombres expertos en disciplinas de carácter práctico, se transforman en universitarios.
Este no fue un simple cambio de nombres, por el cual los antiguos institutos técnicos o escuelas de Bellas Artes se llamaron facultades o escuelas superiores. Se debió más bien al reconocimiento de la importancia de los factores técnicos en la cultura de nuestra época, y a la necesidad de una participación más eficaz, en un sentido social de todas las actividades humanas en la construcción de la cultura contemporánea. Se entendió que el arquitecto no podrá ser un artista o un práctico solamente, sino que debía integrarse en un proceso cultural más amplio, que lo hiciera más aún para la sociedad y diera bases más firmes a su labor. De allí que las modernas escuelas de arquitectura presenten un cuadro muy amplio de disciplinas, algunas de carácter científico como las matemáticas y las físicas, otras que tocan los problemas de la cultura histórica, otras técnicas relativas a la construcción, otras que tratan de relacionar la actividad del arquitecto con la sociedad en cuyo desarrollo colabora, y que le exigen una preparación previa superior a la que se aceptaba en las antiguas academias.
Tener los datos informativos sobre un tema determinado, según el sistema tradicional de la enseñanza en la Teoría de la Arquitectura, no tiene utilidad concreta si no se sabe cómo utilizarlos. El orden que debe seguirse es en realidad un orden esencialmente crítico, que permita introducir en la elaboración del proyecto los datos que interesan de manera tal que cobren significado, orden, relación, pues de otro modo sólo quedaría un material inerte y sin vida. Aun cuando pueda estudiarse algún medio práctico para facilitar el trabajo de coordinación, queda siempre como verdaderamente básica la preparación crítica del arquitecto. No se puede establecer de manera fija, normativa, cuáles factores tienen mayor importancia en el proyecto; todo es un problema de relaciones. Como establecer la prioridad, por ejemplo si es más importante respetar la orientación de una casa o la comodidad de la circulación, si vale más tener en cuenta las dimensiones de las habitaciones o su vinculación recíproca, si la economía debe prevalecer sobre la calidad espacial, el color sobre la textura, lo macizo sobre lo hueco. Todas estas preguntas, y las innumerables otras que genera el estudio de un proyecto, no tienen respuestas únicas, eternas y categóricas, como lo han demostrado con su fracaso todos los intentos de establecer cánones académicos en un momento u otro de la historia de la arquitectura. Por supuesto, existen en los problemas prácticos límites que es relativamente fácil de definir. Por ejemplo, en las dimensiones de una habitación hay medidas por debajo las cuales no es posible realizar las finalidades más elementales para las que se proyecta el local; pero, apartándose apenas de estos límites, la solución se hace totalmente libre. De ahí la necesidad de un enfoque crítico por parte del arquitecto, que le permita establecer en cada caso una valoración correcta de los factores que intervienen en el proyecto y de sus relaciones.
La preparación
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