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La Iliada


Enviado por   •  24 de Febrero de 2015  •  1.072 Palabras (5 Páginas)  •  231 Visitas

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202-¿Por qué nuevamente, oh hija de Zeus, que lleva la égida, has venido? ¿Acaso para

presenciar el ultraje que me infiere Agamenón Atrida? Pues te diré lo que me figuro que

va a ocurrir: Por su insolencia perderá pronto la vida.

206 Díjole a su vez Atenea, la diosa de ojos de lechuza:

207-Vengo del cielo para apaciguar tu cólera, si obedecieres; y me envía Hera, la diosa

de los níveos brazos, que os ama cordialmente a entrambos y por vosotros se interesa. Ea,

cesa de disputar, no desenvaines la espada a injúrialo de palabra como te parezca. Lo que

voy a decir se cumplirá: Por este ultraje se te ofrecerán un día triples y espléndidos presentes.

Domínate y obedécenos.

213 Y, contestándole, Aquiles, el de los pies ligeros, le dijo:

216 -Preciso es, oh diosa, hacer lo que mandáis, aunque el corazón esté muy irritado.

Proceder así es lo mejor. Quien a los dioses obedece es por ellos muy atendido.

219 Dijo; y puesta la robusta mano en el argénteo puño, envainó la enorme espada y no

desobedeció la orden de Atenea. La diosa regresó al Olimpo, al palacio en que mora

Zeus, que lleva la égida, entre las demás deidades.

223 El Pelida, no amainando en su cólera, denostó nuevamente al Atrida con injuriosas

voces:

225 -¡Ebrioso, que tienes ojos de perro y corazón de ciervo! Jamás te atreviste a tomar

las armas con la gente del pueblo para combatir, ni a ponerte en emboscada con los más

valientes aqueos: ambas cosas te parecen la muerte. Es, sin duda, mucho mejor arrebatar

los dones, en el vasto campamento de los aqueos, a quien te contradiga. Rey devorador de

tu pueblo, porque mandas a hombres abyectos...; en otro caso, Atrida, éste fuera tu último

ultraje. Otra cosa voy a decirte y sobre ella prestaré un gran juramento: Sí, por este cetro

que ya no producirá hojas ni ramos, pues dejó el tronco en la montaña; ni reverdecerá,

porque el bronce lo despojó de las hojas y de la corteza, y ahora lo empuñan los aqueos

que administran justicia y guardan las leyes de Zeus (grande será para ti este juramento):

algún día los aqueos todos echarán de menos a Aquiles, y tú, aunque te aflijas, no podrás

socorrerlos cuando muchos sucumban y perezcan a manos de Héctor, matador de

hombres. Entonces desgarrarás tu corazón, pesaroso por no haber honrado al mejor de los

aqueos.

245 Así dijo el Pelida; y, tirando a tierra el cetro tachonado con clavos de oro, tomó

asiento. El Atrida, en el opuesto lado, iba enfureciéndose. Pero levantóse Néstor, suave

en el hablar, elocuente orador de los pilios, de cuya boca las palabras fluían más dulces

que la miel -había visto perecer dos generaciones de hombres de voz articulada que

nacieron y se criaron con él en la divina Pilos y reinaba sobre la tercera-, y benévolo los

arengó diciendo:

254 -¡Oh dioses! ¡Qué motivo de pesar tan grande le ha llegado a la tierra aquea!

Alegrananse Príamo y sus hijos, y regocijaríanse los demás troyanos en su corazón, si oyeran las palabras con que disputáis vosotros, los primeros de los dánaos así en el

consejo como en el combate. Pero dejaos convencer, ya que ambos sois más jóvenes que

yo. En otro tiempo traté con hombres aún más esforzados que vosotros, y jamás me

desdeñaron. No he visto todavía ni veré hombres como Pirítoo, Driante, pastor de

pueblos, Ceneo, Exadio, Polifemo, igual a un dios, y Teseo Egeida, que parecía

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