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Leyendas


Enviado por   •  7 de Octubre de 2014  •  Tesis  •  2.176 Palabras (9 Páginas)  •  182 Visitas

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1. LEYENDAS.

1.1 ATZIMBA Y VILLADIEGO.

Atzimba era una hermosa princesa purépecha, su piel lucía morena como la vaina del cacao, sus ojos rasgados y negros, el pelo, como el azabache, le caía lacio hasta la cintura, nadie podía dejar de verla. Atzimba estaba enamorada de Francisco Villadiego, un capitán español a quien Hernán Cortés había enviado al reino de Michoacán como explorador. Francisco era lo contrario de Atzimba, su piel blanca como las garzas, los ojos verdes como el trigo, y el pelo tan dorado como Tonatiuh. Francisco correspondía con fervor a los amores de la princesa. Ambos se amaban sin reservas, qué importaba que fueran uno blanco y la otra india de pura cepa. En una ocasión la joven enfermó y solamente pudo curarse con el beso que le dio su enamorado, tanto era el amor que se tenían.

Pero su amor estaba sancionado. Los españoles criticaban al soldado por amar a una nativa, y los purépecha no aceptaban el amor que Atzimba sentía por un invasor. Ante esta situación tan conflictiva y llena de oposiciones, los amantes decidieron casarse, tal vez así detendrían las murmuraciones. Aguanga, el padre de Atzimba, por entonces cazonci de Zinapécuaro, no deseaba ver a su hija casada con el soldado español. Pero ante la insistencia de los enamorados, no le quedó más remedio que acceder, no sin antes decirles que sería un matrimonio muy problemático, que lo mejor que podrían hacer era irse lejos, a tierras desconocidas donde nadie les conociese. La pareja estuvo de acuerdo con el cacique. Una vez terminada la ceremonia a la usanza católica, la pareja preparó su equipaje y se aprestaron a emprender el viaje que los haría libres. Sin embargo, antes de siquiera poder salir de Zinapécuaro, una partida de purépecha rebeldes los capturó y los encerró en una cueva que se encontraba a la salida de la ciudad a la que cerraron con pesadas piedras y argamasa Al cacique los indios le dijeron que los recién casados no volverían más. Imaginando lo peor, Aguanga se volvió triste y desgraciado, no comía, no dormía, no vivía pensando en la terrible desgracia de su hija.

Pasaron muchos años, más de veinte. Un día, unos españoles ocupados en explorar las tierras cercanas a Zinapécuaro pasaron por la cueva y no sé qué les dio por abrirla. Al hacerlo se encontraron maravillados con un prodigio: ahí estaban Villadiego y Atzimba fuertemente abrazados, convertidos en un par de esqueletos que ni la misma muerte pudo separar.

1.2 EL PUMA RECIBE UNA LECCION.

Hace ya muchos años, vivía en Texcoco un hermoso Puma que siempre hacía alarde de su fortaleza y su ligereza. Le gustaba asustar a los demás animales, tanto terrestres como acuáticas, rugiendo y saltando para luego reírse del miedo que les causaba. Esta actitud no gustaba para nada a los animales, les caía gordo. Un día en que corría velozmente tratando de darle caza a un venado, tropezó con la casita de Chapulín y la destruyó.

Furioso, Chapulín se subió a la nariz de Puma y le reclamó- ¡Oye, Puma, por qué eres tan maleducado, acabas de destruir mi casa con tus espantosas patas llenas de garras! Ante tal reclamo Puma se sintió ofendido y contestó: - ¡Asqueroso y enano insecto, yo no tengo la culpa de que coloques tu casa por donde yo voy a pasar corriendo! Chapulín indignado refutó: - ¡Pues ahora vas a pagar por los destrozos de mi casa! - ¡Yo no te voy a pagar nada, insecto horrendo! Grito enfurecido Puma. Chapulín, temblando de furia, le propinó un fuerte golpe en la nariz al bello felino y le dijo terminante: -¡Te declaro la guerra! Cuando Puma recibió el golpe sintió cosquillitas, estornudó y Chapulín salió disparado. Desde el suelo vociferó: -¡Te reto a guerra con todas mis tropas, tú puedes traer a las tuyas, y ya veremos quién gana la contienda! Puma, muy digno, se dio la media vuelta y se alejó en busca de sus tropas.

Mientras tanto, Chapulín fue a ver a las avispas y les pidió su ayuda: ¡Queridas hermanas avispas, ha llegado la hora de darle una lección a ese presumido felino carnívoro y sanguinario, ya basta de dejarnos atropellar por Puma¡ ¡Si nos unimos lo venceremos! Todas las avispas estuvieron de acuerdo con Chapulín en luchar contra ese presumido, arbitrario y abusivo, y se dispusieron para la guerra. Entre tanto, Puma fue en busca de la ayuda de los coyotes, los gatos monteses, los tigrillos y las zorras, les platicó lo acontecido con Chapulín, y los incitó a la luchar diciendo: ¡Ya verán esos topes y repugnantes insectos de lo que somos capaces, no nos dejaremos amedrentar por ellos!

Al poco tiempo se encontraban en el campo de batalla observando por donde vendría las tropas enemigas. La Zorra dijo que iría a la vanguardia y que en cuanto viera a las tropas de Chapulín daría un grito de alerta. Cuando los soldados de Chapulín vieron a Zorra, se le fueron encima y la picotearon por todo el cuerpo y, olvidándose de dar la alarma, corrió despavorida a tirarse al lago. Puma y sus cotlapaches al ver a Zorra en el agua pensaron que estaba persiguiendo a Chapulín y corrieron hacia ella.

El ejército de avispas aprovechó esta circunstancia y se lanzó sobre los soldados de Puma y clavaron a placer sus aguijones en los cuerpos de los animales que gritaban a más no poder de dolor. Zorra que observaba desde el lago, gritaba: -¡Al agua, al agua! Y, efectivamente los picados soldados de Puma se arrojaron presurosos al agua. Mientras tanto, el ejército de avispas zumbaba y no los dejaba salir del agua. Después de varias horas; acalambrados, cansados, hambrientos y sedientos, las tropas de Puma decidieron rendirse. Salieron del lago todos mojados y humillados y tuvieron que soportar las miradas burlonas y las mofas que las avispas hicieron. Chapulín se acercó a Puma y le dijo: -¡Puma presuntuoso, espero que no olvides la lección, pues has de saber que cuando las criaturas pequeñas se unen, no hay quién pueda vencerlas!

1.3 EL INDIO TRAIDOR.

La leyenda que vamos a relatar es absolutamente verídica y ocurrió en la actual Calle del Carmen, fue recopilada por el conde de la Cortina en uno de sus escritos. Dicho conde afirmaba que después de la conquista hispana, las autoridades españoles decidieron proteger a los indios mexicanos de noble estirpe que había sido apresados o que se presentaron, voluntariamente, ante los españoles para servirles, renegando

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