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Pintor.


Enviado por   •  17 de Febrero de 2013  •  Trabajo  •  867 Palabras (4 Páginas)  •  324 Visitas

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Viernes

Yo no sé si nací de esa manera o me fui quedando así a causa de mi amigo pintor, pero cuando miro una cosa enseguida me fijo en el color.

La gente, una casa, un libro, da lo mismo: primero me quedo mirando el color de los ojos, de la puerta, de la tapa; sólo después me pongo a ver lo demás que tiene.

Un día un amigo mío me dijo que yo era un chaval con alma de artista, y me dio una carpeta con unos trabajos que había hecho en acuarela, óleo y pastel. Dijo que había ordenado los trabajos en la carpeta para que yo entendiese mejor ese asunto del color. En las primeras páginas sólo había color. Mejor dicho, al principio no había siquiera color: era en blanco y negro, nada más; después venían los colores: amarillo, azul, rojo, y después esos tres colores se iban mezclando para formar una parte, en unos dibujos que a veces me gustaban y otras veces no.

Mi amigo me dijo que cuanta más atención prestaba la gente a un color, más cosas salían de él. Me quedé mirándole a la cara sin entender. No entendí esa historia de que saliesen muchas cosas de dentro de un color.

Pero hoy hubo un momento en que yo no estaba como para mirar la cara de nadie. Entonces abrí la carpeta que me había dado. Sólo para quedarme mirando cada color y nada más. Miré, miré, vuelta a mirar. ¡Y de repente entendí de pe a pa lo que me había dicho! Me dieron unas ganas locas de ir y decirle:

«¡Ya sé lo que me dijiste aquel día! El negro lo estoy entendiendo a tope; te juro que ya lo veo claro y puedo entender lo que sale del amarillo.»

Pero no pude hablar con mi amigo el pintor: se murió. Hoy hace tres días que murió.

Mi amigo vive, quiero decir vivía, en el apartamento de aquí arriba. Yo iba a jugar al chaquete con él, conversábamos, y él tenía un reloj de pared que daba la hora y también la media hora. Mi padre y mi madre protestaban: «¡Oh, qué fastidio esas campanadas!» Y mi hermana me preguntaba: «¿Nunca se olvidará tu amigo de darle cuerda al reloj?»

Pero cada uno es como es, ¿no? Y a mí me gustaba cantidad oír el reloj dando la hora. De noche todavía más.

No era sólo porque sonaba bonito.

No era sólo porque a mí me parece fenomenal vivir oyendo qué hora es.

Era porque cada vez que sonaba yo pensaba: mi amigo está.

Para mí oír el reloj que sonaba era como oír a mi amigo andando. O hablando. O riéndose; ¿se entiende lo que quiero decir? Porque él era un tío por demás tranquilo, tenía la manía de hacer sólo cosas que no hacen ruido: fumar en pipa, pensar, pintar; si no hubiese sido por el reloj que sonaba, ¡vaya!, habría parecido que ni siquiera vivía allí.

Pero no era eso lo que quería contar. Lo que quería decir era que el martes, cuando llegué

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