APRENDIZAJE AUTÓNOMO

APRENDIZAJE AUTÓNOMO

ENSAYO: ¿Qué es Páprika?

Mi madre solía asistir a un curso de cocina, cuando yo aún era un crío. Y como era en las tardes, cuando yo no tenía clases, ella me tomaba de la mano y se iba conmigo a aprender una nueva especialidad con la que luego nos deleitaría en el transcurso de la semana. Contaba apenas 9 años y me sentaba en un rincón desde donde podía ver al maestro-chef preparar sus platos. Reitero, el curso lo tomaba mi madre, yo solo le acompañaba. Una tarde cualquiera de cualquier domingo, se aventura mi madre a prepararnos “carne estofada al estilo húngaro”, y vaya sorpresa la mía, al indicarle a mi madre que la “páprika” era el mismo pimentón que en reiteradas ocasiones el chef les había recordado. Desde ese momento supe que la cocina sería parte fundamental en mi vida.

¿Cómo aprendí que la “páprika” y el pimentón eran lo mismo? No lo leí, solo lo oí. Solo vi a un maestro desempeñar su labor y yo a beber de su conocimiento. Como dijo Sócrates, ya hace algunos años: “El autodidacta reconocía que aprendía continuamente de quienes le rodeaban”.

Y vaya que aprendí. Luego no había receta en algún diario o revista que no la recortara. No había algún programa de cocina en la tele, que no lo viera. Copiaba recetas de toda clase, de todos los países. Investigaba sobre aquellos ingredientes que no me eran familiares y como podían ser remplazados sin alterar significativamente el resultado final. Al comienzo solo cocinaba para mi familia en alguna ocasión especial, luego para amigos y vecinos, más tarde para cientos de personas en banquetes. Y nunca pisé, salvo en mi niñez, una escuela de cocina. Fue después de muchos años que ingresé a un curso de culinaria, para que me certificaran en mi competencia. Para que me dijeran que yo sabía, lo que hace muchos años ya sabía.

En la vida asistimos a una escuela, que aunque suene reiterado, es de la que más aprendemos y la que nos da más herramientas para nuestro desempeño en el mundo: “la escuela de la vida”. Allí constantemente nos enseñan, aún sin darnos cuenta a cosas como, caminar, hablar, controlar nuestras necesidades físicas, jugar al fútbol, cruzar una calle, hacer una compra en la tienda y contar el vuelto. Cosas que nos son indispensables para nuestra vida.

Aprendemos también que no estamos solos, que existe el otro. No es solo la familia, es el amigo, el vecino, el extraño que pasa por nuestra casa pidiendo algo. Y se nos enseña, sin cartilla en mano, ni evaluaciones periódicas, a compartir y a aceptar al otro. Nos inculcan los valores, que son como el timón que te ayudan a retomar el camino cuando te sientes que vas saliendo de tu ruta. Todo este conocimiento lo vas “aprehendiendo”, lo vas haciendo tuyo, gracias a la motivación, al impulso y a una que otra reprimenda de tus padres.

Luego la motivación es solo tuya. Te impones metas: seré el próximo novio de Rebeca, asistiré a la escuela de natación, me trabajo las vacaciones para conseguir esos jeans que están de moda. Y te vas convirtiendo en el artífice de tu propia existencia sin darte cuenta. Escoges lo que te gusta y lo que no, lo haces de lado. Así de simple.

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