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EL PRÍNCIPE GUAYACÁN


Enviado por   •  8 de Marzo de 2017  •  Trabajo  •  4.047 Palabras (17 Páginas)  •  314 Visitas

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EL PRÍNCIPE GUAYACÁN

Era una tardecita de verano, ya casi entrada la noche, cuando me fui al río, extasiado al contemplar que en las ondas azules del agua, en las ondas eternas del Río Grande, se bañaba el lucero del crepúsculo, emitiendo rayos de luz azulina, que provenían del planeta Venus que decía adiós allá arriba, sobre el gran cerro en donde estaban las Ruinas de Wol-Wol... admirado de tanta maravilla escuchaba cientos de chiquirines que cantaban, pegados como con cera a los añosos árboles que se inclinaban sobre las aguas azules y verdosas del gran Río Cahabón. Así también el lastimero y triste chirrido de los tocorones daba a la tarde un ambiente melancólico.

Una que otra machaca, salía a despedir el día que moría y se zambullían nuevamente en las frescas aguas, que bañaban aquel paraje bello y frondoso llamado ;Guayacán!

Los tucanes, confundían su plumaje multicolor con el amarillo, el anaranjado y el oscuro de aquel atardecer.

Un viento suave y tibio, que se confundía con la brisa de las aguas acariciaba mi rostro, sintiendo que me besaba la ninfa del río...

¡Ah, mi río, mi lindo río, que yo lo considero mío!, mi Guayacán del alma; en el cual he depositado mis sueños más caros, más bellos y ambiciosos anhelos de mi vida.

Por ratos la corriente se hacía fuerte y chocaba bulliciosa con las piedras y a ratos se calmaba y quedaba solo un murmullo dulce que transportaba mi alma a senderos profundos de ensueño. ¡Cuántas veces por las noches ese dulce murmullo adormece mi mente, entregándome al descanso, mientras hago planes para un nuevo amanecer!

Pues aquella tarde, queriendo vivir plenamente aquellos momentos, bajé al río y contemplé el paraje, me extasié en él y vi hacia el oriente una magnifica claridad, que danzaba sobre la corriente del río, era la luna en su plenilunio, no tardaría en aparecer sobre los altos cerros, y mientras eso sucedía, me recosté en la arena, en aquella playita, rodeada de arbustos de flores de mayo y matochos de lirios de río, que a esa hora exhalaban un aroma terriblemente exquisito, me recosté en la tibia arenita y el rumor acariciante del río, seguramente me adormeció...

No sé cuanto tiempo pasó, pero un olor penetrante a tabaco y el leve sonido de unas pisadas sigilosas, me despertaron...De inmediato me incorporé y ví a un hombre a pocos pasos de mí...-¿Quién sos?-le dije mientras mi cuerpo era sacudido por un pequeño temblor, cual un arbusto que se menea por la corriente del agua, porque sí me asustó en el sueño o no entendí yo claramente si estaba soñando...-¡je, je, je!...no te asustés tata, - me dijo un anciano, muy anciano, que apoyado en un bastón, más retorcido que los caminitos de los arrabales de Cahabón, usaba un sombrero de junco, un pantalón corto color blanco y un lienzo blanco también en la espalda, descalzo, la luz plateada de la luna jugaba con el agua del gran río y le ponía más blancos los bigotes a aquél mi personaje misterioso, que se miraba bonachón. Los chiquirines callaron, y uno que otro tocorón cantaba sus tristezas aquella tarde del estío, las cucayas, con sus farolitos verdes, alumbraban mi cara y el rostro de aquel viejo q'eqchi', pintando de esmeralda los rincones de ese paraíso hermoso; - Guayacán.- -No te asustés tata-me dijo-yo solo pasaba por aquí, hace mucho calor y me vine a pasear al río, en eso te vi y pensé que algo te había sucedido, por eso estoy acá...

-Yo, le agradecí, y le pregunté quién era y donde vivía... -Vengo de allá arriba, me dijo-señalando el gran cerro de Wol-Wol y acá siempre vengo, más en los veranos, para ver si me encuentro con el dueño de esta poza azul...-¿Y quién es el dueño de esta poza pués?-le dije yo- si éste lugar es mío... - ¡Je, je, je!...¡Húm, Hum! perdonáme tata; dijo, mientras jalaba profundamente el humo de su puro, sacándolo después para ahuyentar algunos jejenes que a esa hora revoloteaban por allí,-perdóname, pero vos no sos el mero dueño, vos acabás de nacer, tan solo ayer veniste acá, en cambio el mero dueño vive en esta poza, desde el comienzo de los tiempos, desde que aquel pueblo antiguo de Wol-Wol, tenía vida, y señaló hacia la cumbre del cerro, de esos tiempos es el dueño de este lindo lugar, y seguirá siéndolo hasta el final de las lunas y los soles. -¿Cómo así?-le dije yo,-no te entiendo nada, nada; y mientras él, el viejo, se abanicaba con su sombrero de cala y con su bordón picaba la arena tibia de aquella playa; un pujuyero cantó allá lejos en el camino, y una bandada tardía de garzas volaba sobre la corriente rumbo abajo, querían seguro jugar con la luna...- No te entiendo señor le dije yo, mejor contáme bien.. - ;Je, je, je! dijo el viejo, y se sentó sobre una piedra. aún caliente por el sol del verano, y yo me senté en la arena tibia, mientras el anciano muy reverencioso me decía: - ¿Queres escuchar el relato? pues te lo voy a contar para que sepas de verdad quién es el mero dueño de esta poza que hoy duerme con una sábana de plata, por la luz de la luna y que a media noche canta un murmullo de ilusión...

En ese momento, el aullido de mi perro, del otro lado del río me estremeció y un vago estremecimiento recorrió mi espalda y nuca mientras contemplaba la figura de aquel extraño personaje salido de la ramazón de la orilla del Río Grande. Y comenzó su relato el anciano, sin antes no jalar el potente humo de su puro Escuchó tata, escuchó pués, este es el relato "Eran los tiempos del Kutank-Saquenk, (el inicio de los tiempos) cuando allá en aquel pueblo, señaló hacia el gran cerro, y que ahora solo quedan ruinas allá en ese lindo pueblo, había un Rey, había un Ajaw, llamado Wol-Wol. su pueblo lo amaba, no faltaban la comida, abundaba el maíz, el fríjol, el chile, los ayotes, yucas y toda la clase de frutas. Sus guerreros eran hombres valientes que hacían la guerra a otros pueblos lejanos, para conseguir hombres para los trabajos de construcción de pirámides, templos y para usarlos en los sacrificios humanos y ofrendarlos a sus Dioses, principalmente a la Diosa sagrada del mundo maya, La Qana' ltzam, y también al Dios de los cerros y los valles, el gran Tzultaq'a. En ese antiguo pueblo, se celebraban grandes fiestas, con motivo de la siembra del maíz, sus templos eran adornados con las flores traídas del gran río, y la música era el tún, la chirimía y "xuyes" de barro (pitos) que emitían sonidos graves y agudos.

Debajo de ese pueblo, el pueblo del Rey Wol-Wol, había una gruta, en donde se creía habitaban sus Dioses, y cuando nacía un niño, para que fuese sano y se convirtiera en su nahual cuando fuera grande, lo llevaban a esa cueva en donde permanecía

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