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¿qué papel cumple la lectura en la preparación y en la formación del estudiante universitario?


Enviado por   •  20 de Junio de 2015  •  3.672 Palabras (15 Páginas)  •  236 Visitas

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Introducción

Si preguntamos ¿qué papel cumple la lectura en la preparación y en la formación del estudiante univer­sitario?, los docentes, los investigadores y los estu­diantes responderán que la lectura es el eje central del proceso educativo y que de su dominio depende, en parte, el ingreso a la universidad y el éxito acadé­mico y profesional.

El estudiante universitario descubre que la lectura es una actividad decisiva en su trabajo académico, porque necesita ampliar, confrontar y reelaborar, a partir de una bibliografía, los conceptos que se traba­jan en clase y en las asesorías.

Nuestra experiencia docente en la universidad y los planteamientos que hemos en­contrado en artículos de revistas, periódicos y libros, nos indican que el estudiante que posee un buen de­sarrollo de la aptitud verbal logra un mejor rendi­miento en la Universidad.

Hablar, escribir, leer. La cuestión de la lectura debe inscribirse dentro de la pregunta, más amplia, por el habla, la escritura y la lectura. Las tres se integran en la competencia comunicativa. Ahora bien, a diferencia del lenguaje como capacidad “natural”, la lectura es una competencia aprendida: a leer no se aprende naturalmente, sino que requiere una costosa y compleja intervención artificial de la comunidad, ordinariamente en la escuela.

La relación entre lectura y habla se nos presenta de manera paradójica. Por una parte, el uso de la lengua como habla, ya sea oralmente o por escrito (en sentido recogido en el DRAE), aparece como un acto individual; pero, por otra, “habla” deviene del fab_la en el sentido de texto, de construcción y transmisión “tradicional” y colectiva o comunitaria archivada y recuperada con una intención didáctica y moralizante (por ej.: en los cuentos morales, en la mitología, en la literatura infantil). La lectura podrá, pues, ser individual, pero su sentido último es de índole supraindividual, comunitaria.

La lectura tiene, por otra parte, un cierto sentido dialógico y, por así decirlo, público. Aunque se puede desarrollar una pericia para llegar a leer, a descifrar, un gran número de signos y palabras por minuto (más allá de 1000 palabras por minuto en lenguas romances o en lengua inglesa), sin embargo, la variable velocidad no está directamente correlacionada con la función de la comprensión, si ésta no es meramente léxica, sino del significado profundo del texto que se está leyendo. De la misma forma que el escritor dialoga con su lector, éste lo hace con el autor del texto. Lectura y escritura son sendas formas de construcción dialógica. Pero, como en todo diálogo con el otro, subyace implícito un diálogo consigo mismo; en el proceso de lectura la comprensión no se produce respecto de “lo que se dice” en el texto, sino también acerca de “lo que se pretende decir” en él de forma tal que el lector contrasta la representación mental que se genera con la lectura con sus representaciones mentales previas al mismo tiempo que intenta reconstruir la representación mental y la intención con la del autor que ha producido el texto.

La adquisición de las habilidades de lectura supone la integración de procesos lingüísticos y visuales, así como el empleo de mecanismos de asociación con representaciones previamente instaladas en el cerebro. En la lectura literaria se produce un encuentro entre la palabra y la imagen visual de modo tal que, como podemos distinguir dos tipos de procesos imaginativos: el que parte de la palabra y llega a la imagen visual, y el que parte de la imagen visual y llega a la expresión verbal; concluye el autor de la propuesta de la visibilidad para el ya presente milenio que “el primer proceso [de la visibilidad] es el que se opera normalmente en la lectura”. La estrecha vinculación entre lectura e imaginación visual nos confirma la necesidad de cultivar el pensamiento visual para el desarrollo del proceso de la lectura, y por cierto también de la escritura. Leer, al menos leer bien, consiste pues en un complejo conjunto de procesos cognitivos de modo que, cuanto más compleja es la lectura, mayor es el número de zonas del cerebro que intervienen en su elaboración. Se deduce, en consecuencia, que la enseñanza de la lectura eficaz requiere el concurso de una estimulación cerebral (lingüística, cognitiva) múltiple y sinérgica.

Hay un amplio consenso sobre la importancia de la lectura en la vida de las personas, comenzando desde los escolares hasta terminar con los adultos. Sin embargo, es necesario recordar una y otra vez que la educación debe otorgar a la lectura el papel y el tiempo que le corresponde.

Cummins (2006) cita un reciente informe en el que se muestra un amplio consenso entre psicólogos cognitivistas sobre cómo tiene lugar el aprendizaje y las condiciones óptimas para promover el aprendizaje. Los autores señalan varias condiciones entre las que destaca el aprendizaje para una plena comprensión, lo que implica el desarrollo de una alfabetización crítica (leer entre líneas) superando una simple comprensión literal del texto.

Desarrollo

En la pedagogía actual cada vez se hace más hincapié en la idea que el estudiante ha de jugar un papel activo en su propio aprendizaje, ajustándolo de acuerdo con sus necesidades y objetivos personales. Por tanto, se aboga por introducir estrategias de aprendizaje en el currículo escolar, para que el estudiante se beneficie aprendiendo a utilizarlas desde los primeros años de la escolarización. Y será el profesor al que se le encomendará la tarea de “enseñar a aprender” y al estudiante a “aprender a aprender”.

La palabra aprendizaje no siempre ha contado con una definición clara. Se ha pasado de una concepción conductista de aprendizaje a una visión del aprendizaje donde cada vez se incorporan más componentes cognitivos. Y aunque existen tantos conceptos de aprendizaje como teorías elaboradas para explicarlo, se podrá afirmar que el aprendizaje sería:”un cambio más o menos permanente de conducta que se produce como resultado de la práctica” (Klimble, 1971, citado en Beltrán, 1993).

Ha sido una preocupación constante la atención hacia el hábito de la lectura, con el convencimiento de que los buenos lectores tienen un camino más fácil en su proceso de formación escolar y personal. Sin embargo, también parece preocupar casi en la misma medida la poca atención que los responsables educativos le dedican al hecho de leer, circunstancia que se ve objetivada con la realización de encuestas y estudios periódicos sobre la frecuencia y otros aspectos relacionados con la lectura.

Parece evidente que los hábitos lectores

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