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El Pajharo Campana


Enviado por   •  2 de Diciembre de 2013  •  850 Palabras (4 Páginas)  •  218 Visitas

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EL PÁJARO CAMPANA

Cuando los árboles se miraban en las aguas del río y el sol ofrecía vida con su luz dorada, nació un pichón de bellísimo plumaje.

Los animales del bosque, al oír la melodía de sus trinos, le pusieron el nombre de Pájaro Campana.

Una mañana, que tenía en sí algo de divino, el pájaro de plumaje rojo y piquito negro salió de su nido, desplegó sus alas al viento y voló como una chispa alegre más allá de las nubes nacaradas.

Las ramas eran mecidas por el viento y los animales arrullados por los trinos del pájaro cantor, que volaba haciendo círculos en el espacio donde las nubes fueron barridas por el sol.

La noche tendió su manto sobre el bosque y el Pájaro Campana volvió a su nido bajo un cielo salpicado de estrellas.

A fines de la más límpida estación del año, cuando el bosque estaba como botánico en plenitud, llegó un gorila feroz desde el otro lado del río.

Aunque el Pájaro Campana no advirtió la llegada del cazador, los animales, escondidos tras las piedras y los troncos, atisbaban al gorila que ingresaba al bosque a paso marcial.

El vértigo de los días tristes aún no se presentó, por eso el sol resplandecía alegre, esperando que el Pájaro Campana volara por encima de los árboles, desgranando sus canciones cual racimos de flores.

Esa misma mañana, el pájaro de plumaje rojo y piquito negro voló como un cometa de papel. Su corazón galopaba como un corcel y su sangre corría por sus arterias como un ganado de vacas en tropel. Sus ojos, que eran la luz de su conciencia, veían alejarse la vida y acercarse la muerte, mientras su canto hacía surcos en el aire.

El gorila, tendido sobre el follaje, escuchó el canto del Pájaro Campana. Alistó su fusil y, tras apuntar contra la llamita de fuego, presionó el gatillo y la bala desapareció en la carne vida del pajarito. Pero él, que tenía los huesos tenaces y los músculos fornidos, sólo aterrizó agónico sobre el césped, con una herida abierta en su ala izquierda, de donde le fluía la sangre a borbotones. Parecía una estrella diminuta apagándose en el bosque. La sangre se le confundía con el color de su plumaje y los latidos del corazón con los redobles del tambor.

El sol radiante, testigo del acto fúnebre, proyectó el espectro enorme e impresionante del gorila. La sombra cayó allí donde el pájaro se retorcía en suplicios de dolor.

-¡Muere ya! -gritó el gorila, con un bramido descomunal.

-No muero -replicó el pajarito-, porque hoy mismo nacen millares de pichones que tienen el color de mi plumaje...

El trágico espectáculo hizo que el sol se escondiera detrás de las nubes y las flores se marchitaran una a una.

Al precipitarse la noche, el gorila de corazón más duro que la roca y más frío que la muerte retornó a su guarida. La luna se

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