MONOGRAFIA
Enviado por alejandraroble2 • 13 de Mayo de 2012 • 2.552 Palabras (11 Páginas) • 453 Visitas
¿Quién no tiene recuerdos de infancia de los actos con mulatas/os vendiendo empanadas, patriotas repartiendo escarapelas, granaderos o patricias mendocinas? El recuerdo brilla más si alguna vez fuimos elegidos para representar a San Martín, Belgrano o Moreno (aunque, claro, a las mujeres en general nos resultaba difícil sumarnos a una estirpe de héroes patrios mayoritariamente masculina). Y se vuelve más tierno o cómico si el acto en cuestión era una fiesta de fin de año, donde podían permitirse otros personajes más cotidianos, chistes e ironías.
Ese recuerdo suele estar teñido por emociones distintas: la alegría de ser elegidos para actuar o para portar la bandera, el temor a decir mal alguna línea o a quedar en ridículo frente a nuestros compañeros, y otras sensaciones ambivalentes frente a situaciones que nos exponían de cuerpo entero ante una comunidad escolar amplia.
También, claro, el aburrimiento y la sensación de ajenidad frente a ritos que nos parecían solemnes y graves, sobre todo cuando no éramos convocados a participar.
Pero los rituales no sólo eso: buscan crear conexiones emocionales e intelectuales entre los participantes, crear un estado de comunidad (ya sea a través del silencio y el recogimiento, o a través de un canto, entre otras posibilidades), y organizar a los cuerpos en un orden con ciertas jerarquías. Formar filas de menor a mayor estatura, a los varones y a las mujeres en hileras diferentes, o decidir una organización más flexible y menos rígida, son opciones que contribuyen a crear comunidades distintas. El ritual opera a través de todo eso: de las emociones que generan, de la disposición de los cuerpos, de la elección de las palabras y las músicas que compartimos. Forma y contenido son igualmente importantes: el ritual enseña por cómo nos pide que nos quedemos en silencio o que hablemos, por a quiénes otorga la palabra, por la creatividad que permite o por la rigidez que impone.
¿De qué hablamos cuando decimos ritos escolares?
De todas aquellas conductas perpetuadas en la vida cotidiana de la escuela, naturalizadas y no cuestionadas por la comunidad educativa que se aceptan y repiten en ella desde su escena fundacional (y funcional), desconociendo sus significados originales o sin adjudicarles otra razón que la imposición.
Cuando nos referimos a ritos nos referimos principalmente a:
Los actos escolares.
El tratamiento de los símbolos patrios.
El izamiento de la bandera.
Las fechas conmemorativas (elegidas u obviadas), llamadas efemérides.
La formación (filas por orden de estatura, dejando distancia, en entradas, actos, salidas, etc)
Los próceres.
La disciplina.
Los premios y castigos.
Un ritual es “un conjunto de prácticas en las que se representan sentidos simbólicos vinculados particularmente con normas sociales, y en cuya representación se transmite y afirma la norma.” (M. Amuchastegui, 2000)
Sabemos que cada escuela crea y recrea un sinnúmero de rituales en relación a estas y a otras cuestiones más, como la organización de los tiempos, el uso de los espacios y muchos comportamientos explicitados o no, respecto a las relaciones de enseñanza y aprendizaje.
Entendemos a todos estos temas atravesados por las relaciones de poder que se ejercen respectivamente desde el Estado a la institución escolar, a través de la dirección y los docentes (respetando un fuerte ordenamiento jerárquico), y en la mayoría de los casos avaladas por los padres. Pero en esta primera instancia nos convoca y nos interesa indagar el tema de los ritos que hacen referencia a la escena fundante de la escuela: el sentido o sentidos que otorgan los miembros de esta comunidad educativa a los ritos respecto de la bandera argentina, en relación a su tratamiento cotidiano y en los actos escolares.
Como se señalo anteriormente en la cita expuesta, podemos decir que los ritos son prácticas que reproducen las estructuras sociales y la ideología dominante, necesarios para poder perpetuar patrones de conducta esperados, son entonces, mecanismos generadores de “habitus”.
El concepto de “habitus” propuesto por (Bourdieu, 1991) nos hace pensar en el doble carácter de lo social: lo social hecho cosa (o estructuras sociales externas) y lo social hecho cuerpo (estructuras sociales internalizadas). Por lo tanto, la escuela a través de la ritualización de ciertas prácticas (dramatización de símbolos de determinada cultura), interviene como productora de sujetos sociales, generando formas de comportarse, poniendo a actuar un significado. Por eso, el ritual, opera en el campo de las representaciones sociales y resulta un mecanismo trasmisor de ideología.
Dentro de nuestras escuelas existen espacios predeterminados que se relacionan con lo que se puede realizar en él, siempre bajo la supervisión del maestro. La carne infantil también es moldeada en un cuerpo clasificable (sexo, estatura), con una posición corporal adecuada y control del gesto.
La distribución espacial logra construir un escenario, donde el niño es lo que su lugar indica, escenario donde son representados los criterios de clasificación tenidos como legítimos. Construido este dispositivo, es necesaria la repetición, el ejercicio que los fija. Es aquí donde toma cuerpo y “sentido” el ritual.
A través de instrucciones, pero también de la transmisión de contenidos curriculares se busca moldear la carne infantil: posiciones corporales, formas de saludo que funcionan como íconos que se activan frente a determinadas situaciones emotivas como los actos patrios. Es un poder mágico de la copia, que se ejerce por similitud con el original.
Del mismo modo funcionan otras prácticas rituales, recitando de oración a la bandera, cantando el Himno, etc.; donde los alumnos y docentes movemos los labios y pronunciamos palabras que muchas veces no sentimos, mientras con la mirada perdida formamos parte del contexto perfomático que nos lleva a actuar automáticamente.
“El respeto se asocia con el amor a la patria y con la disciplina. En el caso de los símbolos patrios, por ejemplo lo que se enseña es la conducta reverencial, mantenerse de pie y en silencio”. (Laura Mendez, 2005)
Pero en estos actos escolares, ante la presencia de la bandera, el ritual revive y actualiza los mitos fundacionales que devienen en paradigmas de pensamiento, de sentimiento y acción en los que una comunidad se vive como heredera de una historia compartida. (Díaz, 1992)
Ahora, si este ha sido el por qué de muchos ritos que sostiene la escuela desde su mandato pasado, por qué no los visualizamos como algo a transformar y resignificar.
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