El coltán
Enviado por cova1014 • 25 de Marzo de 2014 • Ensayo • 1.727 Palabras (7 Páginas) • 198 Visitas
El coltán es un mineral óxido que toma su nombre de la contracción de otros dos minerales que lo integran: la columbita y la tantalita. No es un mineral en sí mismo ni tampoco una aleación. Es una solución sólida y cristalina, de color azuloso, que se forma por la fusión de óxido de niobio, hierro y manganeso, por un lado; y óxido de tantalio, hierro y manganeso por otro.
Esta combinación natural desarrolla propiedades únicas: superconductividad, carácter ultrarrefractario que soporta temperaturas muy elevadas, alta resistencia a la corrosión y otras alteraciones propias de los minerales, y una singular capacidad de almacenar temporalmente cargas eléctricas y liberarlas cuando es necesario.
Sobra decir que esta providencial fusión se ha convertido en un elemento fundamental y codiciado para el desarrollo de nuevas tecnologías. Presente sobre todo en condensadores, su uso se extiende por la telefonía móvil, la fabricación de computadoras, la elaboración de videojuegos y todo tipo de nuevas aplicaciones; la industria aeroespacial, bélica y atómica; y hasta la medicina (implantes).
Pero este magnífico don de la naturaleza es escaso y todavía no existen suficientes estudios mineralógicos y geoquímicos que permitan conocer su certera ubicación en la tierra. Por lo pronto, Australia, Canadá y Tailandia comparten un 5% de la producción, y Brasil ostenta aproximadamente el 10%. Colombia y Venezuela han anunciado el descubrimiento de algunas reservas en la región amazónica y, antes de morir, Hugo Chávez incluso habló de un potencial de 100 mil millones de dólares del llamado “oro azul”.
La mayor parte de las reservas conocidas, empero, se ubica en el corazón de África y, muy concretamente, en la República Democrática del Congo (RDC), que detenta el 80% de la producción mundial. Esta riqueza que, correctamente explotada, podría sacar rápidamente de su proverbial pobreza a los congoleños y a sus vecinos de Uganda y Ruanda, se ha convertido por el contrario en una pesadilla de guerra, explotación laboral y daño ambiental.
La primera gran alerta pública la dio el periodista de El País, Ramón Lobo, en su reportaje titulado “La fiebre del coltán” (02-09-2001), en el que daba cuenta de cómo en la región minera de los Kivus hombres, mujeres y niños en régimen de semiesclavitud excavaban con sus propias manos o con herramientas precarias el mineral, hasta a 300 metros bajo tierra, en jornadas extenuantes, sin medidas de seguridad y con salarios que no alcanzaban un dólar al día.
Para entonces todavía estaba en curso la llamada Segunda Guerra del Congo, que entre 1998 y 2003 costó la vida a alrededor de 5 millones de personas. Luego vinieron reportes especializados de organismos prestigiosos como International Alert y The Pole Institute. Finalmente el problema llegó hasta el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
En 2002 la ONU documentó la conexión directa entre la guerra y la región de los Kivus. En un informe demoledor, exhibió la intrincada red de intereses creados para saquear la zona, y repartió por igual la responsabilidad entre unas autoridades congoleñas corruptas y ávidas de dólares; los gobiernos de Ruanda y Uganda que “exportaban” el material sin aranceles ni permisos; y 114 empresas multinacionales –alemanas, belgas, británicas, chinas, estadunidenses, francesas, etc.– que resultaban las beneficiarias últimas de esta cadena de expoliación ilegal.
Seis años después del primer reportaje publicado por El País, otro de sus periodistas, Pere Rusiñol, viajó a Goma, la capital de la RDC, e informó que la guerra había vuelto a la zona de los Kivus y las causas parecían ser las mismas. Las únicas diferencias que observó eran que Uganda y Ruanda habían retirado sus tropas – “la lucha es ahora entre señores de la guerra y el ejército regular”, escribió – y que la trama de sociedades intermediarias para abastecer a los mercados de Occidente y China se había vuelto más sofisticada.
“El Estado no controla las minas. La mayoría son gestionadas por milicias apoyadas por empresarios bien conectados en Ruanda”, le dijo el diputado federal opositor Thomas Luhaka. Empresarios rivales y grupos armados en pugna se apropian de licencias expedidas por autoridades de todos los niveles de gobierno –obtenidas casi siempre mediante amenazas y corruptelas– y luego las esgrimen para exigir sus derechos. El problema es que siempre hay varios con derechos sobre el mismo lugar.
Rusiñol pudo constatar que el saqueo generalizado continuaba: el mineral seguía siendo extraído de manera abusiva e ilegal y cruzaba de inmediato la frontera sin permisos ni pagos. “El material robado primero llega a Ruanda. Después da un largo paseo para borrar las huellas de sociedades con nombres diferentes que nacen y mueren a velocidad pasmosa. Y finalmente llega a los países occidentales y a China”, reportó.
Pero también en la capital congoleña todos saben dónde y quiénes compran y venden no sólo coltán, sino otros minerales como la casiterita y la wolframita (de la cual se obtiene tungsteno), y por supuesto también oro y diamantes. Propiedades amuralladas y con cercas electrificadas muestran un movimiento febril de automóviles de lujo y vehículos todoterreno, mientras guardias armados impiden el paso a cualquier intruso. Ninguna exhibe un nombre comercial. Tras el informe de la ONU desparecieron todos los rótulos.
Los años van pasando y todo sigue igual, con el agravante de que estudios recientes han relacionado
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