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ARTICULO DE DIVULGACIÓN CIENTÍFICA


Enviado por   •  5 de Marzo de 2014  •  6.145 Palabras (25 Páginas)  •  443 Visitas

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ARTICULO DE DIVULGACION CIENTIFICA

La vida de un cerebro. De la gestación a la senectud*

Gertrudis Uruchurtu

Se dice que el cerebro humano es capaz de tener más ideas que el número de átomos que hay en el Universo. Cierto o no, el hecho es que este órgano es de una complejidad pasmosa y experimenta muchos cambios a lo largo de la vida.

Un tazón de cuajada: con esto comparaban al cerebro, tanto por su aspecto como por la poca utilidad que le atribuían, los anatomistas del siglo XVII. Una vez extraída del cráneo, esa masa blanda y grasosa no parecía de ninguna manera ser el asiento del intelecto. Según Aristóteles, la única función del cerebro era "atemperar el calor que bulle dentro del corazón", un simple termostato que se encargaba de que el corazón, en donde él suponía que radicaba la inteligencia humana, no se sobrecalentara, pues aseguraba que de tanto trabajar producía demasiada energía.

En 1664 un científico y filósofo del grupo conocido como Círculo de Oxford, Thomas Willis, fue el primero en atribuir a las estructuras cerebrales funciones cognitivas específicas. Con esto rompió el paradigma que los filósofos naturalistas arrastraban desde 300 años antes de nuestra era.

Hoy sabemos que ese "tazón de cuajada" está constituido por una intrincada red de unos 100 000 millones de neuronas —células nerviosas— en constante comunicación. Ahí se alojan el conocimiento, la capacidad de aprender, memorizar y recordar, de amar y odiar, de sentir miedo y placer, de percibir el mundo exterior y, no menos importante, la conciencia de "ser". Esto es nuestro cerebro en plenitud, pero a lo largo de su existencia tiene que recorrer un largo camino que va desde la gestación hasta la senectud

Dentro del útero materno

Durante la gestación, la ingeniería celular que se encarga de la construcción del cerebro está principalmente dirigida por genes. No obstante, para que la obra final funcione adecuadamente habrá que satisfacer algunos requerimientos nutricionales específicos y el feto deberá estar protegido contra un entorno tóxico.

Cuatro semanas después de la concepción, una de las tres capas embrionarias se enrolla para formar el tubo neural a partir del cual se erigirá la construcción de ingeniería celular que será el cerebro.

Una dieta balanceada aporta la materia prima necesaria para el buen desarrollo de este órgano. La carencia de ciertas sustancias en la dieta de la madre puede provocar daños irreparables al construir los cimientos del cerebro de su hijo. Una de ellas es el ácido fólico, un tipo de vitamina B presente en muchas verduras; es un cofactor indispensable para la construcción del ADN, y para su reparación y la activación de genes, por lo tanto se requiere en los periodos de división y crecimiento celular. El tubo neural que formará el cerebro y la médula espinal debe cerrarse en esa etapa temprana del embarazo. La deficiencia de ácido fólico en este tiempo puede provocar daños neurológicos graves como espina bífida, una condición en la que la médula espinal no queda bien protegida por las vértebras que debieran cubrirla y esto puede ser causa de parálisis. Otras veces la carencia de ácido fólico impide por completo el desarrollo del cerebro, lo que se conoce como anencefalia.

Las proteínas y los ácidos grasos insaturados no deben faltar en la dieta de la mujer embarazada, pues la carencia de las primeras detiene el crecimiento de las neuronas del feto y las conexiones entre ellas, mientras que los ácidos grasos se necesitan para formar la membrana neuronal.

En investigaciones recientes se ha encontrado que el fierro y el zinc son elementos indispensables en el desarrollo cerebral. Betsy Lozoff y Michael Georgieff, de la Universidad Ann Arbor en Michigan, encontraron una disminución de las habilidades cognitivas, motoras y sociales en niños que habían tenido deficiencias de fierro durante su gestación. Sanjiv Amin, un pediatra del Centro Médico de Rochester, encontró que esta misma deficiencia provoca una falta de maduración del sistema auditivo.

El zinc es un elemento que casi siempre se encuentra junto con las proteínas en todo tipo de carne. Fu Di Wang, del Instituto de Ciencias Biológicas de Shanghai, demostró que la falta de este mineral en la vida intrauterina también interfiere en el desarrollo cerebral, ya que se necesita para la formación de una proteína filamentosa llamada nestina, indispensable para construir las ramificaciones neuronales.

Aunque la barrera placentaria hace un excelente trabajo impidiendo el paso de sustancias tóxicas de la circulación materna a la del feto, el mercurio, la nicotina y el alcohol logran pasar algunas veces. En madres que padecen alcoholismo es común que el niño al nacer presente el síndrome alcohólico fetal que afecta el desarrollo cerebral. El daño neurológico se manifiesta como una intensa hiperactividad y dificultad de aprendizaje, además de cambios faciales característicos y un crecimiento lento.

El desarrollo del cerebro del feto, si cuenta con las condiciones necesarias, es vertiginoso; en algunos periodos de la gestación llegan a producirse hasta 250 000 neuronas por minuto. Al nacer, el cerebro pesa el 25% de lo que pesará en la edad adulta y ya están presentes casi todas las neuronas que un individuo tendrá a lo largo de la vida. El crecimiento del cerebro se da entonces principalmente por la multiplicación de otro tipo de células, las gliales, entre cuyas funciones está el proteger las ramificaciones neuronales —los axones— con una sustancia aislante llamada mielina. La capa de mielina permite que haya una transmisión rápida y eficiente de los impulsos entre las células nerviosas.

Un cerebro especial

Por mucho tiempo se creyó que poseer un cerebro más grande hace a una persona más inteligente. Un examen del cerebro de Einstein mostró que posiblemente no existe tal relación: su peso fue 15% menor a la cifra promedio de peso del cerebro humano (ver ¿Cómo ves? No. 59). Pero sí se encontraron diferencias importantes que nada tienen que ver con el peso, entre ellas que la corteza cerebral del lóbulo frontal de Einstein era más delgada que la de la generalidad de los humanos, lo que sugiere una mayor densidad de neuronas, lo cual a su vez habría permitido una conducción de impulsos entre ellas más rápida y una mayor velocidad de ejecución de los procesos mentales.

El cerebro de Einstein no mostraba una hendidura conocida como opérculo parietal, lo que quizá dio origen a una mayor interconexión en la región parietal inferior. Se encontró también una mayor proporción de células gliales, que son las que dan sostén y nutren a las neuronas. Finalmente, en el cerebro de Einstein el área de la región parietal inferior

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