Epsitemología: ensayo analitico sobre el escepticismo
Enviado por David Almendro • 20 de Enero de 2021 • Ensayo • 3.184 Palabras (13 Páginas) • 173 Visitas
David Almendro
NIU 1458468
Epistemología: ensayo analítico
En este artículo (extracto del libro Mirar con cuidado: Filosofía y escepticismo) el autor Josep E. Corbí pretende hacer una reivindicación de la actitud ilustrada -usando como ejemplificación los filósofos Kant y Descartes, a razón de que, en sus respectivas obras, abundan los textos que muestran explícitamente el ideal más estereotipado del ilustrado, en los que también se le defiende más abiertamente- junto a la tesis de que es el valor de la razón la rectora de la vida humana. Para el pensador ilustrado, ejercer la razón está siempre bajo la amenaza de los prejuicios, por eso se insiste en “sólo el uso ‘cuidadoso’, ‘meticuloso’, ‘metódico’ de la razón es fuente de conocimiento”. Contrario a la concepción del autor de actitud ilustrada, un prejuicio sería un juicio con una validez que ha sido asumida sin regirse por la razón (defendiendo la idea de ser ésta la guía en la vida humana).
La fuerte dedicación de los ilustrados con la de defensa de la razón es fundamentalmente una especie de ‘rebelión’ podríamos decir en contra de los prejuicios -heredados por la tradición- y, como se nombra en el texto, del prejuicio más básico: que cualquier tipo de juicio se categorice como válido solo por el reconocimiento que otorga la tradición; similar a la propuesta cartesiana en las Meditaciones Metafísicas (aunque más simple, no deja de proponer un cuestionamiento de cualquier tipo de saber heredado por la tradición; sin embargo, como el autor indica, su sistema se edifica bajo pretensiones de la filosofía aristotélica y teológica –esta segunda, en mi opinión, por el marco histórico y el contexto sociocultural y religioso contemporáneo a Descartes–). Lo que Corbí nos quiere decir, y en lo que insistirá varias veces a lo largo del texto, es básicamente que desapropiarse de los prejuicios nacidos de la tradición no es que sea difícil, sino que resulta imposible. También incluye, al concepto en si de prejuicio, la noción de autoridad, concepto sine qua non la tradición no podría llegar y quedarse en el inconsciente colectivo de una sociedad humana.
De esta manera nos presenta el “ideal ilustrado”, un/os individuo/s que se sirve de la razón “en la determinación de lo verdadero, lo bueno y lo bello”, y que se servirá de sus propios principios y se alejará de lo que diga la autoridad y la tradición, deviniendo así un individuo autónomo, o en palabras de Kant, alcanzando la mayoría de edad.
Este ideal ilustrado, claro ejemplo del uso libre de la razón, abarca (o debería hacerlo) una dimensión más grande. No solo se trata de hallar la verdad, o lo que está bien. Esta capacidad de juicio debe servir también a y para nuestra acción individual, tanto con uno mismo como con el resto de individuos de la sociedad en la que se convive; liberándose así, con el ejercicio de la razón, de las garras de la autoridad y la tradición. Solamente el individuo que se atiene a este ideal será verdaderamente libre; éste será el concepto que tienen los ilustradores de autonomía individual.
En el siguiente punto, el autor se sirve del psicoanálisis freudiano para transformar en ideal ilustrado, de manera que abandone, desde una perspectiva racionalista, las pasiones.
Antes de Freud, podíamos creer que la autonomía individual quedaba garantizada, con tal que se reconociese la capacidad para pensar y actuar libremente. Sin embargo, el psicoanálisis nos fuerza a incorporar el ámbito de los afectos. Lo que la teoría de la represión viene a mostrar es que sólo quien no es dominado por sus afectos puede pensar y actuar libremente. El individuo sólo podrá razonar y actuar libremente en la medida en tanto vaya tomando conciencia de los deseos reprimidos que anidan en su inconsciente, así como de los valores morales y estéticos que ha asumido sin discusión previa.
Se podría responder, sin embargo, que el psicoanálisis no altera significativamente la situación, pues siempre se ha pensado que los afectos pueden interferir en nuestra acción y en nuestro pensamiento. Más específicamente, lo que el psicoanálisis intenta mostrar es que esta es una estrategia desesperada porque, por más fuerte que sea nuestra resistencia, los contenidos reprimidos que se hallan ligados a cargas afectivas relativamente poderosas siempre encuentran modos de manifestarse. En otras palabras, lo que la teoría de Freud muestra es que el único modo estable de incrementar nuestra autonomía individual consiste en esforzarse no sólo por pensar y actuar libremente, sino por sentir libremente. En nuestra cultura, parece dominar una concepción meramente pasiva de los afectos y sentimientos.
Si, por el contrario, pudiésemos entender los afectos como respuestas y no como reacciones, si pudiésemos elegir no sólo cómo actuar, sino cómo sentir en las diferentes situaciones, entonces podríamos distinguir entre cuándo sentimos libremente y cuándo no, entre cuándo elegimos nuestra respuesta emotiva y cuándo somos víctimas de una reacción emotiva. Es tarea de la psicología determinar las técnicas adecuadas para aumentar nuestro grado de autonomía emocional, mas, en este punto, necesitamos mostrar, al menos, que la idea misma de sentir libre no es auto-contradictoria. Ciertamente, no todos los procedimientos de control emocional son igualmente válidos desde el punto de vista del ideal ilustrado, pues no todos ellos favorecen en igual medida la autonomía de los individuos. El ejemplo propuesto en el texto es el consumo de heroína; puede ser un mecanismo útil -a corto plazo- para la obtención de ciertas emociones placenteras, pero a largo plazo aniquila la autonomía del individuo.
El fomento del ideal ilustrado requiere del descubrimiento de mecanismos de control emocional que, a largo plazo, no sólo sean compatibles, sino que favorezcan la autonomía individual. Podemos concluir, por tanto, que, si bien la idea de sentir libre se halla un tanto oculta en nuestra cultura, nuestras prácticas cotidianas ponen de manifiesto no sólo que tal noción no es auto-contradictoria, sino que es factible incrementar nuestro grado de autonomía individual controlando instrumentalmente nuestras emociones. El alcance del psicoanálisis para el ideal ilustrado no se queda en la necesidad de incorporar los afectos al concepto ilustrado de autonomía individual. También viene a poner de relieve la ingenuidad de concebir el ideal ilustrado como una decisión que se toma.
La toma de conciencia de los prejuicios que condicionan nuestra autonomía es un proceso gradual, y a menudo, doloroso. Por tanto, desde el psicoanálisis, sólo es plausible concebir el ideal ilustrado como una actitud, como una tendencia a avanzar en una cierta dirección, pero no como una decisión. Será ilegítimo incluso hablar de la decisión de adoptar una actitud ilustrada, pues la actitud ilustrada misma también se adquiere paulatinamente.
Por otro parte. el desmoronamiento del neopositivismo lógico le permite al autor realizar una apuesta por la ciencia cognitiva que introduzca dentro del campo científico el carácter del hombre como agente mental. De hecho, se acaba reconociendo, dentro de la propia tradición positivista, tanto la imposibilidad de construir los términos teóricos de la física a partir de términos observacionales, como el fracaso del intento conductista de reducir los términos mentales a términos conductuales. La ciencia cognitiva es hija del funcionalismo, en cuyo seno la distinción crucial ya no será entre términos observacionales y términos teóricos. A partir de ahora, se entenderán los términos teóricos como términos funcionales. Un término funcional cobra su sentido según el rol causal que se le adscribe en la teoría de la que forma parte.
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