Hacia el Conceptismo y Culteranismo: Luis de Góngora y Francisco de Quevedo
Enviado por C1R4L3N1 • 12 de Junio de 2017 • Reseña • 4.164 Palabras (17 Páginas) • 340 Visitas
Poesía del Siglo XVII
Hacia el Conceptismo y Culteranismo: Luis de Góngora y Francisco de Quevedo
1.Contexto histórico: el siglo XVII en España
Durante el siglo XVII, época en la que se desarrolla el Barroco, España sufre un periodo de graves problemas que se visibilizan por medio de dos elementos fundamentales: una decadencia político militar y una crisis económico social. Dentro del primer aspecto, se encuentra el poder concentrado en manos de los Austrias menores: Felipe III (1578-1621), Felipe IV (1605-1665) y Carlos II (1661-1700). Con el primero de ellos “se inicia definitivamente la decadencia política, económica y social del pueblo español, y comienza el siglo XVII que se caracteriza por su esplendor externo y por el desprendido florecer- nunca después repetido- del arte, de la literatura y del espíritu” (Pfandl, 1994: 50)[1]. En este periodo se adopta una política pacifista que contrasta con la que anteriormente Felipe II, su padre, llevó a cabo, logrando terminar con algunos de los conflictos derivados de la regencia anterior[2]. La falta de interés de este monarca deviene en el comienzo del gobierno de los validos, representado en primera instancia por el Duque de Lerma, quien ya habiendo sido pobre teme volver a serlo, por lo que al encontrarse cercano al poder comenzó a enriquecerse desmedidamente, continuando con esta tarea su hijo, el Duque de Uceda. Más tarde en el siguiente reinado[3], que se caracteriza por la delegación del poder en manos del Conde Duque de Olivares y posterior administración del propio monarca, con ayuda de don Luis de Haro, España se sumerge de lleno en la Guerra de los Treinta Años, conflicto del que no sale muy bien parado. Como consecuencia de ello, unido a los múltiples conflictos provocados por las nefastas administraciones posteriores a Felipe II, en el breve reinado de Carlos II, España pierde significativos territorios en Europa llegando al siglo XVIII prácticamente liquidados. Más allá de las evidentes pérdidas sufridas por la Corona Española, subsiste también el problema de la sucesión por falta de un heredero al trono. Respecto de ello, señala Antonio Domínguez Ortiz, historiador español del siglo XX, que:
Los consejeros de Carlos II comprendían que la única manera de evitar una guerra internacional o un reparto del Imperio era nombrar un heredero que no fuera ni el emperador ni un príncipe francés; Carlos II designó a José Fernando de Baviera […] el bávaro murió y el definitivo testamento favoreció a Felipe de Anjou, nieto del Luis XIV. Terminaba así la carrera de los Habsburgos hispanos (2004: 190).
Esta crisis se extiende también al ámbito de la política interna, donde destacan la expulsión de los moros en 1610, la corrupción administrativa, los ataques de piratas ingleses y holandeses y la sublevación de Cataluña, Andalucía, Nápoles, Sicilia y Portugal, territorio que logra su independencia en el año 1668.
En cuanto al aspecto económico y social, la situación no es muy distinta, puesto que con la expulsión de los moriscos[4], además de las guerras, hambrunas (1605), epidemias (peste de 1599) y crisis meteorológica de la que deriva la pérdida de numerosas cosechas, España sufre una problemática crisis demográfica. En relación a los estragos acontecidos en el plano económico, donde se desarrolla una inflación insoportable, los más perjudicados fueron los campesinos, quienes se vieron obligados a mendigar o delinquir para lograr sobrevivir, no así la nobleza y el clérigo, que, de algún u otro modo, lograban mantener sus privilegios.
2. Contexto cultural: el Barroco Español
Al seguir unida a una rígida tradición aristocrática y religiosa, la cultura del Barroco, que en primera instancia y en contraposición al clasicismo, se relacionaba con todo lo desmesurado confuso y extravagante (cfr. Hauser), fue muchas veces utilizada al servicio de la monarquía y del movimiento de Contrarreforma liderado por la Iglesia Católica, donde podemos observar que “Esta época produce tal cantidad de iglesias y capillas, pinturas de bóveda e imágenes de altar, estatuas de santos y monumentos sepulcrales, relicarios y exvotos como ninguna época anterior” (Hauser, 2012: 511). En el ámbito de las ciencias, éstas no lograron acoplarse a los avances que se estaban produciendo en otros países del continente europeo. No obstante, el atraso en dicha área, el gran avance en las artes, hace que este periodo sea nombrado como el Siglo de Oro Español. Pfandl señala respecto de lo anterior:
En el curso de la primera mitad del siglo XVII se verificó una profunda transformación en el arte […] El tránsito de lo clásico a lo barroco se verifica en Arquitectura por un predominio exuberante de las formas; en el lenguaje por el abuso del conceptismo y del cultismo, y en las artes coreográficas por una licencia y desgarre, rayanos en el desenfreno” (1994: 251)
Dentro de los máximos representantes del Barroco en España, podemos destacar en arquitectura a Gómez de Mora y algunos religiosos como Fray Alberto de la Madre de Dios, en escultura Gregorio Fernández y en pintura Velázquez y Murillo, mientras que en literatura encontramos nombres como el de Baltasar Gracián y Miguel de Cervantes en prosa, Lope de Vega, Calderón de la Barca y Tirso de Molina en teatro, Francisco de Quevedo y Góngora en poesía, siendo estos últimos, las figuras del estudio que se presenta a continuación.
3. Don Luis de Góngora y Argote[5]
3.1 Aspectos Biográficos
El jueves 11 de julio de 1561 nace en Córdoba Luis de Góngora, uno de los más brillantes exponentes de la poesía española. Hijo de don Francisco de Argote y doña Leonor de Góngora, ambos ligados a una tradición ilustre puesto que sus familias descendían de los conquistadores de la ciudad, tradición que no sólo se manifestaría por la nobleza sanguínea, sino que también por el ambiente intelectual propio de esta familia, donde don Luis pudo tratar desde pequeño con eruditos escritores y humanistas, motivo por el que sus biógrafos destacan su temprana agudeza mental. Don Luis estudia en el Colegio de los Padres de la Compañía, donde aprende especialmente latín y griego. A los 15 años es enviado a Salamanca, donde se gradúa y consigue su fama. Pese a haber alcanzado una “erudición literaria ya rara en su tiempo en un poeta” (Orozco, 1953: 33), se destaca su distraído temperamento, el cual lo desliga a ratos de sus estudios, uniéndolo más bien a una pasión por el juego. Sobre su vida amorosa llega hasta nosotros con certeza el hecho de que nunca se casó debido a múltiples desengaños. Sus biógrafos insisten en extraer de sus creaciones poéticas ciertos indicios de amoríos, muchas veces acompañados del gesto burlesco que tanto lo caracterizó. Empero lo anterior, vive durante muchos años una vida plena dada por las buenas posiciones que logra alcanzar: diputado de Cabeza de Rentas, diputado de la Hacienda Capitular, contador del Cabildo, Clavero del Tesoro y Racionero, posición que lo lleva a entablar numerosos viajes, sin embargo, lo que don Luis realmente deseaba era formar parte de la corte y convertirse en poeta nacional. Lamentablemente sale desengañado de la vida de cortesano, pues no encuentra en ella la gloria y fama que buscaba, motivo por el que regresará a su natal Córdoba, donde muere finalmente un domingo 29 de mayo de 1627, dejando su legado a quien poco supo valorarlo, su sobrino, don Luis de Saavedra.
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