El Profeta
Enviado por sstark • 11 de Junio de 2015 • 3.052 Palabras (13 Páginas) • 355 Visitas
Introducción
El libro nos habla de un personaje llamado Almustafa, el elegido. Que lleva viviendo 12 años en un pueblito esperando la llegada de un barco que lo llevaría a su tierra natal. Cuando porfin llega su barco y el lo divisa en el horizonte este que se encontraba al parecer en una loma alta desciende hasta el puerto para el encuentro de su ansiado barco pero al ir en camino pensó en lo que quedaba en la tierra que habitaba actualmente y se dijo antes de partir debía aportar algo a todo lo que dejaba, así atesorando ese lugar en el que vivió tantas cosas buenas como malas, al tener su barco de frente dijo que a sus tripulantes cuanto había esperado ese momento y que estaba listo para partir, mas antes tenía que despedirse de la personas que quedaban en este lugar y al ver a su alrededor vio a la gente dejar sus oficios y comenzaban a dirigirse al lugar donde este se encontraba. Ya que todos sabían que el elegido como mencione antes partiría a su tierra natal y todas estas personas que tanto lo querían no pensaban verlo partir sin despedirse. Así pues las personas se aglomeraron a su alrededor y así pues comienza la despedida del maestro.
Y, caminando, vio a lo lejos cómo hombres abandonaban sus campos y sus viñas y se
encaminaban apresuradamente hacia las puertas de la ciudad. Y oyó sus voces llamando su nombre y gritando de lugar a lugar, contándose el uno al otro de la llegada de su barco. Y se dijo a sí mismo:
¿Será el día de la partida el día del encuentro? ¿Y será mi crepúsculo, realmente, mi
amanecer?
¿Y, qué daré a aquel que dejó su arado en la mitad del surco, o a aquel que ha detenido la
rueda de su lagar? Y de repente se adelantaron unos ancianos diciendo: no nos dejes, No eres un extraño entre nosotros; no eres un huésped, sino nuestro hijo bien amado. Y vinieron otros también a suplicarle. Pero él no les respondió. Inclinó la cabeza y aquellos que estaban a su lado vieron cómo las lágrimas caían sobre su pecho.
El y la gente se dirigieron, entonces, hacia la gran plaza ante el templo. Y salió del santuario una mujer llamada Almitra. Era una profetisa.
Y él la miró con enorme ternura, porque fue la primera que lo buscó y creyó en él cuando
tan sólo había estado un día en la ciudad. Ella saludo y dijo: ni nuestras necesidades detendrán tu paso. Pero sí te pedimos que antes de que nos dejes, nos hables y nos des tu verdad.
Y nosotros la daremos a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos, y así no perecerá. El profeta dijo: ¿de qué puedo yo hablar sino de lo que aún ahora se agita en vuestras almas?
Dijo Almitra: Háblanos del Amor. Y él levantó la cabeza, miró a la gente y una tranquilidad descendió sobre todos. Entonces, dijo: con gran voz: Cuando el amor nos llame, seguirlo. Y cuando su camino sea duro y difícil.
Y cuando sus alas nos envuelvan, entregarnos. Aunque la espada entre ellas escondida nos
hiriera. Y cuando nos hable, creer en él. Aunque su voz destroce nuestros sueños, tal cómo el viento
norte devasta los jardines. Porque, así como el amor nos corona, así nos crucifica.
Así como asciende a lo más alto y acaricia vuestras más tiernas ramas, que se estremecen bajo el sol, así descenderá hasta vuestras raíces y las sacudirá en un abrazo con la tierra. Cuando ames no debes decir: "Dios está en mi corazón", sino más bien: "Yo estoy en el
corazón de Dios." Entonces, Almitra habló otra vez: ¿Qué nos diréis sobre el Matrimonio, Maestro?
Sí; estaréis juntos aun en la memoria silenciosa de Dios. Pero dejar que haya espacios en
nuestra cercanía.
Y dejar que los vientos del cielo dancen entre nosotros. Amar el uno al otro, pero no
hagas del arnor una atadura. Nos dice que no hagamos del matrimonio un infierno, el hecho de que seamos uno no quiere decir que se debe ser igual o hacer todo lo que el conyugue decida claramente lo menciona en la frase que dice: Porque los pilares del templo están aparte. Tanto el uno como el otro son indispensables para tener una gran fortaleza pero cada cual debe cumplir su función. Y una mujer que sostenía un niño contra su seno pidió: Háblanos de los niños. Y dijo: Podes darles nuestro amor, pero no nuestros pensamientos. Porque ellos tienen sus propios pensamientos. Podes albergar sus cuerpos, pero no sus almas. Vemos pues que al criar a los niños solo podemos apoyarlos mas ellos deben recorrer su camino para así pues encontrar su propósito en la vida. Entonces, un hombre rico dijo: Háblanos del dar. Hay quienes dan poco de lo mucho que tienen y lo dan buscando el reconocimiento y su deseo oculto malogra sus regalos. Y hay quienes tienen poco y lo dan todo. Son éstos los creyentes en la vida y en la magnificencia de la vida y su cofre nunca está
vacío. Entonces, un viejo que tenía una posada dijo: Háblanos del comer y del beber. Y dijo: Ojalá pudiéras vivir de la fragancia de la tierra y, como planta del aire, ser alimentados
por la luz. Pero, ya que debes matar para comer y robar al recién nacido la leche de su madre para
apagar nuestra sed, hacer de ello un acto de adoración. Y hacer que vuestra mesa sea un altar en el que lo puro y lo inocente, el buque y la pradera sean sacrificados a aquello que es más puro y aún inocente que el hombre. Cuando mates un animal, decirle en nuestro corazón: "El mismo poder que te sacrifica, me sacrifica también; yo seré también destruido. La misma ley que te entrega en mis manos me entregará a mí en manos más poderosas. Entonces, dijo el labrador: Háblanos del trabajo. Yo les digo que la vida es, en verdad, oscuridad cuando no hay un impulso. Y todo impulso es ciego cuando no hay conocimiento. Y todo saber es vano cuando no hay trabajo. Y todo trabajo es vacío cuando no hay amor. Porque, si horneas el pan con indiferencia estas horneando un pan amargo que no calma más que a medias el hambre del hombre. Y un tejedor dijo: Háblanos del vestir. Y él respondió, diciendo: nuestra ropa esconde mucho de nuestra belleza y, sin embargo, no cubre lo que no es bello. Entonces, uno de los jueces de la ciudad se adelantó y dijo: Háblanos del Crimen y el Castigo. aunque las palabras pesen duramente sobre vuestros corazones:
El asesinado no es irresponsable de su propia muerte. Y el robado no es libre de culpa al ser
robado. El justo no es inocente de los hechos del malvado. Y el de las manos blancas no está limpio de lo que el Felón hace. Sí; el reo es, muchas veces, la víctima del injuriado. Y, aún más a menudo, el condenado es el que lleva la carga del sin culpa.
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