Protagoras

Protágoras

Hipócrates se entera de que Protágoras, una persona muy inteligente “Sofista” reconocido se encuentra en la ciudad. Con emoción asiste a la búsqueda de Sócrates un día muy temprano (antes del amanecer) para pedirle de favor que le acompañe a escuchar sus enseñanzas ya que se encuentra muy entusiasmado de poder escuchar lo que el sabio tiene que decir. Sócrates accede no sin antes hacer algunas reflexiones y se presenta donde Protágoras se encuentra reunido con más personas. Se conocen y encuentran un punto en donde pueden empezar a debatir y a partir de ese punto en desacuerdo se da un diálogo que considero digno de varias lecturas ya que se tocan muchos puntos que seguramente desde el inicio no pude captar. Dentro de las cosas interesantes que noté en el texto, primero puedo encontrar que, así como Hipócrates se encuentra entusiasmado de ir a ver a una persona por que “se encuentra en la ciudad”, en la actualidad Hipócrates puede representar a la sociedad en general cuando deseamos ir a escuchar las palabras o ideas de alguna persona que admiramos. Por otro lado, Sócrates representa (o debería representar en cierto punto de conciencia) a nuestro sabio interior. Esa pequeña voz interna que nos habla y nos calma cuando es necesario. Misma voz que nos hace preguntarnos si lo que creemos es verdad y el conocer porque podemos considera eso como verdad. Esto se ve representado cuando Sócrates le pregunta a Hipócrates: “Ok Hipócrates, entiendo tu emoción de ir a verle puesto que es muy notorio a la vista, sin embargo, platícame ¿qué es eso por lo que te llama tanto la atención?”. Hipócrates realmente no puede argumentar de una manera sólida su punto y dice simplemente que “es la persona más sabía de todo Grecia” y que por ese hecho es valioso ir a platicar con él. Sócrates hace otra pregunta contundente haciendo analogías inteligentes. “Entiendo Hipócrates que te refieres a Protágoras como la persona más sabia de todo Grecia, pero ¿Sabia de que tema? Puesto que, a un médico lo puedes considerar conocedor completo de la salud, a un músico lo encontrarás con muchas habilidades para enseñar en cuanto a la utilización de un instrumento musical. Entonces ¿A Protágoras porque lo puedes conocer?” Entonces Sócrates, de nueva cuenta indaga (como podría/debería arremeter nuestra voz interior) “¿Maestro? Dices que es “maestro” Protágoras. ¿Por qué lo podrías considerar “maestro”? ¿Quién le dio ese título? ¿Quiénes son tus maestros? ¿Por qué les concedes ese título?”. Tiene razón Sócrates. Nosotros mismos somos quienes le damos el peso a las enseñanzas que queremos integrar en nuestro Ser. Soy yo quien elige los “Maestros” que quiero y deseo tener en mi vida. Soy yo quien le da el peso necesario a la información que discriminadamente recibo por que así lo elijo. Y en esta “elección” también existe mucha información acerca de lo que soy. Además, entender que en ocasiones puedo elegir aprender de los maestros equivocados. ¿Cuántas veces no habrá sido cierto esto? No lo puedo saber hasta que una conducta deje de funcionarme y tenga el valor u oportunidad de preguntármelo.

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