El Otoño

El otoño es una sinfonía de ocres, dorados y castaños, de amaneceres melancólicos y atardeceres impresionantes. Y de fondo, enredada a las paredes, la hiedra. No importa qué seas mientras crezcan nuevos brotes y tengas abrazos enredados a tu piel.

Me visto de otoño y mudo de piel como ya hice otras tantas veces. Me desprendo de las hojas muertas y de las ilusiones que se fueron trenzando a su estructura.

No es muy doloroso porque sé que todo se regenera y puede que una mañana soleada, cuando el asfalto sea solo hojas, sonría al ver como en las yemas de mis dedos han crecido brotes nuevos. Y seré como el rey midas. Pero tocare solo a quien yo quiera y de él o ella también saldrán brotes, pequeñas ramas, más tarde hojas e incluso flores.

Y mientras imagino ese nuevo asfalto que en breve será mío, pienso que quiero ser de hiedra. Porque he leído que en la antigüedad la consideraban eterna y eso suena a duradero, a resistente (porque en los cuentos de hadas ya no creo).

De pequeño me sentaba en nuestra cocina abuhardillada y esperaba a estar solo para asomarme por la claraboya. Y de puntillas me esforzaba por estirar bien el cuello hasta que mi nariz notaba el aire de la calle. Buscaba solo la casa de al lado, que para mi no era solo eso. Era una inmensa pared cubierta de hiedra. Y veía las hojas verdes y brillantes. Me gustaba imaginar las piedras debajo de ella. Guarecidas del sol y del agua, del viento y de la nieve (porque allí nevaba).Y con el tiempo he tenido esta idea tan descabellada… si no será buena opción convertirme en piedra y dejar que se enrede en mi cuerpo todo ese verde. Con sus ramas y sus hojas. Ser eternamente abrazado y que asfixie un poquito esta necesidad mía de vivir tan intensamente todo lo que hago.

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