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Las personas con discapacidad y su inclusion a las escuelas comunes.


Enviado por   •  29 de Noviembre de 2016  •  Ensayo  •  5.087 Palabras (21 Páginas)  •  291 Visitas

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Trabajo final de “Diversidad e Inclusión”

Las escuelas especiales y la inclusión de las personas con discapacidades a escuelas comunes

Profesor:

Peña Ponce, Gustavo

Integrantes del grupo:

Fernández, Florencia

Fernández, Santiago

San Martin, Ayelen Mariana

Soto, Guadalupe

Índice

Página 1 – Portada

Página 2 – Índice

Página 3-5 – Introducción

Página 6-15 – Desarrollo

Página 16 – Conclusiones

Página 17 - Anexos

Página 18 – Bibliografía

Introducción:

En el presente informe se va a desarrollar sobre la inclusión de las personas con discapacidad a las instituciones educativas. Se va a problematizar críticamente desde los conceptos desarrollados en el espacio, los textos, videos, etc. Haciendo hincapié en interrogantes que tensionen los conceptos a describir en el informe y, además, desarrollar algunas categorías críticas que sean útiles para el análisis y una posible comprensión de la problemática planteada.

Se va a centrar en desarrollar primeramente lo que se entiende del concepto de discapacidad, según autores, documentos, etc. y a partir de ahí la relación entre discapacidad y exclusión social, también fundamentando acerca del modelo médico de la discapacidad, insuficiencia biológica y la discriminación que se ejerce frente a este grupo de la sociedad.

Para hablar de discapacidad hay que dejar en claro que se entiende por ella y desde donde nace este término. Existe una ambigüedad ideológica y teórica en torno al término "discapacidad" y sus consecuencias desde el punto de vista del sujeto y de la sociedad. En la realidad la noción de "discapacidad" ha sido y es, aún hoy, homologada una desventaja sociocultural, determinada por la falta de desarrollo o por un desarrollo parcial de una o varias capacidades específicamente humanas. Pero la desadaptación o desventaja socio-cultural significa algo diverso respecto de la discapacidad, aun cuando por efecto tiendan a sobreponerse. Tal vez uno de las ambigüedades mayores provenga del uso indiferenciado, incluso en ámbitos profesionales, de palabras tales como "deficiencia" o "déficit", "incapacidad”, “minusvalía", "hándicap", "disminución", "menoscabo", etc., que generan un campo continuo de significados que parecieran relacionarse entre sí.

En este sentido, se debe a la sociología la distinción conceptual de los términos "deficiencia" y "discapacidad", es decir, al trazado de límites claros en la compleja relación entre problemáticas biológicas y organizaciones sociales.

La deficiencia es la manifestación de un hecho lesional concreto, objetivable, medible y cuantificable. En efecto, una deficiencia visual puede ser medida en dioptrías, una deficiencia auditiva en decibeles, etc. Estas cuantificaciones generan criterios de selección y estructura grupales -por ejemplo, clasificaciones de deficiencia auditiva diversas: leves, moderadas, graves, profundas, etc.-, y frecuentemente se derivan hacia la organización de políticas educativas y\o terapéuticas e, incluso, en la determinación de diferentes niveles legislativos. Sin embargo, cuando el criterio supuestamente numérico se transforma en cualitativo, la operación de cuantificación no resulta tan sencilla. De hecho, la atribución de desviaciones a la normalidad a partir de rasgos tales como el peso o la altura -donde se puede trazar una línea normal y todo aquello que queda por debajo o por encima debe ser considerado igualmente anormal- no resulta ser la misma al trazar una línea de normalidad en un rasgo como, por ejemplo, la inteligencia: si se aplicara la misma ley que la del peso o la altura, todo lo que esté por encima o debajo de una línea de normalidad intelectual debería ser considerado igualmente anormal; sin embargo, es obvio que tratándose de la inteligencia, aquello que está por encima de lo normal no sólo no es considerado anormal si no que muchas veces es alentado y propuesto como modelo (Valverde Molina, 1988)[1].

Esta afirmación permite inferir que para cada sociedad hay criterios cuantitativos y cualitativos que no son universales, y cuya relación es inestable y causa de dificultad en la integración y adaptación de los sujetos. Esto último permite introducir una definición asequible de "discapacidad" entendiéndola como resultante social de la deficiencia: la discapacidad es la restricción de lugares y roles sociales que un individuo o grupo de individuos sufren a causa de un déficit. Tales restricciones obstaculizan a estos sujetos el acceso con plenitud a la cultura, en aspectos tan variados como la recreación, la religión, la educación, el mundo laboral, etc. Estas  exclusiones pueden ser formales y explícitas o bien informales, resultantes de prohibiciones interiorizadas.

La cuestión de la denominación: sujetos deficientes, con deficiencia, portadores de deficiencias o de discapacidad, discapacitados, con necesidades especiales, etc. constituye, apenas, un debate sobre mejores y peores eufemismos para denominar la alteridad y que no adquiere ninguna relevancia política, epistemológica y/o pedagógica. Esto no supone minimizar el efecto que su peligrosidad conlleva para su vida cotidiana. Son viejas y nuevas acepciones que sirven para trazar viejas y nuevas fronteras referidas al estar fuera, al estar del otro lado. La cuestión no se resuelve al encontrar términos políticamente correctos para describir a estos o a otros sujetos, si no en: (a) desconstruir el supuesto orden natural de los significados que los localizan en ciertos discursos y prácticas de poder, y (b) producir rupturas en la lógica binaria de oposiciones (Bhaba, 1994) de la educación especial. Las oposiciones binarias suponen que el primer término define la norma y el segundo no existe fuera del dominio de aquel. Sin embargo, el ser sordo, por ejemplo, no supone lo opuesto -y negativo- del ser oyente, ni el ser ciego el opuesto del ser vidente; son experiencias singulares que constituyen una diferencia específica. (Skliar, Carlos, 1997, p.7)[2].

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