La Silla Vacía
Enviado por JuanIgnacio • 8 de Septiembre de 2011 • 1.714 Palabras (7 Páginas) • 1.223 Visitas
LA SILLA VACIA
AUTOR JUAN IGNACIO ARIAS ANAYA
Sentada muy triste a los pies de la cama, cansada del día,
Oyendo un silencio, apenas audible,
Aquella mujer se sabe molesta.
Hoy hubo más calma. Apenas si puede quitarse las medias.
Se sabe agotada, quisiera estar ahora, como antes estaba.
No sabe si quiere volver a casar.
Eso ni lo piensa, aunque muchas veces las hijas dijeron.
¿Pero ellas qué saben cuanto trae el alma?
Porque bien entiende, cómo en esa vida tan llena de calma,
Ella no se entiende, ni logra ocupar.
Repasa la escena, ahí frente a ella se ve el comedor,
Lueguito pegada está la cocina, donde siempre estaba,
Aquél que se fue, acompañando a ella...
No mira la mesa, esta sigue igual,
ni quiere cambiarla, tiene sus seis sillas,
más no las ve a todas.
Sólo cuando mira, sus ojos se fijan, en una de ellas.
¡La Silla Vacía!
Es la única digna, de tomar en cuenta.
Ni quiere acordar, más luego lo hace,
¡Era en esa silla donde él se sentaba!
¡Pero ya se fue! Eso ella lo sabe…,
ahora está sola, sólo ella lo sufre…
¡Qué triste ha quedado esta enorme casa!
Qué sucia se pone, no puede limpiarla,
porque cuanto mira, todo le recuerda,
cómo fue que fuera, cuando se quedara,
solita sin su hombre, con el que tuviera, sus hijos entonces.
Qué tristes los muebles… se han puesto polvosos...
Ella no los mira, sólo atiende a esa,
la esquina del mueble. Ahí con la mesa está como siempre,
esperando al hombre, cuando bien lo sabe,
¡Nunca va llegar…!
Se encuentra su vista, mirando la silla,
porque en esa silla se sentaba el viejo.
Sigue esperando, así como hace ella.
Aunque ella lo sabe, también lo recuerda.
Eso cuando casi, ya estaba enfermo.
Porque cuando fuera todo un galanazo,
bien como sabía, cuánta gallardía,
cuánto le peleaban, su hombre las viejas.
Andaban tras él, eso lo sabía,
a más de alguna le jaló las greñas,
no iba dejarlo, sólo pa’ que ellas,
se sintieran mucho, viéndola sumisa.
Como la vecina, la de mero enfrente,
cuando bien lo supo, emborrachó su viejo.
Esa lagartona no supo qué hizo, porque vaya si se puso,
convertida en fiera.
La agarró pareja, le tiró hasta un diente.
Si no llegó a darle todavía más recio,
fue porque llegaron esos policías,
quienes para pronto, agarraron todas.
Hasta las llevaron a la comisaría.
Pero bien se acuerda cuando en barandilla,
miró la figura querida de su hombre, quien sólo le dijo
¡Ya vine por ti!
Luego nada dijo, pero muy adentro,
se sintió orgulloso de saberla fuerte…
Los años pasaron, las penas vinieron,
de aquella pareja de jóvenes de antes,
salieron retoños, pero estos se fueron.
Ella quiere a todos, vaya si dolieron,
pero así y todo, a quien más recuerda,
es sólo su hombre, porque este luego,
cuando todos grandes, tan sólo se fueron,
con ella se estuvo, hasta fuera el tiempo, también de partir.
No quería hacerlo, se estuvo aguantando.
Esos sus dolores, sólo los sufría,
nada le decía, porque era muy hombre.
Para su desgracia, ya era incurable,
y ella creyendo si estuviera sólo, mucho muy cansado
Ya peina sus canas,
si antes se pintaba el pelo de güera,
ahora no lo hace, porque ya no tiene, a quien agradar.
A veces ni pinta de rojo sus labios,
ni usa siquiera de los maquillajes,
de aquellos tan caros como él le mercara.
Porque cuando ella menos esperaba,
ahí llegaba siempre, con algún regalo
Sabe cuánto siente, el vacío de ahora.
Si hasta eso soporta una soledad completa.
Los hijos se han ido, no quiso estorbar.
Ellos ya sintieron las ganas de irse.
Aquí a esta casa, no los ata nada,
sólo los recuerdos y una vieja anciana,
quien busca tan solo, tener compañía.
Pero ni la busca.
Porque bien lo sabe, ella más prefiere estar al pendiente,
buscando tan sólo, cada que la mira,
recordar al hombre el cual fue su vida,
fue su compañero y ahora no viene,
porque ya no puede, porque ya se ha ido.
En tanto recuerda, comienza a saber,
ya no tiene esposo, ella ya está sola.
Ahora no mira, sino cuanto tiene, metido en la mente.
Y aunque no lo quiera, recuerda de nuevo.
Ahí en esa esquina, se sentaba el viejo…
¿Ahora qué tiene?
¡Es tan sólo un mueble, a su pensamiento…!
Y ahí recordando sigue el mueble viejo.
Es sólo una silla, pero ella bien sabe,
cómo en ella estuvo, y ya no lo tiene
Sólo está esperando, igual como ella.
Pero sigue siempre, como siente el alma,
vacía de todo, hasta el sentimiento
Sólo se consuela, con estar mirando
¡La silla vacía!
Desde ahí gritaba cuando se enojaba,
eso le causaba mucho nerviosismo.
Pero bien como ahora, quisiera escucharlo,
aunque grite mucho, aunque ella se asuste.
Nadie viene a verla, pero cuando llegan,
los sienta a todos, en otros asientos.
No quiere que toquen, la silla del viejo,
porque en ella sienta, todos sus recuerdos.
Como cuando vino, tomado gritando,
estaba enojado, porque no encontraba
dónde diablos fuera, dejara las llaves.
Esa vez hasta ella, le pegó de gritos,
él se quedó viendo, nunca había escuchado,
cómo ella entonces, había contestado.
Sintió harta vergüenza, no supo ni cómo,
trató de explicar, que andaba ansiosa,
por ver su tardanza.
Entonces buscó, calentar algo,
porque no sabía ni cómo agradar.
Cuando ella le dijo ¿Porqué se fijaba
Si siempre era él, quien había gritado?.
Cómo bien recuerda, cuando más calmado,
había escuchado, las razones dadas.
¡No es contra ti! ¡Grito porque quiero,
sacarme del alma, esta necia hombría,
en la cual me ahogo!
Porque se me salen del alma los gritos,
eso no lo sé de dónde me venga.
Pero cuando escucho tu voz exaltada,
siento que me punza, porque tú no tienes,
...