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Literatura


Enviado por   •  2 de Mayo de 2014  •  857 Palabras (4 Páginas)  •  143 Visitas

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el poema, y no sólo por la citada estructura estrófica o de rima. En unas ocasiones evidencia su carácter plástico –fónico-, como es la sucesión “fiero” y “fuerte”, aunque su vinculación a rostro y lomo, respectivamente, los sitúe más en el terreno del juego metafórico. Pero cuando el poeta nos dice “Son pocos; pero son”, más allá del puro pie métrico utilizado, está dando un plus de gravedad a esos pocos golpes de la vida: son decisivos. También resulta decisivo en este campo de la elaboración de significado los emparejamientos que realiza en las adjetivaciones, y que veremos más adelante.

Es significativo el uso repetido del verbo ser al inicio de cada una de las cuatro conjeturas que integran los dos cuartetos centrales. Como lo es la repetición del “¡Pobre... pobre!”, en la que el sujeto protagonista, el hombre, aparece descrito doblemente pobre, aunque deja en un relativo nivel de indefinición si es como doblemente compadecible, o se hace referencia a la suma de pobreza material y espiritual.

Entrando ya en el ámbito léxico-semántico, resulta notable la elección de una adjetivación que se mueve entre los tonos épicos y dramáticos dentro de un contexto de poesía intimista. Con ello crea un acertado repertorio de imágenes conceptuales como “heraldos oscuros (negros)”, “zanjas oscuras”, “rostro fiero”, “lomo fuerte”, “potros de bárbaros Atilas”, “caídas hondas”, “fe adorable”, “rudos golpes”, “expresiones súbitas”, “almohadas de oro”, “sol maligno” y “ojos locos”, que nos transmiten un especial sentido de trascendencia y desgarro dramático e impotente. Son emparejamientos que elevan el tono del lenguaje en busca de una mayor expresividad emotiva, de un mejor reflejo de la angustia que provoca en el poeta la falta de esa palabra justa capaz de expresar lo que siente y nos quiere contar. No sólo se abren zanjas, sino que además son oscuras; los potros son barbaros; las caídas son además hondas, etc.

Son destellos, dentro de los campos metafórico y semántico, que nos hablan de los mensajeros de la desgracia, de la pérdida y de la muerte; de las zonas oscuras del alma o que se sin serlo acaban siéndolo; de la lenta pérdida de girones de alegría, de optimismo y de fe en los demás y en uno mismo; de los fugaces momentos de gloria –“almohadas de oro”- que algún hálito de indignidad –“un sol maligno”- o el propio tiempo son capaces de convertir en trampas; de la duda cierta que al final nos asalta sobre si, como hombres, hemos dado la talla, y que hace que, incluso sin argumentos ni venir a cuento, se nos ponga un nudo en la garganta (o en el alma) y llegue el momento del llanto –“como un charco de culpa en la mirada”-. Después de esto, el poeta ya no puede seguir, también el tiene un nudo en el alma, y sólo alcanza a repetir el verso inicial con su tono de balbuceo, de

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