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Mientras El Tiempo Pasa


Enviado por   •  3 de Junio de 2013  •  1.045 Palabras (5 Páginas)  •  496 Visitas

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El recuerdo es el perfume del alma

George Sand

Procedían los instantes y las esferas que no se podían descifrar, todo en cuanto se llamaba <<vida>>. Hacía pocos años, que los recuerdos no eran tan elocuentes como en aquellos días, las miradas tan susodichas como el brillo de las pupilas que eran la ilusión más grande del alma. La sonrisa de aquellos que tenían la valentía de mostrar unos dientes llenos de caries, era la idea de belleza. Estábamos en el siglo del cambio, lo feo era lo nuevo bello.

Era irresistible la idea de no pensar en un suicidio. El mundo se había convertido en el susto de la vida y la convención de las burlas. Las calles eran las vías públicas de las marionetas, los payasos las extensiones de las extremidades que un día nos sirvieron, las casas eran los manicomios de los prisioneros que no se atrevieron a cometer un crimen; y la vista, las ratas que salen de las pupilas.

Se pagaba por exterminio, ser sicario era el nuevo lucro; pero las cosas no habían cambiado, sólo los opulentos pudieron morir, el resto seguían atrapados entre los harapos y las heces fecales. El oro cayó, no valía nada. Ahora se pagaba con cajas y botellas de plástico, si no se tenía el coraje de asustar en las avenidas, te rociaban con perfume. No había peor castigo.

Los cuerpos eran hedores ahora, y las antiguas delicias eran un veneno. Las extrañas sustancias se entraban por los folículos de la piel y permanecían durante horas, ni las bestias se acercaban. Todo era un sin sentido, el mayor estresor que corría por los aires era el aliento de quien respiraba. Los obreros pasaban cada tres horas con insecticidas, tratando de evitar la lucidez. A quien no se le enajenaba el juicio se violaba; era una ley natural.

La tecnología desapareció por completo, dando paso a la ceguera. Las estadísticas mostraban que una persona por cada millón de habitantes, podía ver, pero no había razón para hacerlo. El hombre se contagiaba el cáncer embotellado, que vendían en las farmacias, y las mujeres el sida. La muerte siempre ha sido un negocio.

Los días pasaban en la penumbra de la soledad, entre cuervos y boas que devoraban los cuerpos de las esquinas y los basureros. Los neumáticos en llamas iluminaban las aceras con las desmembraciones. Las modelos eran cadáveres sin maquillaje, y los actores, bárbaros por un poco de atención.

La especie humana se había convertido en la máscara sin rostro de una historia que no pudo olvidar. El mundo se encontraba en el curso de la tercera guerra mundial, a punta de machetes y espadas como en la época colonial. Los clásicos eran hogueras para las nevadas de Latinoamérica. Europa, no se encontraba mejor, el canibalismo estaba comenzando.

Los historiadores y los sociólogos, no se explicaban los cambios tan drásticos de la humanidad. La fecha databa en el 2043, año que para muchos, representaba el final. A diferencia de lo que creían, la guerra no era por agua, sino por el placer de morir, lo extraño era que nadie luchaba, era la Guerra Fría pero sin palabras.

La religión se encontraba en una encrucijada. Al fin el hombre se dio cuenta que Dios nunca

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