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La narración El punto de vista (a partir de los apuntes de Pilar Rubio: Teoría del Lenguaje Literario).


Enviado por   •  2 de Marzo de 2017  •  Resumen  •  1.598 Palabras (7 Páginas)  •  334 Visitas

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La narración

El punto de vista (a partir de los apuntes de Pilar Rubio: Teoría del Lenguaje Literario).

        El punto de vista de la narración (también llamado “foco”) define el tipo de narrador, quién ve las acciones que se nos cuentan, y condiciona consecuentemente aquello que vamos a conocer. El narrador puede adoptar tres puntos de vista diferentes, dependiendo de la relación establecida entre su conocimiento de las acciones y el que tienen los personajes. Puede darse el caso de que sepa más, tanto o menos que ellos. En el primer caso, se habla de narrador “omnisciente”; en el segundo, de punto de vista limitado a los personajes y en el tercero de narración conductista.

        El narrador omnisciente se caracteriza por abundar en generalizaciones, juicios e interpretaciones. Se mantiene al margen de los hechos, que contempla externamente y en conjunto, pudiendo resumirlos y jugar a acercarse y alejarse de las percepciones de cada personaje. Normalmente, acompaña su relato de aclaraciones y valoraciones acerca de los hechos, comparándolos con otros de la misma historia o con las percepciones usuales del mundo. Se inmiscuye, por tanto, en ellos, dirigiendo la narración hacia una interpretación concreta, para lo que se sirve de múltiples recursos, desde la digresión hasta la adjetivación subjetiva.

        El narrador ajustado al punto de vista del personaje se centra en exponer la percepción de un único personaje, sin establecer un marco externo. De ahí que en su relato pueda haber desajustes, como por ejemplo, desórdenes en el desarrollo cronológico de los acontecimientos, cambios bruscos de ritmo, contradicciones y errores de percepción. En otras palabras, aunque se conozca por lo menos una parte de las motivaciones con que actúa un personaje que sirve de guía en la narración, no queda del todo aclarado el orden ni el contenido de los acontecimientos. Se trata de un punto de vista muy empleado en la narrativa del siglo XX, pero sus antecedentes son observables a lo largo de la historia de la novelística, sobre todo en los relatos en primera persona, en que -aunque se intente adoptar la perspectiva omnisciente- se suele producir una escisión entre contemplador y contemplado.

        El narrador conductista, por su parte, describe los comportamientos de los personajes en la medida en que son contemplables por un observador externo. Es decir, frente al narrador omnisciente, no demuestra un conocimiento especial de los hechos ni de la psicología de los personajes. Ahora bien, normalemente la narración conductista incluye datos reveladores de las causas de los comportamientos o de los procesos psicológicos de los personajes, buscando provocar ciertas deducciones por parte del lector.

        Genette, al intentar una clasificación de los puntos de vista, engloba este sistema en dos grandes modelos, el punto de vista  “externo” respecto a los hechos narrados y el “interno”. La adopción de uno u otro tiene como consecuencia la creación de dos modelos de narrador diferentes, el heterodiegético y el homodiegético. Es decir, el punto de vista condiciona el modo de narrar, la llamada “voz narrativa”, la forma de exposición de la historia. Normalemente, el punto de vista y la voz coincidirán, pero esto no es indispensable. Un narrador en primera persona que narre su propia historia (homodiegético, por tanto) puede intentar ser al tiempo omnisciente.

        En todo caso, la voz se manifiesta en el empleo de cuatro estilos narrativos diferentes:

        El estilo directo tradicional, en el que el narrador presenta la voz de un personaje, a la que da paso inmediatamente, marcando claramente la diferenciación entre dos voces.

        El estilo directo libre, en el que se eliminan las marcas introductorias, de manera que el lector debe deducir qué voz habla mediante el contraste estilístico o de contenido con la otra.

        El estilo indirecto tradicional, en el que la voz del narrador suplanta a la del personaje, advirtiendo de esta suplantación al darle paso mediante estructuras sintácticas subordinadas. (EL modelo típico: “dijo que...”).

        El estilo indirecto libre, en el que se rompe la estructura introductoria al desaparecer el verbo subordinante. De esta manera, se incorporan las palabras del personaje al discurso del narrador, aunque la sintaxis de la voz del personaje es la misma que en el estilo indirecto tradicional.

El monólogo interior y la evolución de las formas narrativas.

        El empleo del punto de vista limitado al personaje es característico en la literatura de vanguardia europea, extremándose el experimentalismo en torno a sus posibilidades. Se le presenta como alternativa ideológica a la idea que palpita de fondo en el empleo del narrador omnisciente, que había dominado la narrativa decimonónica. Frente a la seguridad en torno a los hechos y su significado que implica este punto de vista, el narrador limitado al personaje implica la idea de la imposibilidad de tales certezas. El narrador omnisciente se convierte en inverosímil a los ojos de los escritores de vanguardia, para quienes el conocimiento del mundo es frágil y tambaleante, cuando no imposible  o provisional. El modelo narativo pegado a la perspectiva de un personaje se identifica entonces con la explotación de la confusión en torno a los hechos,  por medio de lagunas en la memoria, dificultades en la construcción de un relato coherente, contradicciones o percepciones particulares y sucesivas que se amontonan sin establecerse un orden lógico entre ellas.

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