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INTRODUCCION AL ESTUDIO DEL DERECHO PENAL.


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2016  •  Ensayo  •  3.284 Palabras (14 Páginas)  •  320 Visitas

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Facultad De Derecho[pic 1]

 De La Barra Nacional De Abogados

INTRODUCCION AL ESTUDIO DEL DERECHO PENAL

EL JURADO HECHIZADO

LA PASIÓN DE MARÍA TERESA LANDA

MAESTRA: González Valdivieso Juliana  

ALUMNO: León González Rommel Daniel

 La maestra era una esplendida narradora que, al exponernos con apasionada intensidad episodios dramáticos protagonizados por importantes figuras históricas, nos remontaba a las épocas correspondientes y nos hacían estar allí como emocionados y atónitos testigos. La maestra Landa nos hace oír las voces de origen divino que desde los 13 años escucha Juana de Arco. No las imita las reproduce. En verdad las estamos escuchando, con escalofrió en la espalda. Sentimos la sensación de miedo, desconcierto y confusión que Juana, casi niña experimenta al escucharlas.

Esperábamos con avidez el momento en que la maestra Landa apareciera. Sabíamos que nos volvería a transportar como en cada clase, a otros tiempos, a otros sitios, y que con solo su voz no haría vivir otra vez acontecimientos dramáticos, ser testigos de hechos estelares de la historia, trasladados al momento y al lugar en que ocurrieron. Nunca un profesor ha logrado, como ella, que todos los alumnos en un grupo numeroso lo esperen con tal ansiedad y lo escuchen sin una sola distracción, sin un solo murmullo, durante toda la clase. Embrujados bebíamos con deleite todo lo que nos decía. No queríamos que la clase concluyera. En todos los corazones imperaba el anhelo del Fausto de Goethe: ¨Detente, instante, eres tan hermoso¨.

La escucho con el alma estrujada contar como María Antonieta, desposada en la adolescencia con Luis XVI, también adolescente, es atrapada en el torbellino de la Revolución Francesa.

-Maestra, me hizo llorar. De verdad, maestra, no pude contener las lágrimas. No sabe la conmoción que me ha causado la historia de María Antonieta y la manera en que nos la relato. En ese instante quise abrazar a mi maestra, besaría en la mejilla, besar su mano, decirle cuanto la admiraba. Me detuvo mi timidez. Ni en aquella ocasión ni en ninguna otra le exprese a mi maestra con palabras inequívocas mi admiración. Pero creo que ella sabía que sus alumnos la admirábamos, le teníamos devoción. Y yo se lo demostraba con la manera en que la miraba y la escuchaba dentro y fuera de clase.

Ella, generosamente, me permitía acercarme y me brindaba tiempo. Yo no quería abusar de esa generosidad, pero la amabilidad y la benevolencia que ella claramente me mostraba me animaban a prolongar la conversación. Algunas veces tuve la dicha de que me invitara a tomar un café. En una de esas ocasiones le dije  lo más elocuente que pude que me fascinaban esas mujeres, las cuales ella nos daba a conocer en sus exposiciones, que habían enfrentado con entereza situaciones dramáticas. La maestra Landa, habitualmente sonriente, se puso seria, muy seria, y me miro abismalmente.

-¿Sabe, De la Barreada? Hay un capitulo de mi vida que ni usted ni sus compañeros de clase se imaginan. La escuche azorado, con el alma sobresaltada.

La primera Miss México. El diario Excélsior convoco al primer concurso de belleza. Señorita México. La ganadora competería en Galveston, Texas, por el título de Miss Universo. Los compañeros de escuela de María Teresa de inmediato le propusieron que participara, ninguna mujer era más bella. María Teresa se sabía soberbiamente hermosa y la idea de triunfar la cautivo. Sus compañeros enviaron su fotografía al periódico.

Moisés Vidal monto en cólera al ver la foto de su novia en el diario. Le reclamo airadamente mientras sus dedos agitaban y arrugaban la página donde había aparecido su imagen. Ella nunca lo había visto tan enojado, así que se asusto y decidió mentir; era un error del rotativo; no sabía como habían conseguido su foto. Moisés se calmo. Pero días después Excélsior publico un artículo sobre María Teresa en el que la presentaba como aspirante. No tuvo más remedio que confesar. Vidal levanto la voz, le dijo que no era correcto que una muchacha decente se exhibiera, que sus amigos y su familia se pondrían ferozmente a su participación.

El general se trago su molestia aunque los celos lo torturaban, pues comprendió que no lo haría desistir y, militar experimentado, no quiso pelear una batalla perdida.

Se trataba de un concurso decoroso. La razón por la que las concursantes tenían que desfilar en traje de baño en los actos publicitarios era que se seleccionaría a la representante de México para el certamen. ¨Galveston International Pageant of Pulchritude, Miss World Bathing Beauty Contest¨

Un suceso como este, tan común en Estados Unidos y Europa, era un signo de modernidad. Solo podían concursar muchachas solteras de entre 16 y 25 años que tuvieran una buena reputación y no estuvieran involucradas en el mundo del cine, el teatro y el vodevil¨. María Teresa cautivaba no solo con su belleza física y su porte. Era una mujer culta e inteligente, lo que resultaba notable en el México de aquellos años, en los que la mayoría de las muchachas que terminaban la primaria y gozaban de posibilidades económicas habían de conformarse con recibir una instrucción superficial, muchas en escuelas de monjas donde se les preparaba para el matrimonio y la maternidad con lecciones de economía domestica, religión, arte, música, costura y francés. Estaba convencida de que las mujeres beneficiarias de la educación superior tendrían posibilidades de una vida de constante mejoramiento intelectual y espiritual.

El general Vidal no quería molestarla, pero sin duda sentía celos; y no precisamente por desconfianza en ella sino en el mismo porque el enamorado se siente invulnerable en un momento y extremadamente frágil en otro, pues le parece tan magnífico el ser amado y tan grande su fortuna de ser correspondido que en el fondo de su corazón se pregunta como es posible que ese ser maravilloso, al que ningún mortal merece, lo ame. Y teme que, al ser codiciado por muchos, se fije en alguno de ellos.

El 15 de mayo de 1928 se anuncio que María Teresa Landa era la ganadora del certamen de belleza, en el que participaron 25 concursantes. El resultado fue decidido por los votos del público. Ella obtuvo 9,473 de los 50,00 emitidos. Nadie puso en duda la justicia del triunfo. El país tenía una inmejorable representante de la hermosura y la gracia de sus mujeres.

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