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El Profeta


Enviado por   •  28 de Julio de 2014  •  526 Palabras (3 Páginas)  •  187 Visitas

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EL PROFETA

(1923)

El Profeta

Almustafá, el elegido y bienamado, el que era un amane¬cer en su propio día, había esperado doce años en la ciudad de orfalese la vuelta del barco que debía devolverlo a su isla natal.

A los doce años, en el séptimo día de Yeleol, el mes de las cosechas, subió a la colina, más allá de los muros de la ciudad, y contempló él mar. Y vio su barco llegando con la bruma.

Se abrieron, entonces, de par en par las puertas de su corazón y su alegría voló sobre el océano. Cerró los ojos y oró en los silencios de su alma.

Sin embargo, al descender de la colina, cayó sobre él una profunda tristeza, y pensó así, en su corazón. ¿Cómo podría partir en paz y sin pena? No; no abandonaré esta ciudad sin una herida en el alma.

Largos fueron los días de dolor que pasé entre sus muros y largas fueron las noches de soledad y, ¿quién puede separar¬se sin pena de su soledad y su dolor?

Demasiados fragmentos de mi espíritu he esparcido por estas calles y son muchos los hijos de mi anhelo que marchan desnudos entre las colinas. No puedo abandonarlos sin aflic¬ción y sin pena.

No es una túnica la que me quito hoy, sino mi propia piel, que desgarro con mis propias manos.

Y no es un pensamiento el que dejo, sino un corazón, endulzado por el hambre y la sed.

Pero, no puedo detenerme más.

El mar, que llama todas las cosas a su seno, me llama y debo embarcarme.

Porque el quedarse, aunque las horas ardan en la noche, es congelarse y cristalizarse y ser ceñido por un molde. Desearía llevar conmigo todo lo de aquí, pero, ¿cómo lo haré?

Una voz no puede llevarse la lengua y los labios que le dieron alas. Sola debe buscar el éter.

Y sola, sin su nido, volará el águila cruzando el sol. Entonces, cuando llegó al pie de la colina, miró al mar otra vez y vio a su barco acercándose al puerto y, sobre la proa, los marineros, los hombres de su propia tierra.

Y su alma los llamó, diciendo:

Hijos de mi anciana madre, jinetes de las mareas; ¡

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cuántas veces habéis surcado mis sueños! Y ahora llegáis en mi vigilia, que es mi sueño más profundo.

Estoy listo a partir y mis ansias, con las velas desplegadas,, esperan el viento.

Respiraré otra vez más este aire calmo, contemplaré otra vez tan sólo hacia atrás, amorosamente.

Y luego estaré con vosotros, marino entre marinos. Y tú, inmenso mar, madre sin sueño.

Tú que eres la paz y la libertad para el río y el arroyo. Permite un rodeo más a esta corriente, un murmullo más a esta cañada.

Y luego iré

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